LA CIUDAD DE LOS DEMONIOS cuarta parte

 Unos días después, deliberadamente partió con su cincel una piedra de manera que un trozo golpeó a un capataz. Cuando los capataces se aproximaron a propinarle una tremenda golpiza por la afrenta, Medreth se lanzó al suelo fingiendo que lloraba y diciendo:

 —¡Perdónenme, se lo suplico, poderosos y piadosos capataces! ¡Ustedes que son tan nobles que se sacrifican por su pueblo, viviendo aquí, bajo el ardiente sol, en medio de nosotros! ¡Mientras sus hermanos disfrutan de los frutos de su arduo trabajo!

 Los capataces la golpearon, pero no tanto ni por tanto tiempo como lo hubieran hecho normalmente, porque la duda que sembró en sus mentes los distrajo del castigo.

 Cuando los recolectores llegaron a recoger los productos de la cantera, los capataces con mentes envenenadas, los confrontaron sobre su situación desventajosa. Hubo enfrentamientos y dos capatace

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