Capítulo 2.

Al salir del aeropuerto en busca de un bendito taxi me encuentro con un pésimo clima, esto parece un mal chiste, a veces pienso que tengo al ángel de la mala suerte parado justo frente a mí, burlándose de cada cosa que me sucede.  

Divise un taxi libre y caminó apresuradamente hacia él, al estar lloviendo torrencialmente las personas que llegan hacia el aeropuerto lo hacen a toda prisa para resguardarse dentro y en su defecto las personas que salen corren por todos lados en busca de transporte, es un verdadero caos. Debo ir esquivando a un sin fin de personas. No me habia dado cuenta de lo ágil que soy, debería haber sido deportista, en lugar de haberme dedicarme a las finanzas, habría sido menos estresante llevar una vida en el deporte, que como propietaria de una empresa, procurar que esa cosas no se vaya a la quiebra requiere muchísimo trabajo, aunque debo admitir que estaba muy orgullosa de todo lo que había logrado, de hecho mi estadía en Roma era en parte por la expansión de la empresa, debía encabezar una serie de negociaciones con peces gordos del mercado en la ciudad. Aunque en realidad esa no era la única razón, ni la más fuerte por la que me encontraba en Roma.

¿Saben que? retiro completamente lo de ser ágil y el posible cambio de profesión, por estar pensando cosas que ni al caso, una vez mas mis hermosos tacones negros me traicionan provocando que me doble el tobillo izquierdo, cayendo al piso mojado, amortiguando el golpe con mi tracero, provocando que una dolorosa e inevitable punzada agite mi cuerpo, haciendo que me estremezca de dolor. 

Cuando estaba a punto de pararme me doy cuenta de que me duele mucho el tobillo por lo que vuelvo al suelo, quejosa. A lo lejos escucho mi nombre; 

—¡Emily! —Reconozco inmediatamente la voz exótica del extraño. ¡Genial!, nunca había hecho tantos papelones delante de una misma persona, el mismo día en que nos conocimos, esto es un nuevo récord, te debes de sentir enormemente orgullosa de ti misma Emily,¿no es así? —¿Te encuentras bien? —pregunta una vez que llegue a mi, con aparente preocupación en su voz. 

—Por supuesto, me encanta torcerme el tobillo y reposar en el piso mojado bajo la lluvia, es de mis actividades favoritas. —¿Enserio me preguntó si estoy bien?. Me mira reprochante por mi respuesta, pero aun así ayuda a levantarme antes de que alguien se tropiece con mi ser y termine aun peor. Inmediatamente cuando estoy de pie me doy cuenta que no puedo siquiera apoyarlo correctamente, gimo de dolor porque aun sabiendo que me dolería, apoyo mi peso en él y juro que vi estrellitas. El extraño inmediatamente se dio cuenta y se puso en cuclillas, examinando mi dolorosa existencia.

—Esto se ve muy feo, tal vez te has esguinzado el tobillo. Vamos, te llevaremos a un hospital —dice determinante, haciéndole una señal a su asistente que se encontraba a unos pasos de nosotros.

—Señor extraño, no se moleste, puue-e aaaah… —No termino de decirle que no necesito su ayuda, cuando siento que soy elevada en el aire, lo que provoca que un impulsivo grito salga de mi garganta, mientras cierro mis ojos y me aferro con todas mis fuerzas a lo primero que encuentran mis manos, ya les habia mencionado que le temo a las alturas, por lo que no tocar tierra firme me causa mucho vértigo.  

En el tiempo en que recupero mis sentidos, me doy cuenta que soy cargada como princesa, agarrada fuertemente de su traje. esto es vergonzoso, pues al caer al piso, mis jeans favoritos, anchos, de lavado gris y rotos en las rodillas, se embarraron un poco, lo que estropeó también el traje de Carter... digo, del extraño. 

—No, no, por favor no me suelte. —Esto me pone de los nervios y no me hace ninguna gracia. —Mejor dicho; ¡Bájame ahora! —le espetó totalmente exaltada.  

—Cálmese, ya llegamos al vehículo —Increíble que hayamos avanzado tanto, en pocos segundos, esperen… ¿me hizo callar?. El asistente  abre la puerta del Rolls-Royce Phantom blanco, que por cierto es uno de mis favoritos, me deposita en el asiento trasero, cierra la puerta para dar la vuelta y entrar por el otro lado, sentándose a mi lado, el asistente toma el lugar del conductor y pone en marcha el coche, todo en tiempo record sin darme ni un segundo para reaccionar. 

—Luca, llévanos al hospital de mi familia, por favor. —demanda, en verdad ya me suena a que este hombre es un auténtico dictador, esto es prácticamente un secuestro, ni siquiera me consultó, me cargó contra mi voluntad y ahora me trasladan a quien sabe donde. 

—Esperen un momento, ¿yo estoy pintada aquí?, les agradezco mucho su preocupación pero no me apetece ir a ningún lago con extraños —Interrumpo mi aparente inexistencia.  

—Señorita Emily, ya me presente como un socio de su padre, y exprese mi nombre como corresponde, pero usted insiste en llamarme “Señor Extraño”, lo que me parece una falta de respeto de su parte, pero no me quejo, y aun asi me estoy tomando el tiempo para velar por su bien estar  —expresa, mirándome con esos ojos, con toda la cordialidad y respeto que puedo, eso no me lo esperaba, me dejó sin palabras. Suspira sonoramente, se toma la cien y continua —Señorita, ¿porque mejor no empezamos de nuevo y me deja llevarla al hospital?

Su pregunta me es sincera, ya vamos en camino, además se ve frustrado, tanto berrinche para aceptar después de que me hablara serio y respetuosamente, que dramática que soy. 

—Está bien, pero solo Emily por favor —le digo, dándole una leve sonrisa, a la que el corresponde con una leve curva de sus labios.

—Esta bien, “solo Emily” —dice con un deje de diversión, respondiendo literalmente a mi petición, su respuesta me causa gracia, nunca pensé que tuviera ese tipo de humor, parece un hombre tan meticuloso y serio, que sorpresa. —Y también me gustaría que me llamaras por mi nombre, dejemos a un lado eso de “Señor extraño”, por favor.  

—Claro, Señor Carter —digo divertirá, a lo que él me mira con reproche —Está bien, está bien, solo Carter  —digo removiendo en el asiento, Dios santo, si las miradas mataran, yo ya estaría en el otro mundo desde hace mucho.

—Por cierto, ¿dónde habrá quedado mi maleta? —pienso en voz baja, mirando la lluvia caer por la ventana, descansando la mejilla en mi mano derecha. Pregunta a la que no buscaba respuesta, seguramente la pobre habrá quedado olvidada en medio de la acera. 

—Se encuentra en el maletero del auto, Señorita Parks —Interviene por primera vez el asistente, mirándome por el espejo retrovisor —, la deposité allí mientras el Señor Frattini la subía al auto. —Recordar el incidente me hace sonrojar ligeramente y siento la mirada del Carter sobre mi, a lo cual procuro no darle mucha atención y por el contrario intento concentrarme en esos ojos avellanas que me miran por el retrovisor, ahora que lo veo bien, Luca es un hombre que no tiene nada que envidiarle a su jefe, posee unas muy atractivas facciones y unas pestañas envidiables para cualquier mujer, de hecho creo que lo odio por tener mejores pestañas que yo. No me doy cuento de que me quede unos segundos en silencio mirando el atractivo del hombre, hasta que esté frunce ligeramente su ceño, me doy un golpe mental, tengo que dejar de hacer eso y rápidamente procedo a agradecer.

—Se lo agradezco mucho, y por favor llamame Emily, Luca ¿verdad? —pregunto, porque no nos hemos presentado aún, tengo la sensación de que escuche un leve chispeo y miro a mi lada, Carter se encuentra mirando a través de la ventana con una expresión muy seria la conversación entre su asistente y yo, frunzo mi ceño en su dirección porque no entiendo porque tanta seriedad.

—Así es, Señorita Parks, mi nombre es Luca Milani, un gusto conocerla. —Dirijo nuevamente mi atención a Luca.

—El gusto es mío, e insisto, llamame Emily, me caes bien por haber rescatado mi hermosa maleta olvidada —comentó sonriente, a lo que corresponde con una pequeña risita, que me resulta encantadora y me hace sonreír aún más, vaya hombre. Nuevamente vuelvo a escuchar un sonido extraño, esta vez parecido a un gruñido proveniente del lado donde está sentado Carter, tendra algun animal escondido por ahi, dirigo mi mirada hacia el inspeccionado para comprobar mi teoría, pero al no encontrar nada me acerco al asiento de Luca cuidadosamente, todavia sigo convaleciente;

—Luca, ¿tu jefe tiene algún animal escondido por ahí o tiene complejo de perro? —le susurro para que el aludido no nos escuche, mirándolo de reojo, a lo que él frunce el ceño. 

—No señorita, ¿porque lo dice? —contesta a mi pregunta, entre risas.

—Es que está haciendo ruidos raros, ¿será que está por explorar o algo? —Luca explota en una sonora carcajada, a lo que yo le sigo, pues tiene una risa muy contagiosa.

—¿Qué tanto cuchichean ustedes dos? —comenta Carter un tanto brusco y exasperado, lo que me hace sobresaltar provocando que roce mi tobillo ocasionando que gima de dolor —Emily, siéntate bien o te vas a lastimar aun mas, y tu Luca, ¿qué sucede? ¿porque aún no llegamos? —Pero que mal humor que maneja este hombre, lo miró mal, pero aun así me acomodo correctamente en mi asiento.

—Ya estamos cerca, señor —esponde Luca, un poco avergonzado. 

Al llegar al hospital me bajo del automóvil con ayuda de Carter, quien tras mi insistencia a no ser cargada, accedió a serme de apoyo. Cuando entramos al famoso hospital de la familia Frattini, al parecer uno de los más prestigiosos de Roma, me atendieron inmediatamente por órdenes de Carter, resulta que solo tenía una torcedura y me vendaron fuertemente el tobillo, el médico que me atendió me recomendó que me olvidara de usar mis hermosos tacones por un par de días, con lo que amo usarlos, este hombre debe estar loco ¿cómo se atreve a pedirme algo así?. En fin, media hora después y tras una exhaustiva discusión con el doctor, estaba fuera del hospital.

¿Cómo iba a vivir sin mis bebés por unos días? Ni en broma. Estaba tan perdida en mi frustración que perdí la noción del tiempo y de todo aquello que me rodeaba. En un abrir y cerrar de ojos me encontré de nuevo en aquel automóvil, posicionada  junto a Carter, mientras Luca conducía, quien sabe a donde. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo