Capitulo 6: ¿Destino o casualidad?

Elizabeth estaba harta de aquel hombre engreído que creía que su dinero le daba derecho a tener a todas las mujeres a su disposición. Pero lo que ocurrió ese día fue algo que ni ella misma podía creer. Ansiaba llegar a casa para contarle a su amiga Cristen lo sucedido.

Al llegar a casa, Elizabeth encontró a Cristen esperándola con curiosidad. El apartamento estaba decorado con tonos cálidos y acogedores, con un aroma a velas perfumadas que llenaba el aire. Cristen estaba sentada en el sofá, su lugar favorito para disfrutar de largas conversaciones entre amigas.

—¡Hey, Elizabeth! ¡Qué emoción verte, ¿cómo te fue en tu entrevista?

Elizabeth, con cierta aprehensión, respondió:—Tuve un incidente en el camino. Choque con un hombre desagradable y para colmo, tú auto fue llevado por la grúa.

La expresión en el rostro de Cristen pasó de la curiosidad a la ira.

—¡No me digas! ¿Qué pasó exactamente?

Sorprendida por esta reacción, Elizabeth se disculpó y le prometió hacer lo que ella quisiera, pero rogó que no se enojara y le permitiera explicarle.

Cristen accedió, aunque con evidente enfado en sus ojos.

Mientras Elizabeth relataba lo ocurrido, notó que su amiga estaba realmente furiosa y ella se sentía temerosa de las posibles consecuencias.

—Iba tranquilamente en el auto, escuchando música, cuando un hombre se detuvo bruscamente frente a mí sin motivo alguno, provocando un choque. ¡Fue tan irresponsable y ni siquiera se disculpó! Luego me exigió que le pagara medio millón de dólares como si yo fuera la culpable.

Cristen, cada vez más enojada, respondió: —¡Ese impresentable se cree que puede hacer lo que quiera por tener dinero! ¡No puedo creerlo, Elizabeth! ¿Qué hiciste después?

—Llena de rabia, rayé su auto como forma de desahogarme, lo cual solo lo enfureció aún más. Pero eso no fue lo peor, cuando llegué a mi entrevista, descubrí que ese hombre despreciable era la misma persona que me iba a entrevistar. Intentó tocarme de manera inapropiada, pero me negué rotundamente. Decidí vengarme de otra forma robándole su ropa.

El ambiente tenso y lleno de incredulidad se palpitaba en el aire mientras Elizabeth narraba esta parte de la historia.

Cristen, enojada pero también sorprendida por la valentía de su amiga, escuchaba atentamente mientras los sentimientos seguían en aumento en su interior.

—¡Bravo, Elizabeth! No puedo creer lo valiente que fuiste al enfrentar a ese patán. Definitivamente merecía una lección.

Elizabeth se encontraba en ese momento con prendas de hombre de diseñador y riendo descaradamente. Sin embargo, su alegría se veía empañada por su preocupación acerca de cómo podría vender esa ropa y utilizar el dinero obtenido para comprar un nuevo automóvil para Cristen.

Mientras tanto, en la oficina de Santiago, su padre entró inesperadamente.

Santiago, sin poder evitarlo, se preguntó por qué su padre estaría allí y qué motivos tendría.

Conocía muy bien a su padre y sabía que era aún más despiadado que él, y que no solía aparecer sin una razón específica.

—Santiago, necesitamos hablar —dijo su padre con seriedad.

—¿Qué sucede, padre? ¿Por qué estás aquí? —preguntó Santiago, visiblemente intranquilo.

Su padre suspiró antes de responder: —Sé sobre tus flirteos con las secretarias. ¿De verdad crees que puedo ignorar lo que has estado haciendo?

Santiago frunció el ceño, sintiéndose acorralado. —Padre, es mi vida privada. No tienes derecho a entrometerte en ella.

—Como tu padre, tengo todos los derechos de interesarme en tu vida y en las implicancias que esto tiene para nuestro negocio, además si te acuestas con alguna de ellas deberías de dejarle algo a tú padre —respondió su padre con firmeza.

El padre continuó: —Pero este no es el motivo principal de mi visita. Hay algo más serio que debemos discutir.

La curiosidad se apoderó de Santiago. —¿Qué es lo que sucede, padre? ¿Qué más tienes para decirme?—Suspiro tratando de soportar la incomodidad que su padre le causaba.

Su padre tomó aliento antes de revelar la noticia impactante: —Tu tío planea impugnar el testamento de tu abuelo. Alega que el tuvo una hija con una de sus secretarias hace 23 años.

Santiago estaba atónito.

—¡Eso es imposible! Mi abuelo siempre dejó claro que solo su nieto heredaría la compañía. ¿Cómo puede reclamar algo así?

—Lo sé, hijo. Pero debemos idear un plan para asegurarnos de que esta supuesta hija no pueda reclamar la herencia que te corresponde legítimamente a ti —respondió su padre, preocupado.

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