Al final, Silvia con mucho cuidado empujó el hongo asado de Lucía hacia ella.
—Lucía, pruébalo tú primero.
—¿Qué pasa? —tomó el hongo y le dio una mordida, su expresión se volvió terrible—. ¡Puaj, puaj, puaj! ¡Qué horrible!
Martín la miró con aire de suficiencia.
—Prueba el mío.
Lucía lo fulminó con la mirada.
—Mi vecina definitivamente me dijo mal el método, no acepto esto, ¡no voy a comer el tuyo!
Volteó la cara, pero el aroma de la pasta de ajo se le metió directo a la nariz.
Vivian estaba sentada justo a su lado, masticando los hongos con entusiasmo, resoplando, con estrellitas en los ojos.
No pudo evitar preguntarse: "¡Qué tan delicioso debe estar!"
Había probado la comida de Martín antes, era realmente excepcional, pero si se lo comía, ¿no sería como admitir la derrota?
Pero realmente olía tan bien, sus glándulas salivales trabajaban a toda velocidad.
¡Ya no pudo aguantar más!
Tomó esa brocheta de hongos y le dio una mordida.
¡Qué delicioso! Maldición, Martín ganó.
Martín sonrió