IV

Academia Militar Confederada, Planeta Telunen V, seis semanas después.

Alara se encontraba rodeada de otros cadetes como ella formando una hilera que disparaba sus rifles láseres contra blancos holográficos móviles.

—Cadete Althar —le dijo el instructor, un viejo y curtido capitán Viraki, y Alara dejó de lado su arma y se colocó en posición de firme diciendo:

—¿Sí, señor?

—Descanse. Permítame felicitarla, su puntería ha mejorado notablemente en cada una de las prácticas de tiro.

—Gracias, señor.

—Y revisé también su desempeño en los ejercicios de vuelo de ayer y permítame decirle que es impresionante. Realmente posee usted un talento innato para pilotear naves de guerra.

—Gracias, señor.

—Siga así, Cadete, y llegará lejos en la Milicia.

—Sí, señor.

—¡Cadetes! —llamó el Capitán a todos sus educandos y estos detuvieron sus disparos, presentaron armas y se pararon firmes frente a su instructor. —¿Se divirtieron disparando?

—¡Señor, sí, señor! —respondieron al unísono.

—Bien, bien. Es todo por hoy, pueden irse a sus barracas. Descansen, porque mañana tendremos una dura práctica con equipos de realidad virtual donde simularemos una batalla en tiempo real.

—¡Señor, sí, señor!

—¡Ya lárguense de aquí! —terminó de decirles con un gesto manual y las filas se rompieron.

Fuera de las horas de entrenamiento la relación entre el instructor y los cadetes era un poco más informal y flexible, si bien se mantenía una cierta distancia. En todo caso Alara tenía que esperar a Richard quien la iba a visitar ese día y aprovechó para conversar un rato con el veterano capitán que la acompañaba en la entrada principal de la Academia, contándole algunas anécdotas jocosas de sus épocas de servicio militar que la hacían reír.

Richard finalmente llegó y Alara los presentó animadamente.

—Capitán Ka’tar, él es mi novio Richard Sevilla, Richard él es mi instructor el capitán Ka’tar.

—Mucho gusto, señor —le dijo Richard recibiendo un apretón del militar que lo sacudió todo.

—Igualmente, muchacho. Cuide mucho a esta chica porque tiene potencial. Algún día será una gran oficial.

—Eso sin duda —reconoció Richard— estoy muy orgulloso de ella.

—Y… —agregó dándole unos codazos y guiñando un ojo— no la canse demasiado, necesita estar fresca mañana…

Tanto Richard como Alara ignoraron esa petitoria y se fundieron esa noche en una apasionada faena sexual dentro del diminuto, pero al menos individual, dormitorio designado para ella. Ya antes habían hecho el amor muchas veces pues Alara decidió perder su preciada virginidad con Richard muy poco después de volverse novios formales. Alara encontró que la actividad sexual previa a un pesado entrenamiento de alguna manera le mejoraba notoriamente su desempeño.

—¿Sabes, Alara? —le dijo Richard mientras ambos se abrazaban desnudos y ella tenía su cabeza sobre su hombro— en dos meses terminan las clases tanto en la Universidad como en la Academia y comienzan las vacaciones de fin de año estándar.

—Lo sé.

—Asumo que irás a tu casa ¿no?

—Por supuesto.

—Sabes que tu padre se enterará tarde o temprano de todo ¿no?

—Sí, sí… lo sé… ¡Por los dioses que lo sé! —suspiró— pero todavía no tengo idea de que voy a hacer…

En efecto el año lectivo finalizó y los estudiantes dejaron las aulas y se encaminaron de regreso a sus planetas de origen. Alara obtuvo calificaciones excelentes dentro de la Academia y le dieron un reconocimiento formal, pero no disfrutó de la ceremonia porque seguía ensimismada y preocupada por la reacción de su padre. Se introdujo a la nave espacial que la llevaría a Xith y siguió meditando sobre aquello todo el camino hasta que estuvo en la órbita de su mundo natal. Ya a este punto se despreocupó del asunto y decidió que no tenía más opción que decírselo todo, y preferiblemente de una sola vez.

Sus padres la recibieron en el puerto espacial con muchos abrazos y besos, preguntándole como le había ido en la Universidad y ella dispensaba respuestas lacónicas. Atravesaron el desierto hasta la pedregosa pero cómoda y perfectamente acondicionada casa donde vivían, en cuyo interior había unos suaves almohadones sobre un suelo alfombrado que utilizaban tradicionalmente los Xith para sentarse.

—Tengo tres noticias que darles, y será mejor que se sienten.

Sus padres acataron. Alara sabía que su madre era una mujer comprensiva y amorosa que, de no ser por la devota obediencia que le promulgaba a su padre, aceptaría sin cuestionar sus decisiones. En cambio de su progenitor podía esperar cualquier reacción… sólo rogó que no sacara su viejo rifle láser de la vitrina y le volara la cabeza.

—¿Sucede algo malo, hija? —preguntó su madre en tono preocupado.

—No realmente. Simplemente quiero informarles de las decisiones que he tomado y que no son sujetas de debate.

—¿¡Que!? —preguntó su padre ya algo irritado…

—Papá, quiero que sepas que te amo y te respeto y siempre lo haré, pero ya he tomado las riendas de mi propia vida. Sé que no aprobarás lo que te comunicaré pero tendrás que aceptarlo porque no cambiaré de opinión. Primero, sé que has sido partidario del Bloque toda tu vida, como tu padre, y tu abuelo y tu bisabuelo, etcétera, pero yo no. Ahora soy simpatizante de la Coalición e incluso participé de actividades organizadas por su Juventud.

—Me decepcionas —dijo malencarado pero tranquilo— siempre pensé que eras más inteligente y que no te dejarías engatusar por las mentiras propagandísticas de la izquierda. ¡Pero en fin! ¡Has lo que quieras!

—Lo otro que debo decirles es que a principios de este año dejé la Universidad Teluni e ingresé a la Academia Militar.

—¿¡QUE!?

—Sí, papá. Quiero ser militar y de hecho mis superiores están muy complacidos con mis capacidades. Soy la primera en mi clase.

—¡Por los dioses! ¡Alara! —clamó— ¡Una mujer Xith no debe ser militar! ¡Eso está estrictamente prohibido en los Libros Sagrados…!

—¡Por favor, papá! ¡Deberías sentirte orgulloso de tu hija! Estoy siguiendo tus pasos.

—Bueno, bueno… está bien… —reconoció más calmado— de todas maneras cuando veas la dureza de la vida militar vas a volver a la realidad.

—Eso lo veremos, papá. Ahora va la última noticia que tengo que darte…

—Pues sea lo que sea ya no puede ser nada peor…

Alara se aclaró la garganta pensando “Espera y verás”

—Tengo novio —dijo y su padre quedó boquiabierto y con los ojos desorbitados— y es… es humano. Se llama Richard Sevilla y es el hijo del famoso líder sindical coalicionista Francisco Sevilla. Tenemos ya casi un año de salir y lo amo. Debes de saber que aún sin tu aprobación voy a seguir viéndolo y sólo los dioses saben que sucederá en el futuro. Ya no soy una niña y tomaré las decisiones que me plazcan. Eres libre de aceptarme o no, es tu decisión. ¿Has comprendido, papá? ¿Papá? ¿¡Papa!?

—Hija llama al médico, tu padre sufrió un desmayo…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo