Mateo infló el pecho, sintiéndose todo un héroe, esperaba ansioso el momento en que Alma reaccionara y ver cómo abofeteaba a Edan para luego correr a sus brazos, sin embargo, eso no fue precisamente lo que sucedió.
— ¿Edan? Tengo que escucharlo de ti… ¿Eso es cierto?. — Preguntó ella, en un susurro, acercándose a él.
— Yo… He… Sí. — Edan bajó la mirada. — Compré la empresa, le invertí algo y bueno…
— ¿Y lo de mi nuevo puesto de trabajo? También fuiste tú, ¿No es así?. — Alma apretó los labios, sintiendo que la impotencia la llenaba.
— Quería verte bien, cómoda, feliz… — Murmuró en un tono suplicante, mirándola la los ojos y tomando sus manos.
— ¿Verte bien? Será verte en dónde él quería, lejos de mi casa. — Gruñó Mateo a unos pasos de ellos.
— ¡Tú, cállate! ¡M@ldito imbécil! ¡No quieras hacer entender que esto lo haces por ella, porque no es así! ¡Lo haces por ti! ¡Para ganarte su afecto, solo por eso!. — Vocifero Edan a Mateo.
— Tal como tú… — Refutó esté.
Alma dio un paso ha