Solo entre sus brazos

 La tarde regalaba sus hermosas tonalidades rojizas un día más, el manto de la noche pronto lo cubriría todo, Ares, observaba a Antonella jugando con su pequeño hijo, Dante Pines, una escena casi idéntica era lo que había cambiado su manera de ver a aquella hermosa chica, y no solo eso, en realidad, había cambiado su panorama por completo, la felicidad que desbordaba Antonella al estar con su hijo, la hacía brillar como el sol, y el, se sentía iluminado por ella.

– Bien, ¿Quién quiere un helado? De chocolate, de fresa, vainilla o de los tres juntos, tenemos de todo – dijo Ares mirando al pequeño Dante.

– ¡Yo quiero! ¿Puedo mami? – cuestiono Dante con su infantil y dulce voz.

– Por supuesto que puedes, anda, vamos a por uno – respondió Antonella con una sonrisa.

– Dime algo campeón, ¿Por qu&eac

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