(Filipo Valentini)
—¡No quiero ir a casa!— Vincenzo protesta mientras caminamos hacia la puerta de salida.
—Entonces quédate— ruedo los ojos —¡Me voy a casa! — Digo con impaciencia y le doy la espalda.
Necesito refrescarme, este lugar es demasiado sofocante.
—¿Qué pasa, Lipi?— él vuelve a mi lado —¿Qué pasó con la gata del vestido negro? Por la forma en que os estabais besando en la pista de baile, pensé que ibais a tener sexo y quitaros un poco de esa cara malhumorada de la vuestra, ¡pero salisteis peor!
— No quiero hablar de eso.
Me subo al coche y lo mismo hace Vincenzo.
De milagro mi hermano se calla, de los tres hermanos, Vicenzo era el más comunicativo, le gustaba hablar y esas cosas, incluso lo he intentado, pero no puedo seguir diciendo lo que siento o demostrando, soy grosero y cuando se trata de tener sexo con una mujer, eso no cambia.
Le gustaba su difunta esposa, pasaban horas hablando y abrazándose, lo hacían incluso frente a otras personas, era asqueroso de ver. Matteo s