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—Ya estoy acostumbrada— levanto los hombros y busco mi celular en mi bolsillo, en cuanto el auto empieza a moverse recuerdo que esto puede ser demasiado peligroso, le mando un mensaje a Cat diciéndole con quién estoy y que si no sabe nada de mi mañana llame a la policía. —No me has preguntado en donde vivo— le digo algo nerviosa, él se mantiene con la mirada fija en el camino y sus manos en el volante.

—Jajajaja discúlpame, no quise ser grosero, pero ya que estás algo mojada e indispuesta creí buena idea invitarte a mi departamento por un café no sin antes conseguirte algo que te puedas poner—. Lo dice como si fuera cualquier cosa, me siento raptada, pero algo dentro de mí me dice que acepte, siento una sensación que nunca había sentido antes, peligro y emoción.

—No es necesario, lo agradezco, pero creo que es demasiado— se estaciona fuera de una tienda bastante grande y cara de ropa para mujer.

—Por favor, insisto, no me gustaría que te resfríes— voltea hacia mí recargando su cabeza en el asiento y me sonríe con tanta ternura que me derrite.

—Pero… yo no tengo como pagártelo— me asomo por su ventana y veo la tienda con detenimiento, jamás he comprado algo ahí, es demasiado caro— y menos si es de está tienda.

—jajajajajaja no te lo estoy cobrando, es un regalo, los regalos no se cobran— toma de nuevo el paraguas y sale de su puerta para rodear de nuevo el carro y abrir la mía, me ofrece su mano para salir y la tomo con algo de desconfianza. Cuando estamos afuera y siento que es mi momento para huir noto que Casidy nos siguió en su carro junto con sus amigas y de nuevo me da ese arranque de valentía por no decir de estupidez. Camino con Nikolai y entramos.

La tienda es enorme, llena de maniquís con ropa hermosa, de corte de diseñador, aunque es muy ostentoso y bonito no significa que sea útil o indispensable, puedo vivir sin nada de lo que hay aquí y aun así ser feliz, prefiero la nueva consola y un videojuego decente a ropa. Se acerca una señorita de silueta fina, cordial, pero altiva. Ve a Nikolai con interés, no sé si por el estatus que aparenta tener o porque es un hombre guapo.

—Buenas tardes, ¿están interesados en algo en particular?

—Sí, necesito que vistan a esta señorita, la dejen radiante para tomar un café conmigo ¿será posible?— ambos voltean a verme fijamente.

—El pago ¿será con efectivo o tarjeta?— se me hace una pregunta muy grosera, pero Nikolai no se inmuta.

—¿Perdón?— expreso mi molestia con mi voz de inconformidad, pero ninguno de los dos me hace caso.

—Con efectivo— camina hacia mí Nikolai y me sonríe orgulloso —el cielo es el límite, confío en su buen gusto— voltea a la señorita y ella con una sonrisa me toma de la mano y me jala hacia los probadores.

La cordialidad y la amabilidad van de la mano si las puedes pagar. Busco con la mirada  Nikolai, lo veo suplicante por que detenga esto, pero solo me sonríe agradado de que acepté. La señorita va tomando prendas de ropa de todos lados, de vez en vez voltea a verme como para deducir mi talla y sigue tomando cosas. Llegamos a los vestidores y me coloca en uno bastante amplio, me entrega la ropa y me sonríe emocionada.

—Te verás divina con esto.

Me quito la ropa blanca algo sucia por la lluvia y me coloco unos pantalones ajustados color negro y un suéter delgado de cuello de tortuga con manga larga color vino. Cuando me veo al espejo me quedo sorprendida, acostumbrada a verme de pantalón de mezclilla y playeras holgadas de repente veo ante mí una chica que parece elegante, inalcanzable, presumiendo sus curvas con ropa ajustada, pero sin caer en la vulgaridad. La puerta vuelve a abrirse y me acerca una gabardina negra, llega hasta los muslos y es ligera; me doy cuenta de los detalles, de la calidad de la tela, es hermosa; me la pongo y entonces le da un poco de seriedad a mi atuendo, me veo conservadora, elegante y sexy.

—Wow… esto es demasiado para mí— y no lo digo porque la ropa valga demasiado como para poderla portar yo, simplemente nunca he considerado que las cosas materiales te den un valor a ti como persona y de repente portarlas, aceptar que me regalen algo así me hace sentir hueca. Díganme prejuiciosa, pero prefiero las baratas de fin de mes que esto.

La puerta del vestidor se vuelve a abrir y la señorita me acerca un par de botas color negro y ambas bajamos la mirada a mis calcetines de ositos que están al descubierto, claro, ya sabía yo que algo me faltaba y supongo que ponerme mis tenis blancos percudidos no entona con el resto de mi outfit. Me volteo hacia el pequeño banco de terciopelo rojo y quito mi ropa echa bola para poder sentarme, la señorita me ofrece echarla en una bolsa de su marca y me sonríe cálidamente, yo intento corresponderle la sonrisa, pero me siento nerviosa y algo dentro de mí se retuerce, como si por dentro quisiera rehusarme a seguir con lo que ocurre, simplemente entregar la ropa y salir de la tienda, no volver a subirme a ese auto aunque tenga que llegar caminando a mi casa bajo la lluvia, pero no lo hago, solo sigo viéndome al espejo ahora con las botas puestas, con ese mal sabor de boca, amargo.  

—Tu tío es muy dadivoso contigo, debes de ser su sobrina consentida.

—¿Él te ha dicho que es mi tío?— le pregunto con cautela, claramente desea sacar información.

—No… pero lo sospeché, no es tan viejo para ser tu padre.

—Pues no es mi tío— bajo la mirada intentando no ver su reacción de sorpresa.

—Oh… vaya.

—Es un amigo— como si fuera algo súper común tener amigos más grandes que te compren cosas a cambio de nada, ¡claro! Lo ves todos los días ¿no?

—Claro, un amigo— se mantiene seria y cordial como al principio.

—Sí, es un amigo, lo acabo de conocer ayer y… bueno eso no suena bien jajaja— de nuevo evito su mirada, estoy consciente que eso solo terminó de arruinarme.

—Te ves hermosa— me ve de arriba abajo —eres una niña muy bonita, con o sin esta ropa y vales demasiado ¿lo entiendes? muchísimo, ni toda la ropa del mundo, ni un carro, ni nada material puede comprar tu belleza natural, de jovencita, ni lo que hay dentro de ti— parece preocupada, supongo que saber que el hombre adinerado que me espera afuera no es mi familiar la puso en alerta, además de mis metidas de pata constantes y mi nerviosismo, parezco más una víctima de secuestro, claro si los secuestradores llevaran a sus secuestrados a tiendas caras para comprarles ropa.

—Gracias, lo tendré en cuenta— asiente con la cabeza y con un toque de desilusión se aleja para permitirme salir del vestidor, me toma de la mano y me lleva de regreso a la boca del lobo, cada paso repercute en mi cabeza y me entran las ganas de salir corriendo de la tienda, pedirle ayuda, pero me quedo callada.

—En verdad, si… necesitas ayuda créeme que te la podemos brindar, solo necesitas pedirla— insiste con el tema, supongo que esa curiosidad se volvió horror al suponer mi situación.

—Gracias, pero… estoy bien— ¿en verdad estoy bien?

Cuando llegamos a donde esta Nikolai, todo ese miedo y pánico que sentía desaparece en cuanto lo veo. Él no se ha dado cuenta de nuestra presencia, está sentado en uno de los asientos de la tienda viendo su celular, la forma seria en la que permanece absorto lo hace ver demasiado atractivo y no puedo creer que tenga el interés de un hombre tan guapo. Levanta lentamente la mirada de su celular y en cuanto me ve el ceño fruncido se borra de su rostro y una sonrisa se dibuja, su mirada brilla y parece que en verdad le gusta lo que ve. Se levanta del asiento y camina hacia mí haciendo que mi corazón se acelere cada vez más, puedo sentir que late tan fuerte que todos los demás pueden escucharlo, sube por mi cuello y retumba en mi cabeza haciendo que se me olvide incluso respirar.

—Perfecta— sonríe con no solo con sus labios si no también con sus ojos y mi rostro se pone caliente, de seguro estoy más roja que un jitomate.

—Me alegra que le gustara el resultado, por favor, el pago se realiza en caja, permítanme guiarlos— dice la señorita de forma cordial, nos entrega la bolsa con mi ropa blanca y mis tenis y la termina tomando Nikolai.

—Creo que no es necesario que gastes tanto en un regalo para una desconocida— le digo algo apenada.

—La idea es que no seamos desconocidos Samantha, quiero que nos volvamos amigos— cuando dice eso mi piel se eriza, sé muy bien cuál es el final de ese plan que inicia como solo amigos, pero no puedo evitar emocionarme, mis labios intentan desesperadamente sonreír aunque intente evitarlo, mi cuerpo reacciona como se le pega la gana.

—Bueno, mis amigos no suelen regalarme regalos tan caros— una sonrisa se vuelve a formar en sus labios.

—¿Qué clase de amigos has tenido? Es algo normal en el mundo del que vengo.

—Pues lamento decirte que no podré darte regalos tan caros, no es como que te pueda llevar a una tienda para caballeros y le diga al encargado que te vista.

—Jajajajajajajajajajaja bien, entonces me conformaré con tu compañía— se me hace un nudo en el estómago por que sé bien cómo interpretarlo.

Nos acercamos a la caja y cuando hacen el cobro se me hace una suma de dinero estúpidamente elevada, innecesaria, antes de que pueda debatirlo y argumentar que prefiero regresar la ropa, Nikolai saca un fajo de dinero hecho rollo, saca lo que necesita y el resto lo guarda de nuevo con tranquilidad, tanto la cajera como la señorita que me ayudó a escoger la ropa se quedan sorprendidas y yo con la boca abierta. Regreso la vista hacia la mujer que me acompañó y ella también está preocupada, como si pudiera ver mi futuro y fuera algo que nos aterra a las dos. Aprieta los labios intentando callar, supongo que entiende el peligro en el que me estoy metiendo mejor que yo misma.

—¿Nos vamos?— escucho la voz de Nikolai y de nuevo al ver sus ojos miel se me olvida todo el temor que me pueda provocar, me ofrece su mano y yo la tomo sin dudar. 

Salimos de la tienda y ha dejado de llover, Casidy se ha ido, siendo ella mi fuente de valentía por las ganas de demostrarle que no solo ella es atractiva y no solo ella tiene la atención de hombres importantes, pero parece que no quiso esperar. Nikolai me ofrece entrar a su auto, deja mis cosas en la cajuela junto con mi mochila y de nuevo nos ponemos en camino, recuerdo que me ofreció tomar un café en su casa y la piel se me eriza, es claro que ir a la casa de un hombre a ver una película o a tomar café o a hacer cualquier cosa aparentemente inocente no tiene un buen final, no por nada han hecho muchos chistes de eso en internet, chistes de los cuales yo me reía bastante, ¿Quién diría que ahora el chiste voy a ser yo?

Tomo de nuevo el celular y veo que Cat ha estado mandándome mensajes, todos acompañados de “jajajajaja” y sarcasmos, respiro profundamente y escribo una sola frase: “Sálvame, vamos a su casa”. Espero que esta vez si se lo tome en serio.

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