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Tragedia en las Manadas

Tragedia en las Manadas

En el día de mi cumpleaños, mi compañero, Daniel González, celebró su boda en la iglesia... con su primer amor. Cuando lo confronté, él simplemente dijo: —Victoria fue envenenada con acónito. Solo quise cumplirle su último deseo. No lo entiendes, nos estás juzgando mal. ¿Tú sabes si te fui infiel o no? Él sabía perfectamente que, para salvarle la vida, había sacrificado mi alma de loba. Desde entonces, habíamos perdido el vínculo del alma entre compañeros y me había convertido en una simple humana, inútil dentro de la manada. No lloré, ni hice escándalo. Solo pedí una cita con la chamana para interrumpir mi embarazo. Después, me fui de aquella casa. Le dejé a Daniel una carta de despedida... y un regalo de divorcio. Pero, sin saber por qué, ese hombre que siempre me había despreciado… empezó a buscarme como un loco.
Cuento corto · Hombres Lobo
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Luna Rota: La Tragedia de una Familia Loba

Luna Rota: La Tragedia de una Familia Loba

Mi madre me pidió organizar unas vacaciones familiares. Durante la travesía, mientras evitábamos una zona peligrosa, mi hermana, Linda Castañeda, y yo fuimos atacadas por lobos salvajes. Para protegerla, me interpuse entre ella y las garras del alfa errante, cayendo en una antigua mina de plata. El golpe me desgarró la espalda hasta el hueso, y mi pierna derecha quedó incrustada con fragmentos de plata. El veneno ardiente empezó a consumirnos a mi loba y a mí. Mi loba aullaba de dolor. Se estaba muriendo. Mi madre, la curandera principal de la manada, reunió a todos los sanadores... pero no para mí, sino para Linda. Rápidamente, la rodearon y comenzaron a revisar cada uno de los rasguños superficiales que tenía. Llorando, le rogué: —Mamá… el veneno ya casi alcanza mi corazón… no puedo más… Pero ella volteó, furiosa, gritando con desprecio: —¿¡Sigues compitiendo con tu hermana en este momento!? ¡¿No entiendes que casi le desgarran la cara con una garra plateada?! ¡No hay lugar en esta manada para una loba tan cruel como tú! Y en ese instante… escuché el último suspiro de mi loba, despidiéndose de mí. Con esto, caí rendida en el viento helado, y ya no volví a despertar.
Cuento corto · Hombres Lobo
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