05: Las chicas solo quieren divertirse

Ya había pasado todo un día desde la transformación de Yuri y el muchacho todavía no salía de su habitación. Socorro no intentó siquiera convencerlo de salir a comer algo, pues estaba consciente de que su hijo tenía mucho en qué pensar.

Socorro se encontraba en la cocina preparándose un desayuno. Justo acababa de colocar los huevos con tocino en un plato cuando escuchó que la puerta de al lado se abría y de ella emergía Yuri, todavía convertido en chica.

—Buenos días —dijo el hombre con una gran sonrisa—. ¿Ya listo para enfrentar al mundo?

Yuri gruñó mientras se sentaba en la mesa.

—Salí porque apenas me di cuenta de que no he comido nada desde antier.

Socorro rio, le pasó el plato ya servido, fue a prepararse más huevo y cuando volvió Yuri ya casi había limpiado su plato. El hombre sonrió, sabía que tal vez no sería fácil, pero tenían que lidiar con todo eso lo más pronto posible.

—Entonces Yuri… ¿Qué pensaste de todo esto? —preguntó el hombre mirando a su hijo.

Yuri, quien en ese momento se llevaba un vaso con jugo de naranja a la boca, se detuvo en el acto, dejó el vaso en la mesa, enderezó la espalda y dijo sin dejar de mirar el vaso.

—¿Qué más hay qué decir? No hay nada que pueda hacer para revertir esto excepto seguir el plan. Tendré que aguantarme.

Aunque se veía molesto, Socorro no pudo evitar sonreír por la resolución de su hijo. Miró a Yuri y no pudiendo evitar poner un tono burlón dijo:

—Ya con eso resuelto, hay que pasar a lo que sigue: Prepararte para que pases por una verdadera señorita, no puedes ir por ahí actuando como un chico, tendrás que hacer la ilusión de que siempre has sido niña.

Yuri levantó las cejas en sorpresa. No le gustaba como se oía eso.

—¡De eso nada! —exclamó el joven molesto— ¡Ya es bastante malo ser una chica! ¡No quiero actuar como una!

Socorro solo rio ante la reacción de su hijo y respondió:

—Tendrás que, porque para empezar hay que comprarte ropa nueva.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué tiene de malo mi ropa actual?! —replicó Yuri levantándose de la silla.

Pero su respuesta quedó contestada cuando Yuri notó que la antes ajustada camisa del pijama ahora le quedaba como camisón. En este asalto tenía que aceptar que su papá tenía razón.

***

Aceptando su derrota en ese tema, Yuri entró a su habitación y empezó a vestirse, confirmando que en efecto necesitaba ropa nueva: su ropa de hombre le quedaba muy holgada, las playeras y camisas podía usarlas de camisón mientras que sus pantalones no solo se le caían pese a que los había ajustado hasta el último agujero del cinturón, sino que además se le hacían algo pesados.

Para ocultar el cambio de su cuerpo Yuri se volvió a poner la sudadera azul pese al calor que hacía y una gorra para ocultar sus rasgos faciales que se habían vuelto, si era posible, más femeninos.

—Es una suerte que varios de los vecinos ya se hayan ido de vacaciones —dijo Socorro entre abriendo la puerta—, habrá menos chance de que te vean con tu “nuevo look”.

Una vez que comprobaron que no había moros en la costa, Socorro y Yuri salieron del departamento hasta el estacionamiento en donde abordaron el viejo Cutlass. Mientras viajaban, Socorro le explicó a Yuri que no irían a comprar la ropa a algún lado dentro de Xomalitlán, pues alguien podría verlo, por lo que irían a un centro comercial en las afueras de la ciudad vecina de Ocotlán, al cual llegaron luego tras una media hora de viaje en carretera.

Socorro giró a su izquierda y se introdujo en el estacionamiento del centro comercial. Yuri bajó del auto y miró el lugar, no era nada del otro mundo, solo una enorme caja de color verde con el logo de la empresa en la fachada. Padre e hijo se introdujeron y dentro, Yuri pudo ver para su alegría que había poca gente en el lugar, lo que significaría que las posibilidades de que alguien conocido le viera bajaban todavía más.

Siguió a su padre hasta el área de ropa femenina. Mientras iban hacia allá, le preocupó que si alguien no pensaría raro de que un hombre como Socorro, acompañado de una jovencita, estuvieran comprando ropa femenina, pero al llegar al área y ver el precio de la ropa, una preocupación más urgente llegó a la cabeza de Yuri.

—Oye papá, ¿de verdad vas a poder comprarme ropa sin problemas? No se ve nada barata.

Socorro estaba ocupado viendo algunas marcas y tallas de ropa, por lo que contestó sin mirar a su hijo.

—Tú no te preocupes, tenía una cuenta de ahorros especial para este día.

Yuri suspiró. De verdad todo esto tenía tiempo de ser planeado.

Durante la siguiente hora, fue Socorro quien se dedicó a escoger la ropa para Yuri mientras el muchacho se limitaba a ver cómo su papá iba por ahí y por allá escogiendo blusas, pantalones y faldas. Socorro juntó una gran variedad de ropa para chica y ahora solo quedaba…

—Ay no… —dijo Yuri con los brazos caídos frente al vestidor.

—Ay sí —respondió Socorro—. Tienes que probarte la ropa para ver que te quede, porque no quiero hacer devoluciones.

Yuri suspiró hastiado. Tomó algo de ropa y se metió al vestidor en donde  acomodó las prendas en el gancho que estaba en una de las paredes y comenzó a desvestirse para probarse la selección de su padre.

Como todavía no le habían comprado sostenes, se quedó con el torso desnudo y ahí, tan cerca del espejo, se dio cuenta de algo que no había notado por estar concentrado con su problema.

Miró su reflejo con atención: su cabello lacio, sus ojos azules, su piel blanca, su complexión delgada, sus senos firmes que cabían en sus manos… Yuri conocía a la persona que le miraba desde el espejo.

Era algo que él ya sabía cuando era un hombre, pero ahora que era mujer era mucho más evidente: era el vivo reflejo de su madre.

Furioso, Yuri apretó los dientes, levantó su puño y estuvo a nada de estrellarlo contra el espejo, pero se contuvo. Se relajó lo más que pudo y después de limpiarse algunas lágrimas que querían escapar de sus ojos, comenzó a probarse la ropa que su papá había elegido.

***

Luego de una larga mañana donde estuvieron comprando toda clase de ropa, incluida interior y zapatos, padre e hijo al fin regresaron a su pequeño departamento en Xomalitlán.

—Mete tu ropa interior a lavar —le dijo Socorro mientras dejaba las llaves sobre el refrigerador—, no sabemos si algún pervertido la tocó y mejor estar prevenidos, mientras yo hago de comer. ¿Quieres algo en especial?

—Lo que sea está bien —dijo Yuri tomando la bolsa donde estaba su nueva ropa interior y yendo al pequeño patiecito del departamento, pero antes de abrir la puerta, se detuvo y preguntó—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Claro —respondió Socorro un poco extrañado.

—Mamá… —comenzó Yuri— ¿Ella sabía de esto?

Socorro bajó la cabeza, una sonrisa amarga se dibujó en su rostro y respondió:

—Sí.

Yuri suspiró, temiendo hacer una pregunta que a fin de cuentas hizo:

—¿Saber esto fue lo que la hizo dejarnos?

Socorro se tomó su tiempo para contestar, pero al final dijo:

—Sí…

Yuri tensó los labios.

—Ya veo —fue lo único que dijo antes de entrar al cuarto de lavado y cerrar la puerta tras de sí.

Socorro mientras tanto bajó la cabeza y torció la boca con tristeza.

«Fue una de las razones… pero no la principal —pensó con dolor—, todavía no puedo decírtelo todo Yuri, pero cuando el momento llegue… espero que sepas perdonarme»

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