Angelique
Me despierto desorientada y aturdida. No sé dónde estoy ni por qué me encuentro aquí. Lo único que me permite identificar este lugar es el sonido de las máquinas ubicadas a mi izquierda y que no paran de sonar.
Mientras reacciono, siento unas punzadas en mi zona baja, miro mi vientre y termino por hacerlo de forma abrupta.
—¡Mi hijo! ¡Mi niño! —No paro de gritar. Necesito saber si mi niño está bien. No pasa ni un minuto cuando entra una enfermera a calmarme.
—¡Cálmese, señorita, por favor! —Dice ella elevando su voz para que la escuche.
—¿Qué hago aquí?
—Tuvo un accidente y perdió el conocimiento. —Me explica.
—¿Qué? ¿De qué está hablando?
—Señorita, lleva un mes internada en el hospital.