I.

Cuatro años pasaron desde el primer despertar de Dante. Había sido entrenado por Pandora para ser su compañero, al tomar el papel de “Ángel de la Muerte”. Un papel que era único en Heradise y él no comprendía a qué se debía, pero no se preocupaba por esa duda, pensaba que carecía de importancia. Sólo se sentía feliz de tener una vida llena de viajes. Disfrutaba viajar y conocer los otros reinos de Heradise. Conoció Terra; el reino de los humanos, Viria; el reino de los vitores, Faris; el reino de los elfos, pero nunca pudo visitar Inferno, el reino que los demonios habían expropiado.

Antes de tener sus primeros viajes por Heradise, tuvo que estudiar lo que Pandora considerase necesario para cumplir su papel, tales como magia, física, astronomía, y Heradise. Gracias al apoyo de Pandora y su propia disciplina, pudo cumplir con las expectativas.  

Dante registraba el flujo de la vida para percatarse de alguna anomalía en la misma, era parte de su deber: vigilar que el flujo del tiempo no se viera afectado.

—Dante, quiero llevarte a un lugar. ¿Te gustaría ir? —dijo Pandora, entrando al salón con una sonrisa.

—¿Dónde? —preguntó con curiosidad.

—Sígueme. Sé que te gustará —asintió Pandora con su voz serena y entrelazó su mano con él.

Cruzaron uno de los portales celestiales, llegando al Gemrost. La sala poseía un diseño rústico y circular, tenía un suelo hecho de madera, las paredes parecían ser enormes placas de piedra cincelada en el cual, había cinco portales más, teniendo en cuenta el de su reino: Viria, Faris, Terra e Inferno. La última, estaba sellada.

—Vamos a Terra —agarró la mano de Dante entre risas y lo arrastró hacia el portal. Al cruzar el brillante portal. Aparecieron en un bosque. Pandora trazó un encantamiento rúnico para ocultar el Gemrost. Los Ángeles no podían permitir que los seres humanos supieran de la existencia de los demás mundos. Consideraban que era la mejor idea para prevenir que la humanidad supiera de sus existencias. Nadie sabía el porqué de ello, pero fue la decisión que el propio creador, Lord Járick, tuvo en el instante que creó aquel reino único.

Los reinos de Heradise, eran enormes islas flotantes, independientes entre sí, con sus propios satélites naturales y su propia estrella que les suministraba luz natural. Pero, Terra tenía la particularidad de ser el único reino esférico con una luna y que seguía la jerarquía heliocéntrica. Parecía un pequeño sistema dentro del sistema del Gemrost.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó, mientras observaba detenidamente su alrededor.

Era mediodía en aquella región de Terra, los vientos recorrían las llanuras aledañas al bosque. El viento producía siseos entre los árboles y los arbustos. El lugar transmitía una paz regocijante.  

—Nada, quería que escapáramos de Gilius un rato, además… algo maravilloso está por suceder aquí —expresaba con dulzura.

La voz de Pandora parecía etérea para Dante. Sentía que el fuego de su voz podría apagarse fácilmente, le daba la extraña necesidad de protegerla.

—¿Algo maravilloso? ¿Qué cosa? —dijo mientras buscaba alguna pista en los alrededores.

Pandora rio por la mueca en el rostro de Dante y agarró su mano con fuerza, deteniéndolo en el momento. Señaló el cielo con entusiasmo y Dante alzó la mirada al cielo. Al principio, los rayos solares lo cegaron, pero en un instante fueron atenuándose, hasta acabar en total oscuridad.

—¡¿Eh?!

Dante se alteró y buscó cualquier señal de peligro, pero Pandora lo sostuvo con más fuerza.

—No hay peligro, Dante —dijo risueña—. Usa esto y mira al cielo, estamos presenciando un fenómeno que no ocurre muy a menudo en Terra. Se llama Eclipse, y solamente pasa en este reino.

Pandora le ofreció unos lentes descartables extraños y se los colocó.

—¿Eclipse? —dijo mientras volteaba a ver el cielo—. Wow…

Dante pudo apreciar cómo la Luna ocultaba el Sol de Terra. Estaban perfectamente alineados y pudo apreciar cómo la Luna poco a poco avanzaba, revelando nuevamente el sol.

—¡Es increíble! —exclamó asombrado—. Nunca pensé que la jerarquía heliocéntrica podría tener tales fenómenos, es bellísimo.

—¿Verdad? Es el segundo eclipse que veo. Quería compartirlo contigo.

Pandora estaba emocionada, sus mejillas estaban ruborizadas y apretaba con fuerza la mano de Dante.

—Me alegra mucho que pensaras en mí —replicó sonriente—. Es increíble.

Disfrutaron juntos los últimos instantes del eclipse solar y volvieron al Gemrost.

Luego, se percataron de algo inusual y que nunca debería pasar. En aquel lapso de tiempo que habían pasado en Terra, el sello que mantuvo bloqueado el reino de Inferno se había desvanecido y un ser salía a través de este con una mirada sombría.

—El mundo me sonríe por primera vez —dijo con ironía.

Dante estaba confundido por las palabras de aquel desconocido, pero Pandora estaba congelada, aterrada. ¿Cómo logró romper el sello? Pensó. Dante miró los gestos de Pandora y supo comprender que estaban en un problema

—¿Tú quién eres? —preguntó Dante, osadamente. Sus manos estaban empuñadas, demostraba una confianza desbordante.

Aquel tipo sonrió ampliamente, mirando a Dante como si lo conociera, más que él mismo.

—Ahora el cosmos me sonríe luego de mucho tiempo —exclamó divertido—. Me llamo Aarón. ¿Pandora no te ha hablado de mí? Ustedes me ven como el villano de este mundo, pero solamente aspiro a algo más, no quiero vivir bajo las órdenes de un viejo inútil.

Aarón, el líder de los Demonios. Poseía cabello castaño, ojos carentes de vida y un cuerpo fino pero imponente. Se había ganado el título del Enemigo de toda Heradise. Todos desconocían cuales eran los motivos que lo habían llevado a tal nivel de corrupción, sólo actuaba con sus fines.

—¡Cállate! —gritó Pandora.

Dejó que sus emociones y su respeto hacia Járick la impulsaran a cometer un grave error. Sin saber luchar, corrió hacia Aarón. Sin problemas, esquivo el golpe débil de Pandora y la sujetó con fuerza de ambas manos, colocándoselas en la espalda, sometiéndola a la fuerza.

—No te molestes en intentar golpearme, Pandora. Quiero a Dante, lo necesito para algo que obviamente no te agradará.

Dante debatía si atacarlo, o esperar a que soltara a Pandora.

—No lo haré —dijo Dante.

—Mm, no debí preguntarlo. Conozco el poder que llevas dentro, quiero ese poder. Quieras o no, lo conseguiré.

En un parpadeo, Aarón había desaparecido del campo visual de Dante para rodearlo. Al estar detrás de él, atravesó su pecho con el brazo.

—Creí que serías más fuerte.

Dante gritó desgarradoramente y tras escupir hilos de sangre, luchó incesantemente para soltarse del brazo de Aarón, mientras él observaba sus desesperados intentos con una sonrisa amplia. Dante cayó al suelo, cerraba sus ojos con fuerza, intentando ignorar el ardor en todo su pecho mientras sus fuerzas disminuían poco a poco. Pandora suplicaba que no le hiciera nada más, pero Aarón no compadeció ante sus palabras. En su lugar, su sonrisa se desbordó más y pateó con fuerza a Dante, impactando con las paredes del Gemrost.

—Siempre he envidiado tu poder, dulzura —dijo, agarrando a Pandora del cabello—. Disfrutaré lastimarte en frente de tu pareja.

Dante agudizó su mirada, intentando mirar a Aarón. No la toques, decía en su mente. Intentaba recobrar la suficiente fuerza para gritárselo, pero era demasiado tarde para intentar algo. Aarón golpeó una y otra vez a Pandora, ella era tan débil que no podía detenerlo. Solo podía limitarse a recibir los constantes puños.

—¡Suéltala! —gritó Dante.

—¿Qué harás? —preguntó a carcajadas—. ¡Dime! ¡¿Qué harás, inútil?!

Dante se arrodilló con dificultad. Su corazón comenzaba a latir más fuerte y algo despertó dentro de él, algo que desconocía. Un aura oscura envolvía su cuerpo, sentía que volvía a recuperar sus fuerzas. Un poder abrumador recorría cada partícula de su ser, al mismo tiempo que su cuerpo empezaba a regenerarse a una velocidad increíble.

Se levantó en seguida y con la ayuda de sus alas, se abalanzó contra Aarón, obligándolo a soltar a Pandora.

—No la tocarás de nuevo —su aura empezaba a emanar una extraña nebulosa y su cabello perdía color poco a poco, hasta el punto de tenerlo blanco, era algo que nunca había sucedido. Agarró a Aarón del cuello y lo lanzó lejos de ellos, estrellándolo contra los límites del Gemrost.

Pandora miraba con asombro lo que le sucedía a Dante: Sus ojos eran completamente negros, sus alas habían incrementado de tamaño y su aura era muy notable.

—Qué peso puso en los hombros de Dante… —susurró asombrada. Lord Járick, quien le da vida a todos los Ángeles, había depositado un poder increíble en el Ángel de la Muerte, un poder desconocido que generaba asombro y temor en aquel que lo presenciara.

—Al fin muestras tu poder, Dante —sonrió feliz—. Únete a mí.

Ambos ángeles compartían casi los mismos rasgos en batalla. Ataque, defensa y poder. Pero Dante llevaba la delantera con el apoyo de su despertar y lanzó una ráfaga de aire con sus alas, seguido de una cadena de ataques que dejaron desconcertado a Aarón.

—Maldita s-sea —escupió sangre—. Subestimé el propio poder que deseo —sonrió y retrocedió hasta quedar cerca del portal de Inferno. En el instante que Dante se acercó. Aarón le golpeó el rostro y lo arrastró hacia el portal.

Pandora se asustó y sin pensarlo dos veces cruzó el portal.

Cuando los ojos de Pandora se acostumbraron al entorno, miró con terror lo que contenía dicho reino. Se encontraba en la cima de una pequeña montaña y pudo observar a todos los demonios, pero el panorama estaba devastado. Era todo lo contrario a lo que ella había escuchado de Inferno y eso le alarmaba, habían destruido el paraíso de su creadora. Sin embargo, no estaba ahí de turista. Dante y Aarón seguían luchando no tan lejos del portal. Dante lo miraba con odio mientras Aarón reía tras ver el sentimiento negativo impregnado en su rostro.

Dante extendió sus alas y continuó atacándolo. Por alguna razón, los demás demonios ignoraban lo que sucedía. Como si no les importara lo que le pasara a Aarón. Entre tantos ataques, dejó una brecha en su defensa, la cual aprovechó Dante para devolverle el dolor de hace unos momentos. Atravesó su abdomen sin piedad.

—¿Cómo se siente? —preguntó molesto.

—No sé, tú dime —sonrió, con su sangre rebalsando sus labios.

Dante arrastró a Aarón varios metros hasta llegar a la orilla de la pequeña montaña y lo colocó a orillas de este.

—No vuelvas... si lo haces —sus ojos expulsaron el mismo espectro nebuloso—. Te haré sufrir.

Sacó su mano y dejó que el cuerpo de Aarón cayera de la montaña. Pandora lo miró todo y estaba sorprendida. Había hecho cosas increíbles. Su subconsciente le decía que debía protegerlo de los planes de Aarón, debía aprender a combatir, con tal de protegerlo. Cruzaron miradas y atravesaron el portal.

—No puedo dejar que tú lo hagas todo. Tal vez lo lograste esta vez, porque luchó solo —suspiró cerca de Dante.

—No importa —contestó—. Estoy dispuesto a morir por ti.

Los ojos oscuros y penetrantes desaparecieron junto a su aura y cayó inconsciente en los brazos de Pandora, volviendo a su auténtico estado.

—¿Dante? ¡Despierta!

Escuchaba la voz de Pandora como un eco a lo lejos. A pesar de que la cabeza le ardía, su voz lo tranquilizaba.

Está bien, pensó. El dolor incrementó.

—Me duele mucho la cabeza —dijo adolorido.

Pandora había sacado a Dante de Inferno. Cuando Dante recuperó sus sentidos, reconoció que estaban junto al portal de Gilius, en el Gemrost.

—Tu poder es increíble, lograste vencerlo, tú... eres capaz de muchas cosas —acarició su cabellera con cariño, su cabeza descansaba encima de las piernas de Pandora, una suave almohada para él—. Por esta razón, Aarón desea obtenerte. Quiere usarte en nuestra contra.

—Pero no sé cómo fui capaz de lograrlo —dijo, levantándose y dándole la espalda a Pandora—, simplemente lo hice.

—Yo tampoco —se acercó más a él—. No pensé que podrías hacer esas cosas.

—Tú estuviste ahí —volteó a verla con sorpresa—, y ¿no sabes de lo que soy capaz? —sonrió con ironía.

—Tampoco es como que pudiera leer las intenciones con las que fuiste creado. Todo lo que te dije es todo lo que sé —respondió molesta, bajando su mirada hasta la clavícula del mismo—. Ese don debió de dártelo Lord Járick sin que me percatara. Por eso, Dante. No quiero abandonarte.

Pandora abrazaba a Dante. Él estaba perplejo, no sabía si estar molesto o aliviado.

—¿Por qué? —preguntó al cabo de unos segundos.

—Porque no quiero que te hieran —acarició su espalda y lo abrazó con más fuerza—, y te usen para fines malignos que sólo traerán destrucción. No lo soportaría. Por favor, no dejes que él te manipule.

—No lo hará. No tengo intenciones de hacerlo —respondió, dejándose llevar por la paz que Pandora le transmitía—. Pero ¿qué tengo? No comprendo cómo fui capaz de lograr todas esas hazañas. Debo saber qué soy en realidad, antes de cometer acciones que no me gustaría realizar. Por favor, Pandora. Ayúdame a saber qué soy.

—Eres el Ángel de la Muerte —acarició su mejilla—. No lo dudes, nunca. De algo estoy segura y es que albergas un gran poder. Posiblemente seas el que controle un nuevo reino.

—¿Qué? —respondió sorprendido, no se imaginaba a sí mismo protegiendo y liderando un reino, si consideraba su labor como un trabajo arduo, le costaba verse a sí mismo siendo el Líder de un Reino.

—Hablo del reino espiritual. Específicamente, hablo de Inferno. Aarón ha usado ese reino para fortalecerse e intentar destruir lo que conocemos. Tal vez tu destino sea detenerlo

—¿Tal vez? Eso me preocupa —suspiró.

—Es una suposición, pero es algo muy probable —suspiró preocupada.

—Nada de esto tiene sentido. ¿Por qué no lo sabes? Es demasiado exasperante… —interrumpió el sereno momento privado que compartían y cruzó el portal de vuelta a Gilius, dejando a Pandora con la palabra en la boca. Dante tenía muchas ideas y emociones mezcladas dentro de él y se alteraba con facilidad. Al cruzar el portal, fue recibido por Carius, el segundo Gobernante de Gilius, después del Creador Járick. Su rostro y sus gestos eran serios y relajados, el semblante de un gran líder. Dante detuvo su paso en el primer instante que sus ojos conectaron con los de Carius, hasta que Pandora también cruzó el portal.

—Pero, ¿qué diantres…? Dante, ¿qué te pasó en el torso? ¿Dónde estaban ustedes? Llevo tiempo buscándolos. Y por lo que veo, Pandora desobedeció mis órdenes —cruzó miradas con la antes nombrada y la observó con su semblante serio y enfadado—. ¿Qué te había dicho sobre salir de Gilius?

—Ya lo sé. Pero quería privacidad con Dante. Además, tengo algo que notificarte.

—Habla —cruzó sus brazos.

—Aarón rompió el sello y nos atacó mientras volvíamos.

El semblante serio del concejal cambió drásticamente y cruzó el portal sin mediar palabra. Ambos lo siguieron de regreso y vieron como él creaba un nuevo sello, uno más difícil de romper.

—Esto… bastará. Y es por estas razones que no puedes salir. ¡¿Cómo pudieron enfrentarlo?! —estalló enojado, mientras la pareja de Ángeles se planteaba la mejor manera de contárselo.

—Dante lo hizo —respondió Pandora con seguridad—. Es fuerte a pesar de no tener entrenamiento.

Carius se sorprendió con tal confesión y analizó la situación, meditativo ante la presencia de los dos Ángeles más inocentes.

—Mm, interesante. Bien hecho, Dante. Visítame mañana, cuando puedas —se fue sin mediar palabra.

—Qué problema —comentó exhausto y se fue al paraíso. Necesitaba pensar todo lo que había pasado.

Lamento que las cosas sean así para ambos, Dante, pensó Pandora con completa tristeza. Deseaba acompañar a Dante, pero sabía que lo mejor era permitirle un momento de total soledad.

Los pensamientos de Dante eran una tormenta eléctrica destructiva. Lo que él consideraba su vida y su realidad se había visto destruida en cuestión de segundos. No deseaba cargar con el deber de proteger un reino o de proteger un mundo. Solo quería una vida tranquila junto a Pandora.

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