Capítulo 5

En definitiva ese sin duda había sido el día más extraño de toda su vida. Encerrado en su habitación mira el desorden que su discusión sin sentido había causado y termina lanzándose a la cama para mirar el techo, quiere creer que todo es parte de una pesadilla.

Quiere creer que sigue dormido y al despertar, todo será como antes, cuando no había ningún espíritu acechándolo, ni novias fugitivas a mitad de la noche. Cierra los ojos intentando dormir, pero no fue fácil lograrlo, no era posible dejar de pensar en Daniela y en la reacción tan inesperada de Amber. Cómo pudo irse con una simple excusa, y aún más, decir que es su exnovia y va a cancelar la boda, cuando ella era la que tanto insistía en ese evento. Por varias horas se pierde en hipótesis y más preguntas, ve películas, noticieros aburridos, revisa sus trabajos pendientes y después de mucho casi a las cinco de la mañana se queda dormido.

Nunca antes vio tanto vacío en su sueño, quizás por su subconsciente solo quería buscar paz. De pronto empieza a escuchar el molesto despertador a lo lejos, va saliendo del limbo del sueño y ahora escucha la música irritante de una llamada. No tiene ganas de abrir los ojos y golpearse con esa realidad tan loca de la que intenta escapar, más la llamada insistente seguía y poco a poco se sumerge en su cabeza y lo sacude de la cama. Extiende el brazo para tomar el teléfono, sin ver quien es contesta de mala gana.

—Más les vale que sea de vida o muerte o se arrepentirá por despertarme.

—Desde cuando eres tan grosero, hijo. —se escucha la voz de su padre.

—Hola, papá —. Abre los ojos y echa un vistazo a la ropa de Amber aun tirada en el piso y se gira gruñendo.

—¿Sigues en la cama?

—¿Y a dónde se supone que esté? Son las seis de la mañana y es… —Iba a decir domingo cuando el recuerdo de Dani aparece de golpe cortando sus palabras.

—Sé que es domingo. —dice su padre sin prestarle atención a su repentino silencio. —Solo quiero saber cómo sigues después de que esa mujer te abandonara.

Se escucha bastante feliz, cualquiera diría que tiene una bola de cristal para enterarse de todo lo malo que pasa en mi vida. Más, recuerda que es el dueño del edificio donde vive y los empleados le cuentan todo. No es que sean chismosos, es lealtad con su jefe y porque él mismo les pide informes de su vida, a pesar de que le dio libertad de hacer lo que quisiera.

—¡Que rápido corre el chisme! Yo aún no asimilo la realidad y tú ya estás celebrando.

—¿Y por qué no hacerlo? Es la mejor noticia que he recibido en años desde que estas con ella. —Se carcajea de una manera irritante. —Te tengo preparado una sorpresa, abre la puerta.

—Es muy temprano, no tengo ganas de levantarme de la cama.

—Déjate de tonterías y abre la puerta, estoy subiendo a tu departamento.

—¡No! ¡No voy a salir de la cama, déjame dormir unas horas más!

—Sabes que si no abres, de igual manera entraré. —Corta.

“¡Carajo! En verdad es irritante” se dice tomando la almohada en la cara para ahogar un grito de frustración en ella. Deja la cama con pereza, parece que solo haga dormido unos minutos. Somnoliento camina a la salida mirándose apenas de reojo en el espejo. Pasa los dedos por su cabeza para acomodarse un poco el cabello. Llega a la puerta y al acercarse a la mirilla, ve a su padre sonriendo. Abre y de inmediato este extiende los brazos para envolverlo con un cálido abrazo.

—Bienvenido a la soltería, hijo.

— ¡Es en serio! —cierra la puerta mientras él camina hasta la cocina.

—Estoy tan feliz por ti, que hoy te prepararé el desayuno.

—No tengo dudas de tu felicidad, padre. Pero, en serio, no tengo ganas de estar de pie, apenas he dormido unos minutos. Estoy muy cansado.

—¡Vamos! Muchacho —Se acerca para llevarlo a la mesa —Deja el estrés, te preparé un desayuno levanta muertos.

Lo sienta a la mesa, se quita el saco gris y lo coloca en el respaldo de la silla, enrolla las mangas de su camisa blanca hasta la mitad del antebrazo y se cuelga el delantal.

—¿Qué fue lo que te dijeron? —Pregunta Leonardo, masajeando sus sienes.

—Solo que la doctora Amber, salió con su bata de dormir bajo su abrigo, con sus maletas en las manos y de muy mal carácter, se subió a su auto y se perdió en la carretera. —habla muy feliz.

—No le veo la gracia a ello.

—Te aseguro que es la mejor decisión que pudiste tomar.

—No la eché, ella se fue después de... —Guarda silencio.

—¿De qué?

—Es difícil de explicar y no entenderías, seguramente terminarías juzgándome como ella y hasta me enviarías a un manicomio.

—No sé dé que hablas, pero no estás loco, hijo. Los errores no son parte de la locura. —Empieza a moverse en a la cocina.

Sin poder creerlo ve a su padre muy animado usar los utensilios de cocina, entre chiflidos cortar, pica, fríe y prepara el café.

—Ayer tuve un día muy extraño, papá. No sé si fue porque me pasé de copas o mezclé tragos, pero… yo…

—¿Qué sucede, por qué no confías en mí?

—Es que… no sé cómo decirte que…

—¿Tan grave es lo que sucedió que no puedes decírselo a tu padre?

—No es eso, solo que si lo hago, vas a llamarme loco.

—Te escucho — se quita los guantes de cocina y se sienta.

—Ayer, vi un fantasma.

—¿Un fantasma? —se sonríe— y esa aparición echó a la calle a la loca de Amber.

—¡Papá! Es en serio. Todo el día estuvo persiguiéndome y cuando estuve con Amber en la cama, yo vi algo horrible en su cara y la lance al piso.

—No fue un demonio, solo la viste sin maquillaje. —Se carcajea su padre.

—No se para qué te cuento mis problemas, si no te interesa mi vida amorosa con ella. —se pone de pie, furioso.

—Tú me importas, lo que haga esa mujer, es asunto suyo. ¿La boda está cancelada, verdad? —Pregunta emocionado.

— ¿Qué? ¡No! ¿Por qué supones eso? Solo necesitamos tiempo y…

— ¿Tiempo? ¡Por favor, hijo! La vida te da una oportunidad para enderezar el camino. No me digas que estás pensando en traerla de vuelta. Eso sería un terrible error. —Se levanta para emplatar lo preparado.

— ¿¡Error!? No entiendo por qué te desagrada tanto Amber, si es la mujer que amo.

—Eso no es amor, hijo y lo sabes. —Lo señala con la espátula. —¡Mírate! Cada fin de semana vas al club de Richard a embriagarte y meterte con cuanta mujer se te aparece en frente. Si no hay fidelidad, no hay amor. Lo tuyo no es amor, es deseo carnal y no te culpo, Amber es la clase de mujer proporcionada que enloquece a cualquier hombre. Pero, no es para tenerla a tu lado el resto de la vida.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Algún día vas a darme la razón y te aseguro que me agradecerás el haberte convencido de no buscarla.

—Sigues siendo el mismo insensible de siempre, creí que con los años habías cambiado, pero sigo equivocándome contigo. —Camina a su habitación.

—¡Hijo!

Ya no quiere escucharlo, solo hace de cuenta de que no hay nadie, camina hasta su recámara y al abrir la puerta los recuerdos aparecen y fue como si estuviese viendo a Amber tomar las maletas y tirar la ropa con furia dentro de ellas. Una sofocación lo invade y es como si todo le diera vueltas. Lleva sus manos a la cabeza y se sienta en la cama mirando las prendas en el piso.

 Por unos segundos se pierde en el vacío y luego al observarse en ese gran espejo de la pared, ve que ha cambiado mucho, pero por dentro seguía siendo el mismo chico temeroso que intentaba encontrar ese gran amor, capaz de desvanecer los recuerdos de ese ayer, donde Daniela era todo en su vida.

Instantes después su padre ingresa y al observar el desorden, entendió un poco a su hijo. Se sienta a su lado y colocando una mano sobre su hombro deja un cálido “Lo siento” era la primera vez que su padre le mostraba su apoyo y eso hizo que Leonardo llevara la mirada hacia él.

—¿Quieres contarme lo que sucedió ayer?

—Si lo hago, prometes no burlarte.

—No creo que sea tan descabellado. ¿O si?—sonríe.

—Bueno, es que…

Justo en instante ve a Dani junto la puerta sonriendo. Lleva la mirada hacia ese punto sintiendo paz y emoción por volver a verla. Su padre hace lo mismo, un poco extrañado porque su hijo, se pierde en el vacío ignorándolo.

—¿Qué miras? —pregunta sacándolo de esa tranquilidad.

—Padre. —Ahora fija sus ojos en los suyos. — ¿Crees que Amber me ame?

—Ya sabes lo que pienso de ella y de sus sentimientos vacíos. ¿Por qué de repente quieres escucharme?

—Anoche. —Lleva la vista una vez más a la puerta, pero Dani ya no estaba. —Anoche conocí el otro lado de ella y de pronto dejé de sentir… yo… bueno, es que…

—Dilo con calma. —Vuelve a posar una mano en su hombro.

—Cuando se fue, no la detuve.

—Hijo, creo que la pregunta correcta es ¿Por qué sientes que ya no la amas?

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