Capítulo 7. En mi sueños

M I L A

"—Abre la boca—susurra cerca de mi oído, lo hago lentamente—buena chica, chupa—y hago lo que me pide, el líquido se derrama de entre mis labios, una risa ronca sale de su pecho haciendo que vibre de pies a cabeza. Me acomoda en la oscuridad el antifaz.

—Está rica la fresa—pasa su lengua por el lóbulo de mi oreja y luego chupa, me estremece. Mi espalda se arquea a esa sensación, comienzo a sentir la humedad. — ¿No puedes quitarme el antifaz? Está igual de oscuro...

—Me encanta como te retuerces a mis caricias. Mi dulce, Mila, pero tengo una duda—ronronea cerca de mi oído nuevamente ignorando mi pregunta— ¿Cómo sabrás? Quiero deleitarme con tu sabor, ¿Puedo?

Asiento mientras tiro de las esposas al sentir como sus labios bajan por la curva de mi cuello, luego a mis hombros desnudos, tiro de nuevo.

—Te vas a lastimar, así que no vuelvas hacerlo o habrá un castigo—sus labios bajan a mis pezones erectos, lo atrapa y lo chupa. Gimo, me retuerzo, pero no tiro de las esposas que están sobre mi cabeza. Me muerdo el labio, casi hasta doler. Luego se pasa a mi otro pezón duro, y hace el mismo trabajo. Gimo, jadeo, estoy sudando, y estoy demasiado húmeda. Nuestras respiraciones son inestables, puedo escuchar mi corazón hacer pum, pum y pum dentro de mi cabeza.

La adrenalina me va a volver loca y luego se me viene algo a la cabeza en medio de todo el deseo y la desesperación. Cruzo mis piernas para evitar que llegue a mi centro húmedo.

—Te dejaré probarme con una condición—puedo sentir como sonríe contra la piel de mi vientre.

— ¿Para probarte necesito aceptar una condición? hum... interesante—intento armar la pregunta sin estar abrumada con la excitación del momento.

—Dame tu nombre, solo eso. Me tendrás abierta para ti...—casi es una súplica.

—Sabes quién soy, mi dulce y amada Mila—sus labios bajan ansiosos hasta mi centro húmedo, intento tener la fuerza para cerrar mis piernas, pero el deseo gana, sus manos acarician mis muslos internos y es cuando todo se va por la borda, gimo, jadeo, y estoy a punto de venirme cuando su lengua y sus labios se deshacen en mi sexo. Intento callar mis gemidos, pero no puedo, es demasiado intenso, fuerte, cargado de una pasión indescriptible.

—Repite mi nombre, Mila—pide, pero no puedo decir algo cuando me estoy convulsionando con mi propio orgasmo, siento como sube por encima de mí y me quita las esposas, besa cada muñeca y con sus labios lo arrastra por mis manos, estoy en mi propio torbellino de sensaciones, he tocado el cielo...—voy a entrar en ti, y quiero que digas mi nombre...

Me voltea boca abajo en posición de cuatro, intento agarrarme de la cabecera de herrería, pero no alcanzo cuando entra en mí de una estacada, lanzo la cabeza hacia atrás al mismo tiempo que me toma de mi cabello, susurra a mi oído...

—Di mi nombre, sabes quién soy, Mila—insiste mientras entra y sale de mí.

—Espera, no sé...—cada embestida me hace removerme del deseo, incrementando cada sensación camino al segundo clímax, embiste con más fuerza. Estoy a unas cuantas embestidas de tocar el cielo de nuevo.

— ¡Di mi nombre! ¡Sabes quién soy, maldita sea! ¡Soy yo, soy tú…!"

Me reincorporo como un resorte de mi lugar, las sensaciones de mi orgasmo se han evaporado en un dos por tres al salir de mi sueño. Estoy jadeando en medio de la oscuridad de mi habitación, el sudor está por todo mi cuerpo y estoy a punto de echarme a llorar.

— ¡¿Quién eres?!—golpeo a mis costados sobre la cama como una niña haciendo una pataleta o berrinche. Intento tranquilizarme, pero no puedo, salgo de la cama con las rodillas temblorosas. Llego al baño, me mojo la cara una, dos, tres veces hasta calmar la temperatura de mi cuerpo, la cabeza me da vueltas y las punzadas comienzan a hacer su trabajo. —Maldita sea...

Regreso a mi habitación en busca de mi bolso, busco las pastillas y me tomo una para calmar el dolor. Me siento en la orilla de la cama y me quedo mirando fijo en la alfombra que está en mis pies...

— ¿Eres mi qué? ¿Por qué estos sueños siguen atormentándome? ¿Quién eres? ¿Acaso te he olvidado? ¡Dimeeeeeee! ¡Dimeee por favor! ¡Solo dame una señal! ¡Por favor!—las lágrimas caen por mis rojizas mejillas, me cubro el rostro y un grito sale de mi pecho, un grito de dolor, algo en mi pecho se estruje, un fuerte dolor, me dejo caer sobre la cama y me hago ovillo llorando como una niña, llorando por algo que no recuerdo, solo sé qué está instalado en mi pecho, en mi corazón y es como si fuese una pérdida, una gran pérdida.

Lloro desconsoladamente...hasta quedarme dormida abrazada a la almohada del otro lado de mi cama.

***

— ¿Estás bien? tienes los ojos hinchados—Dexter se reincorpora de la silla para acercarse a mí a toda prisa cuando me ve entrar a mi oficina.

—Estoy bien, es solo que no he podido dormir—tiro mi bolsa en el sillón, me dejo caer y luego Dexter se sienta a mi lado, dejo caer mi cabeza en su hombro y el hace lo mismo, pero contra mi coronilla. — ¿Recuerdas los sueños que he tenido en todos estos meses después de salir del hospital?

—Sí, ¿Sigues sin saber quién es ese hombre? —pregunta curioso y atento a mi conversación.

—Si, por más que supliqué que me diga su nombre en mis sueños, cuándo está a punto de decirlo, despierto. Anoche...—mi voz se quiebra. Me cubro mi boca para intentar reprimir un sollozo. Dexter se da cuenta, en silencio me rodea y me abraza a él con fuerza.

—Sé que duele no recordar, si tuviese las respuestas te ayudara a aclarar esa mente. Pero no sé nada más de ti, solo que tenías un mes desde que saliste del hospital y ya estabas trabajando en este proyecto del restaurante. Me contrataste como mánager y desde entonces sé lo que tú sabes, Mila. ¿Y tú amiga, Kate? ¿La del otro día? Ella es tu mejor amiga desde hace muchos años, ella debe de saber qué es lo que no puedes recordar...

Mi corazón se encoge.

—Dice que le duele recordar el accidente y cambia el tema.

— ¿No has intentado ir con un psicólogo? ¿El tema de la hipnosis? ¿La has intentado? —arrugo mi entrecejo intrigada.

—Nunca, pero me interesa saber un poco más—subo las piernas contra mi pecho mientras Dexter me sigue abrazando, ha sido un buen amigo después de un año.

—Tengo un amigo. Se llama John Cox, es bueno en su trabajo. Quizás pueda arreglar una cita, ¿Qué opinas?

—Me gusta la idea, ¿Desde cuándo lo conoces? —se remueve en su lugar.

—Después de haber perdido a mis padres, me recomendaron buscar un psicólogo. Así que desde entonces... estoy yendo con él. Una vez por semana, desde hace casi un año.

Nos quedamos en silencio.

—Lo siento, por tus padres.

—Gracias, Mila.

***

— ¡Qué descanse, señorita Davis! —cierro la puerta despidiendo a los últimos empleados. Pongo el seguro, la alarma y regreso al interior del restaurante, a mi oficina. Me dejo caer en el sillón y contemplo los papeles que están sobre la superficie de la mesa que adorna en medio de la sala dentro de mi oficina. Las ventas han aumentado, tengo varios listados de otros lugares donde podría poner otro restaurante. Me retiro mis zapatos y subo los pies al sillón con un puñado de hojas, me recargo en el respaldo del sillón y me concentro.

El sonido de mi móvil me hace retirar la mirada de los documentos, sigue sonando y bailando en la superficie de la mesa frente a mí.

— ¿Quién será? —miro el reloj frente a mi colgado en la pared. 2:46 am. Lo tomo y sigue sonando, deslizo el botón para contestar y me lo pongo en el oído mientras doy una revisada distraída a los documentos de mi mano. — Mila Davis.

Se escucha una respiración agitada del otro lado de la línea, dejo los documentos sobre mi regazo donde tengo cruzado mis muslos. Repito— ¿Sí? ¿Quién es? —la respiración es agitada, me tenso. Miro la pantalla y es un número privado. —Voy a colgar.

—Espera—me congelo en mi lugar...esa voz. Mi cuerpo se tensa de pies a cabeza, tiro los papeles de mi regazo y me reincorporo de un movimiento.

— ¿Quién eres? Dime quién eres—susurro y mi cuerpo se vuelve tembloroso, mis piernas amenazan con tirarme al suelo y solo escucho la respiración agitada. — ¡Dime quién eres! ¿Por qué no hablas? si no hablas voy a colgar—y el silencio se escucha reemplazado por un “Bip”

Ha colgado.

—Eres tú...el hombre en mis sueños.

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