Jeremías
¡Qué me está pasando!
Me reprocho una y otra vez mientras conduzco en silencio hacia la casa, se supone que me mantendría lejos de esta mujer, que estaría al margen de todo, pero termine dándole de comer con mis propias manos.
—Deberíamos comprar algo para los niños — dice de repente la mujer a mi lado — puedes detenerte junto a esa tienda.
La chica que no ha dicho ni media palabra desde que salimos del hospital señala una dulcería. Hago lo que me dice para no hacer más incómodo el ambiente. Veo a la chica bajar rápidamente del coche, e intento alejar el recurrente pensamiento de que los labios de ella sobre mis dedos se sintieron demasiado tierno.
Odio el revolotear en mis venas, me digo que han pasado demasiados años desde la última vez que tuve algún contacto con una mujer y le achaco a eso que esta mujer irritante me haga sentir tan extraño. La tentación de fumarme un cigarrillo se mueve bajo mis venas.
Rechazo la idea al recordarme que dejé de fumar por el bien de m