Día I: Los Dioses Deliberan

Cuadro: Santuario Elemental.

MARINA:        Hermanos elementales, les ruego me disculpen por haber interrumpido sus tareas divinas, pero era necesario que nos reuniéramos hoy, aquí, en el Santuario Elemental. ¡La situación está fuera control!

FLAMEL:          (Airado) ¡Es momento de que se haga justicia! Por esa razón, yo, Flamel, soberano del fuego, apelo a mi indiscutible superioridad ante todas las criaturas para remediar este embrollo.

SILFO:              (Ofendido) ¡Sin presunciones, Flamel! Tú podrás haber nacido primero que nosotros, pero son mis corrientes las que llevan el oxígeno a todos los seres vivos. (Petulante) Por otra parte, sin mi contribución, tu poder no podría manifestarse.

FLAMEL:          (A la defensiva) ¿Qué estás insinuando, Silfo? (Presuntuoso) De los cuatro elementos, yo soy el único con el poder suficiente para encarar este problema.

SILFO:              ¡Te equivocas! No olvides que es gracias al viento que puedes existir, sin mi corrientes de aire tu poder ni siquiera alcanzaría para encenderla llama de una vela. (Complaciente) Sin embargo, en cuento a lo de hacer justicia, estoy de acuerdo contigo.

FLAMEL:          ¡Pero cómo te atreves! ¡Yo soy el primer eslabón de la existencia! ¡Yo fui la chispa inicial!

SILFO:              (Irónico) Tú lo has dicho, Flamel: “Fuiste”. Los tiempos cambian, querido hermano.  Ahora tu función es simple: solo sirves para generar calor.

FLAMEL:          ¡Has colmado mi paciencia, Silfo! ¡Prepárate a recibir toda la potencia de mis llamaradas! (SILFO se prepara para responder al ataque. Efecto de luces y sonidos).

SILCE:              ¡Compostura, señores! ¿De cuándo acá los dioses se comportan de esa manera? ¡Debería darles vergüenza! ¡No es momento para peleas entre nosotros! (FLAMEL y SILFO se muestran apenados) Ambos son necesarios para vida… (Petulante) Aunque, sin ánimos de sonar presuntuosa, es bien sabido que existen niveles de necesidad, así que deben aceptar que es gracias a mí que la vida se mantiene en pie: Yo soy la plataforma para la evolución de las especies. Además, soy tan generosa que me desbordo en frutos y flores. 

                       

SILFO:              (Aturdido) ¿Pero qué disparate has dicho, Silce?

                       

SILCE:              Solo estoy diciendo la verdad. No es mi culpa que la verdad sea tan dolorosa.

FLAMEL:          Por si lo olvidaste, Silce, sin la influencia de Marina tu existencia carecería de importancia. Sin las bondades del agua, serías inerte.

SILCE:              (Ofendida) ¡Aquí los únicos que carecen de importancia son ustedes dos! (Sarcástica) Responde, Flamel: ¿Alguna vez has sido tocado por alguien? Tú solo lastimas a quien quiere hacer contacto contigo. (Finge tristeza) Y tú, Silfo, por más que bailes y hagas hermosas piruetas en el cielo, nadie puede verlas. (Coqueta) En cambio, yo soy concreta y palpable.

SILFO:              ¡Te has vuelto completamente loca!

SILCE:              ¡Sin ofensas! Me duele aceptarlo, pero ya veo que la envida los corroe… 

                       

FLAMEL Y

 SILFO:             (Iracundos) ¿Qué dijiste?

SILCE:              ¡Lo que escucharon! Sienten envidia porque soy colorida, rebosante y diversa. ¡Hasta tengo un traje especial para cada estación del año!

FLAMEL:          ¡Sin mi influjo el cosmos sería un desierto de hielo y tinieblas!

SILCE:              Me es indiferente… Está demostrado que la vida puede florecer en cualquier parte y bajo las más duras condiciones. 

SILFO:              ¡Yo soy el soplo vital! (Jactancioso) Eso sin contar que en mis dominios conviven todas las aves del planeta.

SILCE:              (Victoriosa) Por breves momentos, querido hermano, después bajan a descansar sobre las copas de los árboles. Y para tu información, todos los árboles me pertenecen (Ríe).

SILFO:              ¡Esta vez fuiste muy lejos, Silce! ¡Recibirás toda la furia de mis corrientes!

FLAMEL:          ¡Esto es demasiado! ¡Me las pagarás, Silce!

SILCE:              Se atreven a desafiarme… ¡A ver cuál de los tres canta victoria! 

Los tres se disponen a pelear. Efecto de luces y sonidos.

MARINA:         ¡Basta ya de peleas! ¡Ningún Elemental es más importante que el otro! Los cuatros somos necesarios para mantener el equilibrio de la vida. Si alguno de nosotros llegase a faltar, el universo entero colapsaría. Lo importante ahora es decidir qué haremos con los habitantes de La Isla Kun. Ese es el verdadero y principal motivo de esta reunión. No los convoqué al Santuario para que presumieran de sus cualidades.

SILFO:              (Apenado) Lo siento mucho, Marina… Tus palabras son acertadas como siempre.

FLAMEL:          No sé qué me sucede… Últimamente estoy actuando muy extraño… (Mirando a SILFO y a SILCE con dejo despectivo) Enardezco por cualquier tontería.

SILCE:              ¡Esto debe ser debido al vil comportamiento los kunianos! ¿Qué podemos hacer?

MARINA:         Es necesario apelar a aun castigo; no existe otra salida. ¡El daño que los kunianos nos han ocasionado es irreparable!

SILFO:              Pero si ya hemos castigado a esos ingratos en otras oportunidades ¡Y nunca aprenden de sus errores!

SILCE:              ¡Todas nuestras reprimendas han resultado inútiles! 

MARINA:         Es por eso que esta vez debemos ser infalibles. ¿Qué castigo proponen?

Todos permanecen callados. Efectos de luces y sonido durante la descripción de los castigos.

FLAMEL:          Ya que nadie sugiere nada, yo me tomaré la libertad de elegir el castigo más apropiado para hacerlos escarmentar. (Maravilla que desemboca en la ira) ¡Por qué no creamos una gran tormenta de fuego que incinere por completo a la Isla Kun! (Ríe a carcajadas. Todos lo miran atónitos. FLAMEL se muestra avergonzado) Aunque, pensándolo bien, con una oleada de calor bastaría…

SILFO:              ¡Tengo una grandiosa idea! ¡Yo propongo soplar con todas mis fuerzas hasta barrer con cada kuniano que habita en La Isla!

SILCE:              No está mal tu idea, Silfo... Sin embargo, no es tan buena como la mía. ¡Yo propongo sacudir muy fuerte a la Isla Kun hasta que desaparezca en las profundidades del mar!

FLAMEL:          (Entre maravillado e iracundo) ¡Yo propongo chamuscarlos! (Ríe a carcajadas).

LOS DEMÁS:   ¡Flamel!

FLAMEL:          (Vencido) Está bien, la oleada de calor…

SILFO:              (Aludido) No me convence tu castigo, Silce, considero que es algo corriente y predecible… ¡Yo tengo uno mejor! (Piensa) ¡Propongo crear una inclemente nevada que suma en un sueño de hielo eterno a todos los kunianos!  (Jactancioso) ¿Qué opinan? Me atrevería a decir que es una idea genial, inigualable, ¡digna de los más airosos aplausos! 

SILCE:              ¡No estoy de acuerdo! Es un castigo muy aburrido, además con el tiempo pueden llegar a descongelarse. (Piensa. Tajante) ¡Yo propongo envenenar cada cosa comestible que exista en la isla! De esa manera erradicaremos el problema desde la raíz.  ¡A qué no tienen una idea mejor que la mía, queridos hermanos!

SILFO:              ¡Te equivocas! (Piensa) Yo… Yo…

FLAMEL:          ¡Yo propongo chamuscarlos!

LOS DEMÁS:   ¡Flamel!

FLAMEL:          (Vencido) La oleada de calor…

MARINA:         Hermanos Elementales, ¡hay que ser sutiles! 

SILCE:              (Irónico) ¿Sutiles? ¿Sutiles como ellos lo han sido con nosotros? 

FLAMEL:          (Pícaro) No es que yo justifique la violencia, pero creo que lo mejor es obrar sin misericordia…

MARINA:         ¡Elementales, no es bueno obrar movidos por la rabia y el rencor! Sé que los kunianos se han convertido en seres despreciables y mezquinos, pero eso no justifica que obremos de igual manera. (Enfática) ¿A caso olvidaron que somos dioses? (Los demás dioses se muestran incómodos).

SILICE:             Creo que tienes razón, Marina. ¿Qué castigo propones tú?

MARINA:         Déjenme pensar… ¡El Eufras!

SILFO:              ¿El río que atraviesa La Isla Kun?

MARINA:        Sí, el único que existe en la Isla.

SILCE:              Pero, ¿qué tiene de especial ese río, Marina? ¿Vas a castigarlos con un río? Eso no tiene mucho sentido…

MARINA:         ¿No se dan cuenta?

FLAMEL:          Ya entiendo… Utilizarás tu poder para que el río Eufras se desborde e inunde a La Isla Kun.  (Alegre) ¡Sí, una inundación sería maravillosa! Y si no les molesta, luego podríamos chamuscamos un poco…

LOS DEMÁS:    ¡Flamel!

FLAMEL:          (Molesto) La oleada…

MARINA:         No, hermanos elementales. ¡El Eufras es la única fuente de agua dulce que tienen! 

SILFO:              ¿Pero y eso qué importancia tiene?

MARINA:         Que sin él los kunianos están condenados a desaparecer.

SILFO:              ¡Qué magnífica idea! ¡Simplemente maravillosa!

LOS DEMÁS:   ¡Sí!

SILCE:              (Transición) Marina, ¿pero no has pensado que en la Isla Kun puede estar el Quinto Elemento? (Silencio) ¡Desde hace doce años que lo estamos buscando!

SILFO:              Es cierto, si la Isla Kun desaparece, podríamos perder al Quinto Elemento para siempre.

MARINA:         Créanme, soy consciente de esa terrible posibilidad, pero si dejamos que los kunianos sigan haciendo de las suyas, corremos peligro de desaparecer nosotros, y si eso sucede, todo el universos moriría.

FLAMEL:          ¡Eso sería la mayor de las tragedias!

SILCE:              ¡Y destruir a la Isla Kun el mayor sacrificio!

MARINA:         Y estoy dispuesta a hacerlo con tal de preservar el equilibrio de la vida.  ¿Y ustedes no están dispuestos a sacrificarse? (Todas callan, se muestras acongojados) Pronto, reunamos nuestras fuerzas para conjurar a la Isla. Que cada uno de nosotros manifieste su poder en el castigo.

Los cuatro Elementales se reúnen en el centro, mientras recitan  hacen ademanes místicos. Efectos de iluminación y de sonido.

SILCE:              Yo comenzaré… Amargo ha sido el trato que se me ha dado, y amargo ha de ser mi castigo: ¡Que cada elemento comestible en La Isla Kun sea inundado por la más amarga de las hieles!

SILFO:              Implacables han sido con la pureza de mis corrientes, y por eso he de ser implacable en mi penitencia: ¡Desde ahora mi aliento no llegará a los confines de la Isla Kun!

MARINA:         Indiferentes han sido a la riqueza de mi influjo, y por eso también he de ser indiferente: ¡Desde ahora las aguas del río Eufras dejarán de servir a los kunianos! ¡No habrá manos ni cantaros que puedan contenerla!

Pausa. FLAMEL se muestra indispuesto.

SILCE:              Solo faltas tú, Flamel.

SILFO:              Sí, ¿qué estás esperando?

MARINA:           Vamos, Flamel... ¿Por qué esa cara larga?

FLAMEL:           Es que yo solo quería…

SILFO:              ¿Querías qué, hermano?

SILCE:              Habla ya, Flamel. ¡El tiempo apremia!

FLAMEL:           (Tierno) Es que yo solo quería chamuscarlos…

MARINA:          (Maternal) Flamel, sabes muy buen que no puedes hacer eso.

FLAMEL:           (Vencido) Está bien, como ustedes quieran… ¡Luego no se quejen! (Con desgano) Ya que no tengo más opciones, yo los castigaré con una inofensiva y aburridísima oleada de calor…  (Efectos de iluminación y sonido. Oscuro)

MARINA:          ¡El hechizo se efectuará de inmediato y finalizará justo al quinto amanecer partiendo desde este amanecer!

TODOS:            ¡Qué así sea!

SILCE:              Momento… ¿Y por qué en cinco día, Marina?

SILFO:              ¿A qué se debe ese acto de piedad?

MARINA:         (Acongojada) Lo siento, hermanos, pero mi amor hacia los kunianos supera a mi orgullo. Después de todo, ¿no es la benevolencia el rostro de la divinidad?

SILFO:              Tienes razón, Marina. Con cuánta facilidad el amor socava las defensas.  ¡Ni los dioses escapamos de su influyo!

SILCE:              (Optimista) Pensándolo bien, cinco días de plazo me parece un tiempo razonable. Es posible que esos revoltosos recapaciten y que la armonía vuela a reinar entre nosotros.

FLAMEL:          Algo me dice que las cosas se saldrán de control… ¡Hubiera sido más sencillo chamuscarlos a todos!  

LOS DEMÁS:   ¡Flamel! 

FLAMEL:          La ole… ¡Ay, olvídenlo!

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