Gran actuación de los pumas

El estadio era todo lo que me imaginaba. Un pequeño campo con gradas de no más de diez escalones y al menos cien personas sentadas esperando el inicio del juego. Ya entendía por qué la entrada era algo general.

Algo que realmente me llamó la atención era que muchas personas llevaban puesta la mercancía del equipo local, los pumas blancos, que era un bonito conjunto de color beige. Algo entendible.

Buscando entre la multitud, encontró al objetivo en una zona detrás de la almohadilla de home. Desde ahí se podía escuchar a los equipos charlar un poco antes del inicio del partido.

Comprando un par de algodones de azúcar, me dirigí a donde se hallaba el viejo Efrén. Al lado, una chica con un aura negativa se ocultaba bajo su gorra viendo su teléfono. Llevaba una chaqueta de cuero y unos vaqueros negros.

-Hola vecino.

-¡Hola Elian!, que gusto verte por aquí. Con esa gorra no te reconocía -en la entrada, el muchacho agarró una gorra de color pantano que tenía unos bigotes, evidentemente de un bagre.

-Bueno -rio nervioso-, la verdad es que me la conseguí, no sigo mucho los deportes -dije mientras arrojaba la gorra en un asiento vacío al lado del viejo.

-¿Qué pasó con Eliana? -dijo finalmente el viejo Efrén con aire esperanzado.

-Tiene trabajo, a demás, no le gusta el deporte.

-Bueno... Ah, ustedes supongo que se conocen. Elian, esta es mi hija Valentina.

Valentina dejó el teléfono para solo echar un vistazo por debajo de la gorra. Sus ojos reflejaban el brillo del campo, que estaba cerca de la hora del atardecer y su luz se tornaba anaranjada. 

En ese momento, el comentarista dio la apertura al encuentro. Elian se apresuró por darle el algodón de azúcar a Valentina, quien no se quejó en recibirlo, sin antes una mirada de inspección.

No era como estaba planeado. Lo que me separaba de mi objetivo era el señor Efrén, quien no paraba de contarme cosas de su juventud y de vez en cuando se concentraba en los momento en los que los jugadores bateaban. Eran realmente malos los dos equipos.

De los primeros tres inning, solamente se había anotado una carrera y tan solo dos hits. 

En las gradas se notaba el verdadero motivo por el cual la gente iba al partido. Se veían a muchas personas conversando y comprando cervezas en vasos de papel al igual que unos perros calientes que se veían muy tentadores.

-...Y en esos momentos me decían Efrén un swing. No fallaba casi ninguna bola...

Y las historias seguían y seguían. Si no hubiese sido el hecho de que las historias tenían un carácter interesante, no hubiese soportado estar ahí. De pronto Elian entendió algo muy importante, de que el viejo Efrén no va al juego para ver el partido o porque le gusta los equipos, sino para rememorar su pasado, un pasado que nunca cumplió con una vida muy distinta que pudo tener. Lo que no acababa de entender era el por qué Valentina no había levantado la mirada ni por un segundo de su teléfono.

-...Fue asombroso alzar la copa ese año y que me levantaran en brazos con mi trofeo de bate de oro del torneo, la gente gritaba, wow, que recuerdos -la ensoñación de Efrén se había acabado y otra vez volvieron a la realidad al igual que Elian-. Por cierto muchacho, ¿por qué traes una guitarra a un juego de baseball? 

-Que... Yo... Es que toqué un rato en el parque antes de venir para acá.

-Vaya, pero sueles salir mucho de la casa por lo visto.

-Si, me gusta explorar lugares, porque siento que me exploro a mi mismo.

-Que conmovedor... Bueno, vuelvo al rato, porque el chico de los perros calientes se quedará sin mercancía y yo quiero un par.

Iban por el séptimo inning y los bagres ganaban por un punto arriba, en ese momento, la barrera que me separaba de Valentina había ido a comprar algo de comer. Era un buen momento para hacer un acercamiento, aunque en el fondo no sabía como iniciar la movida. 

Tragándome las inseguridades del momento, procuré ser sutil y casual a la hora de interactuar.

-Se nota que estas disfrutando el momento -un toque de sarcasmo salió de mis palabras.

Valentina me analizó detenidamente, tal como la vez de la fiesta.

-Pensé que un algodón de azúcar endulzaría tu amargo corazón, niña -Valentina se limitó a voltear los ojos-. Lo único que quiero es que...

-Mira, si viniste aquí solo para fastidiarme, te puedes ir.

Los ojos verdes que ya no reflejaban la luz del sol, ya que este estaba oculto al horizonte, lanzaban una mirada afilada en mi contra.

Sin moverse, con tal rechazo, su orgullo estaba partido, ya que había hecho el esfuerzo de llegar hasta allá. 

-¿Fastidiarte?, ¿eso es lo que hago?, ¿por eso me tratas de la m****a?

Poco a poco la decepción caía en sus pies.

-Sabes. Desde la noche de la fiesta, no paro de pensar de que quizás en este absurdo pueblo, no, quizás en el maldito mundo haya alguien interesante y que no este podrido por dentro y que me comprenda. Confirmo de que es una estupidez pensar que podrías ser alguien diferente. Solamente quería conocerte.

Las personas que estaban en la grada superior a ellos veían incómodos el momento, ya que en todo el partido no había habido ningún altercado como ese.

Sin embargo, detrás de los penetrantes ojos de Valentina, se asomaba algo que parecía ser una lágrima. Aunque en el malestar  del momento, no me di cuenta, algo se había roto esa tarde. 

-Si ya acabaste, vete -dijo suavemente Valentina.

-Con gusto.

Agarré mi guitarra con mi ahora gorra de los bigote de bagre y me encaminó a la salida, lo cual no fue fácil porque tenía que atravesar a muchas personas que yacían sentadas en la larga fila de la grada donde estaba.

Cuando llegué al pasillo para la salida, me crucé con el viejo Efrén. En ese momento, el malestar en mi cara hizo pensar al viejo que algo me había sentado mal, lo cual mentira no era.

-Oye Elian, solo quedaban dos y no... Espera, ¿a dónde vas?, ¿todo está bien?

-Si, tranquilo, solo que tengo un compromiso en unos minutos. Muy divertida la salida -dije esto sin detenerme a la salida. 

-Vaya... Que muchacho -Efrén después de ver al muchacho perderse, se dio la vuelta y le clavó los dientes a un perro caliente que rebosaba de aderezos.

El cielo estaba ya de color azul nocturno. Las calles eran alumbradas por los faroles y como a una cuadra estaba la avenida principal de aquel pueblo, no faltó mucho para que se encontrara con personas pasando a su lado. 

Estaba realmente molesto porque sentí que aposté su confianza en alguien y lo perdí todo, por lo regular, tiende a caer realmente mal. 

Era una noche tranquila de un viernes y muchas personas de la edad de Elian se reunían en un café retro muy colorido a tomar batidos y cervezas artesanales. Desde lejos se apreciaba como los clientes disfrutaban abiertamente de la compañía. Las mesas estaban a medio llenar y la música se escuchaba hasta la calle.

Los recuerdos inundaban la mente de Elian.

Cuando era pequeño, no tuve una vida muy feliz que se diga. Todo ocurrió en la escuela donde me denigraban por ser de piel oscura y ser mas bajito que los demás. Pasada una vida de bullying y de discordias, fui cambiando de colegio por mala conducta, un comportamiento que desde su punto de vista era de autodefensa, pero así no lo veía mis profesores, salvo mamá Elisa, quien siempre lo comprendió. No era fácil vivir en la ciudad donde la vida siempre te recuerdas que a comparación de otros, eres polvo y que hasta una ventisca te puede poner el mundo de cabeza. 

Elian nunca confió en nadie, pero le gustaba hablar mucho con las personas. 

En el octavo grado se decidí que debía conocer gente, aunque pronto me di cuenta de que era aburrido estar con quienes no me entendían ni compartían tus gustos, porque las personas tienden a hablar de ellas mismas y de las cosas que les gusta. Nunca tuve mas amigos que mi propia familia, por eso me gustaba visitar este pueblo, que ya tenía esencia a ciudad. A diferencia de la gran ciudad ciudad, donde habitaban mas de cinco millones de personas, aquí me sentía mas grande y con mas voz para que me escuchen. Aunque no había tenido la posibilidad de conocer bien a Valentina, sentí que era del tipo de persona que buscaba, pero no fue así.

Igual, esa chica no era la primera en causarme ese sentimiento. Ya en veces anteriores había sentido esa pequeña decepción de las personas a las que tenía esperanza de conocer. 

Siempre que me sentía mal tocaba su música. Con la guitarra de mi padre, drenaba mis emociones y así poco a poco fui madurando, un proceso solitario y triste pero eso me permitió descubrir una parte de mí mismo, el arte de componer canciones. 

Fue entonces cuando viendo aquel gran panel de vidrio, vi que empezaban a salir muchos carros de la dirección del estadio. El partido ya habrá terminado. Cuando Elian vio su teléfono, se dio cuenta de que estaba a tan solo cinco minutos de reunirse con su tía, y tenía que pasar al menos ocho cuadras.

A menos que...

Había una forma de llegar mas rápido y era pasando por el borde de la ciudad, pero es zona abandonada cosa que no le da mucha confianza al muchacho.

Sin embargo, el se metió en ese problema solo, y así mismo tendrá que salir de él.

.

Después de que Elian se hubo ido del pequeño estadio, el señor Efrén se quedó pensativo con el extraño comportamiento del muchacho. En el fondo, mientras se devorada el aun humeante perro caliente, tenía el temor de que se tratara de Valentina.

Se ubicó en su asiento para ver el comienzo del último inning.

-¿Qué pasó con Elian? -dijo el viejo Efrén con seriedad sin perder de vista el campo y entregándole a su hija un perro caliente.

Valentina, por su parte, ya no tenía batería en el teléfono por lo que se vio obligada a ver el juego igual que su padre. Se veía más cabizbaja de lo normal.

-Se acaba de ir.

-¿De dónde se conocen?, el parece ser un chico muy simpático y no soy estúpido, seguro vino por ti.

-¿De donde sacas eso?, solo vino a fastidiar.

-Conozco a la gente de la casa de Eliana, y sé que todos son chicos sencillos, menos el tal Frey, ese es un caso perdido.

-Ay papi, ¿en necesario tener esta conversación?

-Si, porque sé que te la has pasado sola desde que llegaste a aquí. Debes estar triste por tu madre pero eso no significa que te aísles en una burbuja.

Valentina no quiso responder, no parecía tener el humor para contestarle a su padre, o tal vez era porque no tenia el coraje. Lo que si era cierto fue el hecho de que le preocupaba su mamá más de lo que ella admitía.

El ambiente comenzó a moverse con emociones y la narración del comentarista. Los pumas blancos habían bateado una lineal realmente extraordinaria a ras de suelo hasta el fondo del jardín izquierdo. La pelota esquivaba los guantes gracias a los desniveles del terreno que hacía que se elevara.

Tres pumas blancos corrían sobre las almohadillas, el viejo Efrén estaba de pie viendo el acontecimiento. Cuando las tres pisadas levantaron el polvo de home, al final del ultimo inning, todos los fanáticos se levantaron en vítores y el equipo blanco alzaba en brazos al hombre que logró semejante bateo. Las gradas estaban haciendo vibrar el suelo por los saltos y los gritos.

Valentina más que nunca estaba encogida renuente a integrarse a la celebración, ya que no le veía ni la mas mínima importancia al juego. Sin embargo, Efrén si se lo gozaba.

.  

Corrí entre las calles solitarias de esa zona del pueblo. Las casas tenían un aspecto colonial y a lo lejos se podía apreciar el fin del urbanismo y el comienzo de las colinas boscosas. A pesar de estar abandonado, algunas luces estaban encendiendo y el sol aun no se desaparecía por completo. Si seguía ese ritmo, podía lograr llegar con quizás dos minutos de retraso, pero solo si mantenía la carrera. Ya estaba comenzando a sentir la fatiga y al cruzar una calle comenzó a ver cintas de seguridad, de las que ponen para restringir el paso.

Ya había llegado muy lejos como para que fuese importante o no seguir las normas, a demás, la tristeza y la molestia no me habían abandonado por completo.

Pasé por debajo de la cinta y seguí. Las calles se veían mas deterioradas pero eso no presentaba mayor obstáculo. Dos cuadras mas y habrá vuelto a la civilización como la conozco.

Algo se tornó raro en el ambiente. Me sentía vigilado porque escuchaba leves ruidos a mi alrededor.

"Será mi mente", pensé al instante, pero la incertidumbre no me dejaba estar tranquilo.

Comencé a caminar porque ya tan cerca no tendría tanta prisa, a demás, el peso de la guitarra le estaba costando caro a mis poderosas piernas.

Una sombra pasó rápidamente al frente de mi, casi a veinte metros, y cuando agudicé los ojos, me encontré con un puma blanco acercándose lentamente.

La sangre se me heló del miedo, la bestia era como del tamaño de un pitbull adulto y bien ejercitado, pero tenía que pensar en qué hacer.

Daba pasos acortados hacia atrás sin perder de vista al felino, pero un ruido incómodo me hizo virar la mirada hacia atrás. Había otro puma más pequeño de aquel lado. Se veían muy concentrados en mi, como su próxima cena, no sabía que hacer, estaba atrapado en aquella calle con dos felinos potencialmente peligrosos.

El sol se iba y los ojos de los depredadores brillaban en la oscuridad creciente. El ligero ronroneo que llegaba a los oídos de Elian me daban a entender de que no me quedaba mucho tiempo si no hacía algo, ¡pero qué podía hacer!

Todas las casas de los alrededores eran de barro con pocas ventanas. Sin embargo, justo al lado de mi, había una puerta de madera. Si lograba arremeter lo suficientemente fuerte contra ella, posiblemente podría atravesarla. El único problema era uno muy grave. Si la puerta quedaba inservible, posiblemente estaría con dos felinos entre cuatro paredes y no exactamente era para tomar el té.

No había nada mas que hacer. Me coloqué al lado de la puerta a pasos acortados. Los ojos felinos ya se veían mas cerca de los diez metros.

Sin pensarlo mas, corrí a la puerta, y saltando encima de ella, se abrió violentamente. No sin a su vez lastimarme gravemente el hombro. Dentro de la casa, en ese momento, los felinos saltaron para interceptar al muchacho. Todo lo que había adentro estaba sumido en la penumbra, pero por suerte la puerta no se cayó al suelo, sin embargo, la cerradura se reventó. 

La cerré a tiempo para que no fuese comido por dos grandes gatitos. El corazón estaba que se me quería salir y sentía cada latido en los oídos.

Hacía fuerza para mantener la puerta cerrada y recibí el primer impacto. Uno de los felinos había golpeado la puerta, luego el otro, lo cual abrió por instantes la puerta. Los arañazos y los constantes gruñidos de los animales daba a entender la molestia que tenía, molestia que significaba el alivio de estar vivo para mi.

Volvían a empujar la puerta pero me aferraba al suelo colocando todo el peso que podía. Sin cerradura tenía que cerrar la puerta por mi cuenta.

Así pasaron varios minutos, y mi celular comenzó a repicar de una llamada, era tía Eliana.

Sudando a mas no poder, los felinos habían cesado en su insistencia por entrar. Alcancé a contestar pero mi mente albergaba la gran disyuntiva de si decirle que estaba en peligro de muerte o de si decir que se había atrasado un poco y que podían comenzar sin él. Sin duda, cualquiera de las dos opciones acarreaba un sermón cuando llegara a casa.

La presencia de los pumas se había alejado así que consideré posible mentir.

Rápidamente contesté el teléfono e intenté controlar el tono de la voz.

-¡Hola tía!, ¿ya están en el cine? -die jadeando.

-¿Elian, donde andas mijo lindo?

-Bueno, si supieras vale... Es que me fui caminando por la ciudad con el grupo de músicos a un pequeño bar pero me regresé al ver la hora, no me había percatado de lo tarde que era. Ya estoy llegando.

- Está bien, pero apresúrate, ya va a empezar la función y tu tienes la tarjeta para comprar las palomitas.

"Diablos, cierto..."

-Tranquila, llegaré en menos de lo que te imaginas. Entren y los llamo para que me busquen con mi boleto en la entrada.

-Okey, ¿todo está bien?

"Justo ahora".

-Si tía, todo está bien.

-¿Sabes que me podías decir y te buscaba en la plaza con el carro, no?

"Como no se me ocurrió eso", por andar pensando en que no quería que me descubrieran, no pensé que podía resolver con mi propia tía. No hubiese estado en esa situación si no hubiese ido a ese absurdo juego, una perdida de tiempo, de dinero y de dignidad.

-No, pero ya estoy en camino, me hace bien caminar un poco.

-Pero si caminas muchísimo en la ciudad, ¿seguro que no quieres que vaya a buscarte?

-Si, si, tranquila.

-Bueno, ven con cuidado Elian.

"Maldita sea".

-¿Aun a punto de morir, rechazas a tu familia de la verdad, muchacho?

Una voz ronca y con poca fuerza sonaba mas allá de la oscuridad.

En ese momento Elian se empezaba a percatar de su entorno.

-¿Quién anda ahí? -mi voz nuevamente asustada hacía eco en las amplias paredes de esa casita.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados