3. Anthony

El teléfono suena, y miro el identificador de llamadas con ceño fruncido, es un número de Vienna, solo conozco a un par de personas allí, pero este era mi número personal. Solo mi familia tiene mi número personal.

— ¿pasa algo? — pregunta David, tomando una cesta con biberones y mirándome, le hago una señal para que permanezca en silencio.

— Connors — saludo, del otro lado de la línea, escucho un débil suspiro, es femenino, y envía un escalofrío por mi espalda

— Anthony — estoy tenso como un arco en cuanto reconozco la voz, pero mi sorpresa es remplazada con preocupación cuando escucho un sollozo aterrado

— Adeline — trago con fuerza — ¿Qué sucedió? ¿Dónde está Otto?

— Otto está muerto — llora, y puedo sentir sus nervios a través del teléfono — Anthony, e-esos hombres lo-lo mataron, yo… No sé a dónde ir ni…

— Adeline, cálmate — pido, David me mira con preocupación, apartándolo, busco un bolígrafo en uno de los cajones y arranco un trozo del calendario de la pared — ¿Dónde estás?

— E-en un motel, no sabía dónde ir...esos hombres...creo que Otto mató a uno, el otro...— más llanto y quiero maldecir. La mujer y yo a penas nos conocíamos realmente (bueno, un poco más que eso) pero ella era la esposa de uno de mis compañeros de equipo en una misión a Irak hace unos años. Fuimos los únicos que salimos con vida. Los había visto por última vez hace unos meses, poco después de la boda de Eleanor.

— Adeline, respira mujer — pido, tenso y preocupado — ¿Dónde está el otro hombre?

— n-no lo sé, lo perdí en casa, escapé como pude... — lloriquea ella, es una mujer dulce y sensible, así que debía estar muerta de miedo — por favor...necesito tu ayuda.

Apretando los ojos, lo dudo, podría enviar a varios compañeros e incluso a mis hermanos para lidiar con esto, pero tenía un mal presentimiento, y la promesa que le hice a Talia de no ponernos en peligro podría romperse, lo sentía en los huesos.

— Por favor... — insiste, y me tiene. Miro a mi cuñado con dureza, el hombre era enorme, pero su manera ligeramente infantil de ser conseguía irritarme, incluso si había probado saber cómo defenderse.

— Dame tu dirección, estaré allí tan pronto como pueda — aseguro, ella tartamudea el nombre del motel y suspira con voz temblorosa — Adeline, paga en efectivo, no uses la tarjeta de crédito, para nada. Deja tu celular en cualquier parte y rompe la tarjeta sim.

— d-de acuerdo — dice ella, miro a mi cuñado

— ¿Puedes conseguirme un avión privado a Austria? — el ruso asiente, con una pregunta en sus ojos — ¿autos? ¿matriculas? ¿un par de cientos de euros?

— lo que necesites, pero...— le doy la espalda.

— Adeline, enciérrate en la habitación y por nada del mundo se te ocurra salir, no abras la puerta y si alguien va por ti, llámame, dile al recepcionista que te consiga comida y un teléfono desechable, dale todo el efectivo que tengas o firma un pagare, llegaré tan pronto como pueda.

— bien, yo...gracias — dice, pero me limito a colgarle antes de girarme hacia mi cuñado

— ¿Qué tanto demora tener tu avión listo? — pregunto, dando zancadas hasta la sala, Eleanor y la novia de Matt están allí, mi hermana, perceptiva como siempre, le pide a la niña que se retire mientras yo me acerco a la caja fuerte detrás del cuadro de la sala, ambos me miran con sorpresa, ¿realmente creían que no conocía cada rincón de la maldita casa?

— Anthony ¿qué pasa? — pregunta mi hermana, David está al teléfono y me mira.

— el piloto estará listo en una hora ¿a dónde irás? — dudoso, me giro hacia ellos mientras aparto las joyas y tomo el arma que había escondido dentro.

— Austria, necesito también un auto esperándome cuando llegue — mi hermana nos mira, mosqueada

— Hermanita, necesito que cuides a Talia un tiempo — suelto. En ese instante, Kyle y Scott entran en la sala, seguidos de Ethan y Henrry, todos tienen expresiones graves. habían sentido que algo iba mal

— ¿Qué es? — pregunta Henry llegando junto a mí, cruza los brazos en mi dirección

— Otto está muerto — explico, miro a Ethan — prepara mis maletas, no sé qué podría encontrar, quiero todo el equipo.

— ¿Otto está muerto? — pregunta Scott, Ethan se limita a dar media vuelta para buscar mis cosas en el apartamento — ¿qué hay de Adeline?

— Ella me llamó, tengo un mal presentimiento — digo, mirando a mis hermanos uno por uno a los ojos. En silencio, todos aceptamos el trato.

Yo iría, ellos me apoyarían de lejos, cuidarían a la familia.

— No hagan su cosa rara de gemelos — grita Anne, alterada. Desde que regresamos de Rusia habían pasado muchas cosas, pero mi hermanita no era la misma, su cabello seguía corto y se le veía más cohibida — no me dejen fuer de esto.

Los cinco la miramos, dolidos, ella sigue sin recordar lo que le pasó, pero nosotros mismos la vimos, su cuerpo lleno de golpes y heridas. El terror en su rostro...

— Anneasha — digo, tomándola por los hombros y obligándola a sentarse. Ella es solo un par de años menor que nosotros, pero siempre que nos íbamos a la guerra, ella estaba allí — solo es un trabajo

— eso dijiste la última vez, Anthony — llora — piensa en Talia, ella...

— ¿qué hay conmigo? — Maldiciendo internamente, miro a mi hija, está en el pasillo, sus pantalones rotos, top oscuro y camisa a cuadros, sus tatuajes llenando sus brazos eran casi todos iguales a los míos, daba un aspecto de chica ruda. Pero yo la conocía mejor — Responde, Connors.

— Talia — interviene Henry, pero mi niña no escuchará, me mira fijamente

— Responde Connors — demanda.

— Debo irme — digo levantándome y llegando a ella — solo un par de semanas Talia, lo prometo

— prometiste que no te irías — llora, apartando las lágrimas con furia, lo que mancha su rostro de rímel — no otra vez. Lo de tía Anne fue diferente ¿qué vas a hacer?

— Talia... — pido, dando un vistazo, al reloj. No llegaría a tiempo, pero mi pequeña iba primero — Esto no es Irak, no es Pakistán, no es la guerra bebé

— Me importa un culo la guerra — escupe — ¿no es suficiente con las pesadillas? — se queja en lenguaje de señas. Lo que forma un nudo en mi garganta. Teresa. De mis cinco hijas, una de ellas, la mayor de todas era sorda. Y todos en casa habíamos aprendido con ella.

— Ellas jamás se irán — respondo con señas también, pero mi pequeña tiembla

— no hablo de las tuyas.

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