Capítulo IV

Ya me quedan pocas horas para que mi merecido descanso termine, y que mejor manera de disfrutarlo que a orilla de la playa, con mi libro en mano y un coctel, a la sombra de una hermosa sombrilla, sin perder de vista los muchos hombres con cuerpos esculturales que pasan delante de mí, un deleite para mi mente tan agitada después de lo de ayer. Aun siento en mi boca la calidez de los labios de Adam, el calor de sus manos en mi espalda, traspasando la tela de mi blusa, la evidente reacción de tan acalorado beso sobre mi vientre.

Justo en ese momento, a lo lejos veo un cuerpo que resalta, una mirada que me busca, unos ojos que recorren mi cuerpo y puedo sentir como lo acaricia, no distingo su rostro, pero si siento su presencia, cada vez lo tengo más cerca y el hormigueo en mi vientre surge de repente, de pronto, un ruido en el fondo me perturba, es muy insistente, cada vez más fuerte…

El puto teléfono infernal me ha despertado de mi sueño espectacular, no sé porque no lo puse en silencio. Estiré mi brazo para buscarlo y contestar, aun medio dormida:

—Hola… —contesto sin ver quién es.

—¡Gea cariño!, por fin contestas… en casa estamos emocionados con la noticia, yo sabía que tarde o temprano se cumpliría mi sueño de verlos juntos.

La voz excitada de la madre de Valery, me obligó a sentarme apresuradamente en la cama.

—Lo único que les reprocho es que me tuve que enterar por otros y no por ustedes —continua—. Mariana estaba desconcertada cuando me llamó y me contó sobre su fin de semana en la casa de Waimanalu sin avisar

—No lo podía creer —su voz de emoción me tenía desconcertada—, enseguida hablé con tu abuela, no me pude contener… mi mayor deseo era tenerte como hija… Adam nunca ha presentado a nadie en casa como novia formal, así que esta es una felicidad por partida doble. Al final, Dios me escuchó, ahora ustedes enamorados y a punto de casarse, han convertido mi sueño en una hermosa realidad.

—Quiero que sepas que todos estamos muy emocionados.

Increíble todo lo que ha hablado y no he podido decirle nada, ni siquiera contestarle el saludo ¿de qué se trata todo esto?, no entendía nada, ¿Qué ya habló con mi abuela? ¡Dios mío!, menudo lío.

—Se lo dije a Adam cuando lo llamé más temprano. ¿Ya tienen fecha para la boda?, ¿Han escogido el sitio?, nosotros le regalaremos la luna de miel… ¡Santo cielo, no te he dejado hablar!, debes entender lo emocionada que estoy ¿verdad?

¡Qué!, ¿de qué habla?, ¡el mundo se paró y no me di cuenta! ¿Boda?, ¿Qué pasa aquí?, estas confesiones me dejan atónita.  Poco a poco comprendí que la madre de Adam creía que nos íbamos a casar. ¿Por qué diablos no le confesó Adam la verdad?

Iba a aclarárselo, pero de pronto pensé que, si Adam fue el que inventó todo esto, era él quien debía corregir el error, ¡él y su gran bocota!, con lo chismosa que era la señora Mariana debía haber supuesto que lo primero que haría sería llamar a sus padres.

Terminé la llamada sin recordar siquiera que contesté. Estaba realmente aturdida con la información y más aun con todo lo que representaba su contenido.

Como un autómata me levanté, decir que tenía la mente en blanco era decir poco, no podía hilar un solo pensamiento, estaba aturdida solo aparecían palabras aislada en mi cerebro cual comiquita: boda, Adam, abuela, padres, compromiso, matrimonio.

—¡Noooooo! —un grito angustiado salió de mi boca mientras me bañaba. Giré la llave de agua fría lo más que pude a ver si de esa forma, el frío y la fuerza con que salía el agua, congelaban los pensamientos asesinos que en este momento me estaban surgiendo por Adam.

No era la mejor forma de empezar un lunes, primero la llamada, segundo la angustia que me generaba lo que pudiera pensar mi abuela, tercero se me hacía tarde para ir a trabajar, así que terminé rápidamente de arreglarme, menos mal que usar uniforme me ahorraba pensar en cómo combinarme diariamente, mientras pasaban los minutos mi mal humor iba en aumento, y el causante tenía nombre y apellido ¡Adam Cole! Hasta que él apareció nuevamente en mi vida, todo iba bien y ahora, de pronto, todo estaba fuera de control.

Llegué tarde y tuve que saltarme el almuerzo para poder cumplir con todo lo que estaba planificado, a media tarde pude sentarme a comerme un tentempié y mi mente empezó a procesar todo lo que había pasado, y entendí en el gran problema en el que estaba metida, no solo eran los padres de Adam y Valery, también mi abuela estaba enterada.

¿Cómo le explicaba a mi abuela que todo era una mentira?, ella siempre ha tenido un afecto especial por Adam y ese siempre fue su sueño, aunque después de la conversación de anoche con Steve acepté que muy en el fondo de mi alma también era mi sueño adolescente hecho realidad… ¡Arggg que impotencia!, he caído en la trampa de mi subconsciente.

Llegué a la casa sobre las siete de la noche, más cansada mental que físicamente, un baño relajante me calmaría mientras pienso como salir de este enredo sin afectar a nadie…

Mientras preparo el baño recuerdo que en quince días saldré de vacaciones, me tocará pasar unos días con la abuela y trataré de explicarle todo lo que ha pasado. Siempre nos hemos entendido, lo comprenderá. Le diré la verdad, a ella nunca le he mentido, aunque si le he ocultado un par de cosas, pero ¿quién no lo hace?, quizás se sienta defraudada, pero yo no dije semejante atrocidad, ¡fue Adam!, aunque en el fondo de mi alma piense que de atrocidad nada, me hubiera gustado que fuera verdad, pero es algo que jamás admitiré.

Media hora después ya estaba en la cocina para hacerme una cena ligera, me estaba sirviendo un poco de vino cuando una sombra se proyecta sobre mí, me volteo rápidamente y el susto que me da el ver de quien es, hizo que mi copa se cayera y el cristal estallara a mis pies.

—¿Va a cenar sola mi Bruja Roja? —me dice con sorna.

—¡Adam! —le digo sobresaltada—. ¿Qué haces aquí? —Le reclamo—. ¿Cómo entraste?

—Son muchas preguntas, mi amor —arqueó las cejas— Primero, vine a cenar con mi prometida —me dice mientras alza unas bolsas de comida que había traído, que por cierto huelen delicioso—, segundo, tengo llaves y entré por la puerta principal. ¿Alguna otra pregunta?

La ira se refleja en mi rostro y mi lengua reacciona primero que mi cerebro.

—¿Cómo es que tienes unas llaves de este apartamento Adam?

—¿En serio necesitas una respuesta a eso, Gea? —me dice con voz de hastío—, te recuerdo que vives con mi hermana menor, y en una de las propiedades de la Corporación Cole…

—Eso no te da derecho a tenerla —le interrumpo furiosa.

—Mi querida Gea —me dice mientras entrecierra los ojos y se toca el puente de su nariz—, que te parece si comemos y lo discutimos calmadamente, he tenido un día duro y no he podido comer nada, pensé que si traía comida podíamos conversar y planificar lo que le diremos a nuestras familias.

—Adam, tú fuiste quien inventó esta historia y se la dijiste a la señora Mariana como un hecho. ¡La conoces desde siempre, deberías haber previsto que enseguida le hablaría a tu madre para contárselo! —le digo alterada.

—Ahhhh, ¿así que ya habló contigo? —me contesta con picardía.

—Conmigo, con mi abuela y para este momento con la mitad de Hawái —afirmé con amargura.

—Estás exagerando Gea.

—¿Yo exagerando? —exploté—. Tú hablaste con tu madre, ¿por qué no desmentiste la historia? ¿Por qué no le dijiste que era un error?

—¿Y por qué no lo hiciste tú?

Me le quedo mirando perpleja.

—Gea, seré sincero contigo —suspira hondamente y con la mirada fija en mis ojos me dice—. Una de las razones por lo que lo hice es porque necesito con urgencia una prometida, debo cerrar un negocio en San Francisco muy importante con un empresario inglés demasiado conservador. Cuando pasó el incidente de la casa de Waimanalu no tenía intención de involucrarte, pero no puedo contra el destino, ¡fuiste la respuesta a mis plegarias! —Agregó con un guiño—. Y la otra es que mamá estaba tan feliz, que no tuve el valor de decirle la verdad.

¡Egoísta petulante!, fue lo único que se me vino a la cabeza.

Adam me dedicó una mirada especial que alteró mi pulso. Recorrió mi cuerpo con lascivia y me hizo consciente que solo llevaba puesto una camiseta que apenas cubría la mitad de mis muslos y debajo solo mis pequeñas bragas de encaje. Por su forma de mirarme se daba una idea. Mil sensaciones corrían por mis venas sin poder evitarlo, y las benditas mariposas estaban en mi vientre instaladas dando vueltas.

—Mi preciosa, Gea —me susurra—, podría acostumbrarme a que me esperes en casa así.

Me sonroje ante su comentario, me regañe mentalmente porque estaba reaccionando como una idiota adolescente. Adam quería algo de mí y no me lo pidió, sino que movió todas las teclas a su favor, hará hasta lo imposible para involucrarme en su plan. ¡Pero no lo logrará!

—Sabes que eso no pasará, Adam —le digo con aspereza—. Lo único que yo quiero de ti, en este momento, es que aclares este asunto y que se les diga a nuestras familias la verdad.

Esperé a que él tratara de convencerme de lo contrario, y vi con temor como se acercaba peligrosamente a mí, no podía moverme porque aun en mis pies estaban los pedazos de vidrios de la copa de vino que se me había caído.

Con cuidado puso las bolsas sobre la encimera, y siguió acercándose, me rodeo con sus brazos y sentí su aroma varonil, agarró un trapo, se agachó hasta donde estaban los vidrios y empezó a recogerlos, estaba peligrosamente cerca de mí, su aliento rozaba mis piernas, lo que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda.

Aunque el momento duró unos pocos minutos, fue demasiado íntimo, el terminó de recoger los vidrios y me dice:

—Bueno, si no quieres comer, no lo hagas —expresó de buen humor—. Yo muero de hambre

Con mucha tranquilidad sacó la comida de las bolsas, dispuso todo en la mesa para que los dos comiéramos, ¡Camarones salteados con vegetales!, ¡Mis favoritos!, yo no hago más que mirar cada uno de sus movimientos.

Con un excesivo gesto de caballerosidad me señala una de las sillas del comedor informal de la cocina, no tengo más opción que sentarme, además que el olor tan maravilloso me abrió el apetito. Me sirve una generosa porción y ambos empezamos a comer en silencio. La despreocupación en el rostro de Adam me causa alarma, y aunque seguimos comiendo en silencio la tensión se siente en el ambiente.

—Gea —me habla con esa voz ronca y sensual que hace que mis hormonas despierten—, hagamos una tregua, solo te pido un mes, ya pronto saldrás de vacaciones, así yo cierro el negocio con el inglés y podemos estar con la familia, se darán cuenta que no somos el uno para el otro y entenderán que rompamos.

—Sé que me precipité al decirle a la señora Mariana que estábamos comprometidos, pero fue lo que se me pasó por la cabeza en ese momento, sabiendo cómo es ella con respecto a las mujeres solteras —continua—, pero solo te pido por favor que me ayudes con esto, es muy importante para mí, a cambio te daré lo que me pidas.

Yo me quedo mirándolo escéptica, en mi mente suenan engranajes como la máquina que piensa rápidamente…

—¿Me darás lo que yo quiera Adam? ¿Estás seguro de lo que dices?

—Completamente seguro —responde muy serio.

Yo me quedo mirándolo pensativa, mi mente procesa todo rápidamente, es una oportunidad de independencia, veo que se siente incómodo ante mi silencio, pero sigo procesando la información, termino de armar el rompecabezas de ideas en mi cabeza y le contesto:

—Está bien, Adam. Seguiré tu juego…—Lo veo expirar fuertemente, lo interrumpo antes que vaya a decir algo—, pero tengo condiciones, la primera es que les digamos la verdad antes que terminen las vacaciones y la segunda la tendrás por escrito pasado mañana, si las aceptas, entonces tendremos un trato.

—Tenemos un trato entonces —dijo levantando su copa en señal de celebración con una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Yo le seguí el juego, aunque la expresión que vi en su rostro fue más de angustia, pero no hice preguntas.

Terminamos de comer en un silencio cómodo, como ambos teníamos hambre, nos sumimos en nuestros propios pensamientos y en la comida. Justo al terminar de comer, de una de las bolsas Adam saca un chesse cake con cubierta de fresa, adoro esa torta, él lo sabe y ahora sé que todo lo hizo propósito.

—¿Qué otra cosa pretendes Adam? —pregunto inquieta—, la cena, el vino, el postre, justo los que me gustan, ¿Qué más quieres sacar de este acuerdo?

Me mira fijamente por unos segundos que se me hacen eternos, trato de mantenerle la mirada, en señal que no me amedrenta, menos mal que estoy sentada porque las piernas me tiemblan. Son muchos años disimulando, espero no lo note…

Al fin rompe el silencio luego de terminar su copa…

—Tienes un sobresaliente en intuición, mi querida Bruja Roja, en realidad hay tres cosas importantes que quiero discutir contigo —Su cara vuele a ser la del frio hombre de negocios.

—Ya sabía yo que había alguna trampa en esto —contesto furiosa—, pero déjame decirte que no estoy dispuesta a hacer nada que…

—¡Basta Gea!, aunque me provoques mucho no voy a hacer nada que tú no quieras —dice con ironía—, pero en estos momentos hay cosas más importantes.

Voy a interrumpirlo, pero el continua…

—Necesito que me acompañes a San Francisco dentro de dos semanas, tengo la reunión con el dueño del hotel que pretendo comprar, pero quiere que vaya con mi prometida, en quince días sales de vacaciones, así que viene bien el tiempo.

«¿Qué?, ahora si se volvió loco».

—La segunda cosa —continua—, es que debes terminar tu relación con el enamorado que tienes, no voy a permitir que me pongas los cuernos mientras dura nuestro acuerdo.

«¡Ohhh Dios, pero que ridiculez es esta!».

—Y, la tercera, nuestra fiesta de compromiso es en dos días, por lo que nuestras familias harán el anuncio en el salón de convenciones del hotel.

Me paro tan rápido que la silla se cae hacia atrás…

—Estás realmente loco Adam si pretendes que yo haga caso a todas tus exigencias —la furia habla por mí.

—No puedes pretender que esta farsa involucre a más gente —grito llena de ira—, bastante mal me siento mintiéndole a mi abuela y a tus padres, como para que también afecte mi trabajo.

—¿También me pides que deje mi amistad con Steve? ¿Es que acaso estás loco?

Mi respiración es agitada, camino de un lado a otro del comedor sin contenerme, creo que si no me calmo voy a tener un ataque de pánico.

Lo veo pararse con suma tranquilidad para ir a la cocina, mientras yo trato de calmar mi respiración…, no puedo pensar coherentemente, regresa con un vaso con agua, me lo tiende.

—Tómalo con calma, eso hará que te tranquilices.

—No necesito tranquilizarme, necesito que esto jamás hubiese ocurrido —le grito.

—Velo de esta manera Gea, es un trato, luego de un mes podrás regresar a tu vida y yo a la mía me dice con una frialdad que me estremece.

Luego de un breve silencio me dice:

—El anuncio se va a hacer en el salón de convenciones, así que a mí también me afectará.

—Sí, pero tú y tu familia son los dueños, yo solo la empleada.

Coloca el vaso sobre la mesa, y camina hacia mí, yo retrocedo, pero la pared no me deja seguir, él llega hasta mí y me toma por los hombros, el calor de sus manos sobre mi piel desnuda me eriza la piel.

—Cálmate Gea, te estoy pidiendo un favor de amigo, sé que la forma como llegamos a esto ha sido un tanto complicada, pero en estos momentos necesito de tu ayuda, no confío en nadie más —me dice con angustia en su voz—, luego de esto podrás pedirme lo que sea y yo cumpliré mi parte del trato.

Por un momento noté en sus ojos una vulnerabilidad que nunca había visto.

—Suéltame, Adam —susurro.

Él, luego de pensarlo un momento me suelta, yo camino hacia el ventanal, tratando de alejarme de la tentación de sus manos y lo que su boca cerca de la mía me provoca.

Paso unos minutos en silencio, mirando la noche a través de la ventana, el ambiente está cargado de mucha tensión, quizás me arrepienta de esto, pero al final me volteo y le digo:

—Está bien Adam, te ayudaré, pero para ti también van las mismas condiciones, además que, mañana tendrás una última condición que no tiene discusión y te la haré llegar por escrito.

Veo en su cara una mezcla de alivio y sorpresa, camina hacia mí, pero enseguida lo paro.

—¡Alto allí Adam!, será mejor que te vayas, ya hemos dicho todo lo que hay que decir por esta noche.

—Pero Gea…

—Necesito descansar, mejor te vas y seguimos hablando mañana.

El me mira sorprendido por mi reacción, pero recoge su abrigo y se dirige a la puerta. Yo lo sigo unos pasos más atrás. Cuando llega y abre se voltea:

—¿No hay beso de buenas noches para tu prometido? —susurra divertido.

—No tientes a la suerte Adam.

Sin más, veo cómo se aleja…, mientras yo me quedo parada con un sinfín de sentimientos encontrados.

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