III

Capítulo 3

Dulce Pecado.

Lunes en la noche.

Entré al club donde comencé a trabajar hacía tan solo una semana: Dulce Pecado, las luces de colores encandecían mi mirada y la música estaba a nivel bajo porque todavía no habían abierto al público. Me dirigí al camerino, las muchachas estaban caminando de un lugar a otro arreglándose y maquillándose.

—Llegas tarde, Tentación —murmuró Helsey o su nombre artístico “Azul”, ella ya tenía el maquillaje oscuro y su vestimenta exótica de sostén de lentejuelas y bragas de hilo, fue la primera chica que conocí aquí.

Tentación era mi seudónimo, mi nombre en el club para todo el mundo, tenía que elegir uno y ese fue el primero que se me ocurrió.

 Me senté al lado de su asiento y me miré en el espejo adornado de luces para comenzar a maquillarme, me estaban comenzando a salir bolsas debajo de mis ojos, tendría que comenzar a usar corrector de ojeras, o pastillas para dormir, últimamente las pesadillas no me dejaban conciliar el sueño.

—Solo cinco minutos tarde —murmuré, las clases que tuve en el día me habían dejado la cabeza revuelta de tantos números y al llegar a mi habitación de residencia dormí una sienta de diez minutos que en realidad se convirtió en dos horas.

Odiaba la universidad.

—Hoy vienen los jefes —dijo—, quieren ver que tal es el nuevo personal, así que hoy compórtate como toda una zorra.

Me tensé, ¿venían los jefes? Sentí mi respiración acelerarse, habíamos entrado cinco chicas nuevas al club, pero solo nos dieron instrucciones y se aseguraron de que tuviéramos 21 años, aprendimos de las demás chicas como jugar con los clientes y dar shows, no había presión, pero que vinieran los jefes a supervisarnos me ponía bastante nerviosa a pensar de que yo si tuve un entrenamiento antes de entrar a aquí.

Ser estríper no era tan complicado, solo quitarte la ropa de manera sensual y saber mover la cintura, caderas y el culo, y claro, estar cómoda con tu cuerpo, yo siempre estuve cómoda con mi cuerpo, no me molestaba andar desnuda.

—Gracias —murmuré terminando de maquillarme, debía calmarme, solo eran los importantísimos jefes adinerados; dueños de las cadenas de clubes de Dulce Pecado a nivel nacional, joder, iba a hiperventilar.

Me cambié a mis bragas de hilo y sostén de lentejuelas, unos altos tacones con plataforma que me hacía descansar los pies y la ropa ligera que iba encima apenas cubriendo algo.

Bien, a comenzar el show.

Salí con las muchas al club, bailando y caminando mientras la gente llegaba, se pensaría que los lunes no habría movimiento, pero lo cierto era que el club siempre estaba lleno, era raro cuando no había gente, mi horario eran los lunes, jueves, viernes y sábados, desde las 9 de la noche hasta la madrugada que el trasporte nos llevaba, era un poco forzoso pero la paga era muy buena.

Estaba en una de las mesas bailando en uno de los tubos, ya llevaba unas cuantas propinas de hombres que ya estaban borrachos, cuando de repente mi mirada fue hacia las personas que acababan de llegar, eran varias, pero solo me enfoqué en una.

Zacarías Milano.

El dueño de todas las cadenas de Dulce Pecado.

Empezó con un solo club, luego comenzó a extenderlos por todo el país y actualmente era una de las personas más millonarias e influyentes del mundo. Venía rodeado de guardaespaldas, este era uno de sus clubes más grandes y exitosos, por eso me metí a trabajar aquí en primer lugar, sabía que en cualquier momento él iba a venir y justo él era la persona que buscaba.

Mis ojos fueron a los hombres que lo acompañaban y me congelé por medio segundo al ver el familiar cabello blanco y luego cuando volteó reconocí el rostro de Ethan, estaba siguiendo de cerca a su padre, iba otro muchacho también pero a ese no lo reconocí.

M****a.

¿Pero qué hacía él aquí? Es decir sabía que era el hijo de Zacarías pero no creí que estuviera involucrado en el negocio de su padre. Me había quedado tan sorprendida que no reaccioné a tiempo e Ethan fue el primero en alzar la vista hacia mí como si hubiera percibido mi mirada.

Doble M****a.

Me voltee rápidamente para bailar dándoles la espalda intentando inútilmente no ser vista, lo cual era tonto porque tenía un antifaz que cubría la mitad de mi rostro y estaba segura de que no me reconocerían.

Aun así mi corazón estaba acelerado, porque había humillado a Ethan frente a todos en el juego de ajedrez donde se creía el rey. Joder, yo misma había lanzado la soga a mi cuello, él era parte de los jefes, nos iban a supervisar, solo esperaba que no me reconociera porque me podía despedir únicamente porque le venía en gana o por venganza, ahora él tenía el poder.

No dejas de cagarla, Rose.

Seguí bailando de espaldas un buen rato, sin embargo me monté en el tubo y cuando me deslicé dando una vuelta noté que venían a la mesa donde yo estaba.

M****a.

¡MIERDA!

Intenté regularizar mi opinión pero mis manos comenzaron a temblar.

Debes calmarte Rose, tienes una máscara es imposible que te reconozcan.

Además, eres buena en esto. No la cagues.

Hablarme a mí misma siempre me funcionaba.

Los vi acercarse a mi mesa, sin embargo Zacarías —que era la persona con la que quería hablar— apenas me miró y continuó su camino hacia una de las oficinas del fondo con uno de los supervisores de club.

Genial, lo que faltaba.

Era mi momento de brillar y él fue a atender otras cosas.

Sin embargo Ethan, y otros dos muchachos que lo acompañaban tomaron asiento en el mueble frente a mí, observándome como estaban haciendo con las otras bailarinas, evité mirarlos a los ojos, únicamente me concentré en bailar con la esperanza de p***r desapercibida y se fueran.

—Me gusta su cuerpo —comentó Ethan deslizando sus ojos desde mis pechos hasta mis pies, él tenía un vaso con lo que parecía whiskey en su mano pero no lo vi tomar ningún sorbo—, le falta seducción.

¿Disculpa?

¿Qué me faltaba qué?

Fruncí el ceño sin dejar de moverme, yo sabía seducir, podía ser sexy si me lo proponía, pero con ese hijo de puta no me provocaba ni siquiera mirarlo.

—Yo la veo sexy —comentó el chico de ojos verdes que no conocía observándome con cierto interés.

—No dije que no fuera sexy, Israel —refutó Ethan—, solo dije que no sabe seducir, creo que ni siquiera le sale. Si su seudónimo es “Tentación” debería ser más descarada.

—No me parece tan sexy… —intervino el de ojos negros pareciendo ligeramente aburrido.

Estos hijos de puta eran unos sexistas que se creían la gran cosa únicamente porque eran los dueños o conocidos del dueño.

No debía alterarme… debía mantener la calma, pero la tigresa salió de la jaula.

Le enseñé mi dedo medio con una sonrisa hipócrita mientras lo deslizaba por mi cuerpo y movía las caderas al ritmo de la lenta canción que se escuchaba.

Ellos parecieron anonadados de que hubiera hecho tal cosa.

Pero a este punto me valía m****a.

— ¿Cómo te atreves…? —dijo Ethan, sin embargo el de ojos negros lo interrumpió diciendo:

—Así que la niña tiene garras —sonrió—. Hagamos esto más emocionante —él tenía un cigarro entre sus dedos índice y anular encendido, le dio una calada y continuó diciendo mientras soltaba el humo: —Si no logras convencernos de que puedes seducir, te echaremos a patadas. ¿Entiendes bonita?

M****a.

Tragué pesadamente saliva sintiendo mi pulso acelerado cuando afirmé con la cabeza, joder, esto me pasaba por sacar la tigresa, pero es que actuar sin pensar era mi pasión, nunca pensaba en las consecuencias. Ahora tendía de un hilo, iban a echarme a patadas si no lograba demostrar que podía seducir o ser sexy. A la m****a, tenía que actuar como una zorra, para eso me pagaban; por actuar como tal.

Ethan sacó una faja de billetes de su bolsillo y quitó un billete de 100 para enseñármelo. Joder, este sujeto si daba buenas propinas, sabía lo que había que hacer, cuando veíamos billetes íbamos hacia ellos a recogerlos de manera sexy, era una regla bastante denigrante, pero así era este trabajo.

Si querían todo un show de seducción, se los iba a dar.

Tragué saliva pesadamente bajándome de la mesa escuchando como la música del fondo fluía con Labrinth en Still don’t know my name, tornando el ambiente algo sexy… bueno, completamente sexy.

Vamos, tú puedes con esto Rose.

Tomé una profunda respiración y comencé caminando alrededor de la mesa atreviéndome a mirar fijamente a Ethan, sabía que una de las principales reglas de la seducción era mantener el contacto visual, sentirte sexy y sobre todo hacer que la persona que intentas seducir se sienta deseada.

Me sostuve del borde de la mesa y comencé a menear las caderas, él hizo una mueca de desdén, ni siquiera quise ver el rostro de los demás porque sabía que me iba a distraer. Joder, esto no los estaba impresionando, necesitaba impactarlos, que viera que sí tenía el potencia para estar aquí.

Porque realmente tenía el potencial para estar aquí.

Me volví a montar en la mesa y corrí el cierre del frente de mi camisa ligera con lentitud exponiendo mi sostén de encajes, lancé la camisa al suelo y me agarré del tubo con fuerza comenzando a subir por él y dejándome caer con sensualidad al suelo mientras agitaba mi cabello, noté como Ethan cambió su rostro serio a uno más tenso, como cuando iba perdiendo en ajedrez, lo estaba desestabilizándolo.

Perfecto.

Necesitaba seguir impresionándolo.

Me levanté apoyando mi espalda del tubo mientras me deslizaba lentamente hacia abajo y pasaba las manos desde mis muslo por el dobladillo de mi falda alzándola poco a poco hacia arriba con la mirada fija en él, hasta que la desabroché y la dejé caer quedando únicamente en mi bragas y sostén de encajes, la lancé a un lado y volví a subirme al tubo intentando seguir siendo sexy, Ethan entornó los ojos intrigado por mí, el de ojos negros y el otro muchacho que al parecer se llamaba Israel estaba hipnotizados observando mis movimientos, sin embargo cuando me dejé caer no me sostuve bien y di un golpe seco con la rodilla, Ethan se echó hacia adelante con una mueca burlona en la cara evidenciando que yo le parecía un desastre, movió la faja de billetes sacando otro como si me provocara a hacerlo mejor.

Me irritaba, pero necesitaba este trabajo y joder, también necesitaba quitarle esa sonrisa de suficiencia de la cara.

Este reto no lo iba a perder.

Me bajé de la mesa caminando lentamente hacia Ethan, sus ojos recorrieron con lentitud mi cuerpo hasta que me detuve frente él meneado las caderas y jugando con mi cabello, le di un leve empujó por el hombro y él se echó hacia atrás, su rostro nuevamente serio cuando me senté sobre su regazo colocado una pierna a cada lado de sus cuerpo comenzando a mover la cintura al ritmo lento de la canción, noté como apretó la quijada cuando pegué mi pecho del suyo y le mostré una ligera sonrisa cuando me senté directamente sobre cremallera moviendo mis caderas y restregándome contra él, lo sentí estremecerse, sus ojos azules oscuros observaron los míos y una de sus manos fue a mi cintura pero yo me levanté dándole un ligero manotazo a su mano.

—La mercancía no se toca —le susurré guiñándole un ojo y tomé los billetes metiéndolos en mi sostén montándome nuevamente a la mesa.

Noté como todos se miraron entre sí y no dijeron más nada, como lo sospeché; ellos podían gritar que algo no les gustaba, pero cuando algo les gustaba no decían ni una palabra.

Cochina gente rica.

—Te me haces familiar —murmuró Ethan—, ¿Te he visto antes?

Sí, esta mañana de hecho.

Negué con la cabeza como única respuesta y me voltee para que no siguiera intentando ver e imaginar mi rostro debajo de la máscara hasta que por fin se fueron a supervisar otra mesa.

Joder, eso estuvo muy cerca.

Debía controlar mis impulsos, era lo que siempre me decían y era lo más difícil para mí de hacer, tendría que alejarme de los hijos de Zacarías, de lo contrario podía arruinarlo todo.

El resto de la noche esperé a que Zacarías se acercara, pero nunca lo hizo, cuando salió de la reunión simplemente se fue y yo quedé completamente enfurruñada porque se suponía que esta noche hablaría con él.

Yo era un asco.

Al terminar la jornada fuimos a camerinos a cambiarnos, me atrasé porque me quedé distraída hablando con Azul de la inspección, contándole los detalles y como les callé la boca.

—No puede ser —dijo impactada—, ¿Le sacaste el dedo a Ethan?

—Se lo merecía —giré los ojos.

—Bueno, mujer, te pasaste de la línea —dijo—, él puede botarte en un abrir y cerrar de ojos, si necesitas este trabajo es mejor que ni siquiera lo mires.

— ¿Cómo no mirarlo? —Dije con sarcasmo—, no pasa desapercibido con su cabeza de champú.

Azul se rio negando con la cabeza.

—No pasa desapercibido con su belleza que parece sacada del inframundo —contradijo.

—No lo niego —me limité a decir, realmente los hijos de Zacarías eran una belleza completamente sobrenatural, no podías cansarte de mirarlos porque no podías entender tanta perfección física.

—Ten cuidado —me advirtió Azul—, no te distraigas con su belleza, Ethan no salen con el personal, ni con nadie que no cree en su nivel, así que evita caer en el Hechizo.

Tampoco era como si yo quisiera salir con él, me parecía gracioso que todos me advirtieran que tuviera cuidado.

— ¿Hechizo? —repetí incrédula.

—Sí, ya sabes… el Hechizo —me explicó—, todas lo vemos y nos quedamos hechizadas por su belleza, es un mal común, intenta que no te distraiga.

—No caer en el Hechizo —repetí—, interesante.

 Terminé de sacarme la máscara y la guardé en el camerino, para tomar mi bolso y salir junto a las demás al trasporte, venía distraída intentando cerrar el estúpido cierre del bolso que se había quedado trabado cuando de repente me estrellé contra una pared.

Hice una mueca tocando mi frente y fue en ese momento que alcé la vista para poder ver su rostro que me di cuenta que no era una pared.

Era Ethan.

Me paralicé por un momento, lucía jodidamente guapo en la noche, el viento desordenaba su cabello blanco, la tenue luz iluminaba sus ojos azules oscuros dándole esa profundidad que me intrigaba y me hizo revolver el estómago.

El Hechizo.

Ahora definitivamente entendía esa frase.

Observé como alzó una ceja para decir:

—Sabía que no lo había imaginado, eras tú.

Vaya, de seguro me esperó a la salida para verme sin el antifaz.

—Ah —dije en tono burlón—, ¿te imaginas muchas cosas conmigo?

Él entrecerró los ojos, no parecía tener mucho sentido del humor al igual que su hermano Estefan.

— ¿Desde cuando trabajas aquí? —Murmuró— No te había visto.

—Hace una semana —dije—, yo tampoco te había visto y ahora me sales hasta en la sopa.

Pude ver una de la comisura de sus labios alzarse, vaya, creí que nunca se reiría.

—Soy el encargado —dijo—, no había venido estos días.

¿Era el encargado? Joder, era mi jefe. La bocina del trasporte sonó esperando por mí.

—Eh, bueno jefe —dije—, un placer conocerte.

Me aguanté las ganas de llamarlo cabeza de champú.

—Anda —fue lo único que dijo antes de voltearse hacia una deslúmbrate camioneta plateada y abordarla.

Entonces mis sospechas eran ciertas, él me había esperado únicamente para verme la cara, era extraño, me sentía muy intrigada hacia él, pero también estaba decepcionada porque no pude lograr mi objetivo: Hablar con su padre.

Me sobresalté cuando volvió a sonar la bocina del trasporte, no me había dado cuenta que me había quedado como una estúpida viendo a Ethan irse, me voltee y subí al transporte para irme del club, tenía que evitar el Hechizo.

- - - - - - - -

Al llegar a mi residencia noté que Antonela no estaba, de seguro se había quedado con sus amigas, aunque tenía la ligera sospecha de que ella era lesbiana, igual no habíamos entablado tantas conversaciones o confianza como para que me contara tal cosa.

Me acosté en la cama gimiendo de placer cuando me quité los tacones, eran cómodos pero usarlos tantas horas bailando sí dolía. Mi teléfono comenzó a sonar, lo saqué del bolso y miré la pantalla para ver quién era, Ash. Sonreí levemente y atendí diciendo:

—El número que usted ha marcado ha sido desconec…

—No seas idiota —dijo Ash, su voz profunda casi ronca—, cuéntame, ¿viste a Zacarías? ¿Lograste alguna conversación con él?

Giré los ojos, sintiendo nuevamente el azote de mi fracaso.

—Sí lo vi y no, él ni siquiera me miró —afirmé—. Solo estaban uno de sus egocéntricos hijos supervisando al nuevo personal, y… ¿adivina qué?, hice una idiotez, en la mañana humillé a un tonto egocéntrico y terminó siendo el mismísimo Ethan; hijo de Zacarías Milano y luego le rompí el celular al hijo mayor; Estefan que al parecer es mi profesor.

Ash soltó una carcajada.

—Joder, ten cuidado con los hijos de Zacarías.

—Sí —susurré sintiéndome un poco más seria—, realmente no sé qué hacer, ¿Cómo voy a acercarme a Zacarías si apenas hoy fue al club y ni cruzamos miradas? Además me dijeron que su hijo Ethan es el encargado del club, entonces no es frecuente que Zacarías vaya.

 Él tardó un momento en responder y murmuró:

—Ten paciencia, busca opciones, tal vez… en vez de seguir humillando a los hijos de Zacarías, deberías volverte su amiga, a menos de Ethan, úsalo como túnel, si llegas a él, llegas al padre.

Abrí la boca sorprendida, eso no lo había pensado y vaya que tenía razón porque él parecía ser cercano a su papá.

¿Cómo no se me había ocurrido antes?

—Joder, eres brillante —murmuré.

—Lo sé —dijo—, debo irme, recuerda; métete debajo de sus pieles, haz lo que haga falta.

—Ajá.

Colgó.

Mordí mi labio inferior echándome hacia atrás en la cama mientras veía el techo, ahora mi objetivo era volverme amiga de los hijos del magnate, Ethan fue el primero en acercarse a mí, así que ahora yo me acercaría a él.

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