CAPITULO 4

Maite no se percató del hombre que había tenido en frente minutos antes, cuándo se enojaba solo veía humo a su alrededor, no entendía como una mujer podía ser tan descuidada, era totalmente inaudito y eso la ponía de muy mal humor.

Necesitaba calmar su irá, así que decidió almorzar algo en el primer restaurante que vio, se sentó en el primer puesto vacío que tuvo en frente y pidió la carta, el día no había comenzado bien, pero la comida y un buen postre lo solucionaría, miró cada menú y se decidió por pedir una ternera en salsa de ciruelas que sonaba apetitoso, así que eligió y espero a que su orden llegará.

La ternera estaba asada a la perfección, estaba fascinada con lo que estaba en su plató.

En una mesa más Adelante...

Kill no había podido quitarle la mirada a la mujer de sus deseos, era tan interesante y le tenía en una conste excitación, primero por su rabieta tan espectacular y ahora por la forma en que disfrutaba de la comida, se notaba el placer en su rostro y eso le fascinaba.

— ¡Killiom, estás en la tierra! — pregunto Thomas de forma cómica a sabiendas de que la mirada de su amigo estaba justamente en el lugar de la mismísima tentación.

 No podía negar que su amigo tenía razón, la mujercita enloquecida era una belleza.

— ¡Kill hasta aquí te acompaño, tengo algunos asuntos que resolver! — le dijo mientras se levantaba, killiom le dio un apretón de mano, sin prestar una pizca de atención a su partida, tenía otros objetivos más importantes en el momento.

Llamó a la mesera y le pidió que llevaran el postre de nueces con frutas, la especialidad de la casa, justa a la mesa de su hada.

Está asintió y se fue, en tan solo 10 minutos el plato llegaba justo delante de los ojos de Maite, se sorprendió por qué un hombre de regalará un postre, además desde donde estaba, había notado que el hombre era un buenarro, así que se encogió de hombros y empezó a cucharear la delicia que veían sus ojos.

No le prestó mucha atención al chico, así que en forma de agradecimiento solo levantó su dedo pulgar y una media sonrisita y  siguió comiendo.

— Veo que le ha gustado — sentenció él, justo en frente de ella

Maite dió un respingón, no había notado la presencia, abrió los ojos y la realidad la dejo helada, ese era el hombre de la discoteca, ese buenarro que medio había visto totalmente borracha, estaba frente a ella y era más guapo que ese día.

Apreció sus rasgos fuertes, su mirada seria, sus ojos grises y un cabello rojo corto, lacio y una piel algo bronceada, paso su mirada por el cuerpo del hombre y que grato era el paisaje, debajo de ese traje carísimo había puro músculo tonificado y listo para ser tocado.

Frenó sus lascivos pensamientos justo cuando él le acercó su mano para saludarla,  — un gusto el conocerte, mi nombre es Killiom mcklain! — dijo con una sonrisa de medio lado que dejaban ver un pequeño hoyuelo en sus mejillas.

Ella tomó la mano y se presentó, — el gustó es mío, soy Maite — dijo mientras daba un apretón y sus pensamientos volaban a otro lado totalmente fuera de lugar.

— ¿Dónde no le haría colocar esas manazas que el hombre tenía? — Las manos grandes le excitaban y está no era la excepción.

Lo miro y ladeó levemente su cabeza.

— ¿Te gustaría repetir lo de la noche pasada? — pregunto ella mientras fruncía el ceño y se quedaba expectante a la respuesta.

La franqueza de la mujer le sorprendió, nadie se había atrevido a decirle algo así tan descaradamente.

— Bueno, si tú deseas podemos ir a mi apartamento. — dijo Kill, no tenía  ni la más mínima razón para no aceptar la proposición, la mujer lo tenía cautivado.

Así que sin más razón, salieron del restaurante rumbo al apartamento, el trayecto fue tan solo de 10 minutos, donde ninguno de los dos añadió una sola palabra.  Al llegar al lugar, quedó sorprendida, era bastante espectacular, todo perfectamente colocado y con colores bastantes sobrios, se notaba que era un lugar de un hombre soltero, bastante organizado.

Disfrutó visualmente el sitio, miró cada detalle y sonrió al ver un poco de vida en él, un enorme cuadro de 4 pequeños pelirrojos sonrientes, uno de ellos, que creería sería el anfitrión, que estaba en el centro en el lado derecho, con una cara totalmente sería y una mirada ambigua, pareciera el alma de viejo en un cuerpo joven.  Pensó en lo distinta que había sido ella en la niñez, todo eran sonrisas y juegos, siempre iba vestida de hada, era un traje que le había regalado su tía y que ella no se quitaba por nada del mundo, solo hasta el momento en que creció y ya no le quedó bueno, dejo la afición por el.

— ¿Te han dicho que tienes un cuello muy provocativo? — dijo Kill tomándola desde atrás, mientras besaba el cuello de la joven, olía a coco y vainilla, su olor era delicioso, mordió despacio su cuello y la apretó de la cintura guiando la hasta su cama.

Todos sus pensamientos calientes quedaron congelados al encontrarse a dos pequeños niños pelirrojos que no pasarían de los 4 años dormidos justo en el centro de la cama. En cuestión de segundos Maite reconoció al pequeño que había salvado y había otro mucho más pequeño, tendría aproximadamente 1 año.

Miró a Killiom lo más mal que pudo. — ¿Cómo un padre de familia podría dejar a dos niños pequeños solos en una casa? —

No lo pensó dos veces y dejó en claro sus pensamientos, descargó todo tipo de comentarios desagradables sobre padres irresponsables. El solo se quedó totalmente serio y no le respondió en lo absoluto.

Se acercó a los niños y miró una gran nota en un cartel que estaba justo debajo de los pequeños, Maite cómo pudo miró el mensaje.

— ¡Desde ahora en adelante, son tuyos! — 

Maite se sorprendió, el no reaccionó, no sabía si estaba enojado, feliz, triste, el hombre no daba indicios de algún sentimiento, era una roca sólida.

Justo en el momento en que Maite iba a añadir algo más, el pequeño se levantó, llenando el lugar con un fuerte llanto. No dudo un segundo y lo tomó en sus brazos.

Kill la quedó mirando, la mujer podía ser una bomba sexual como también podía ser demasiado insoportable, estaba tan ensimismado por la situación y estaba bastante enojado por las decisiones de su hermana, esa mujer estaba loca.

— ¿Tienes algún biberón? — dijo Maite enarcando una ceja.

El la miró fijamente,  levantándose y caminando directamente en su dirección le quitó a su sobrina de sus brazos.

— ¡Es mejor que te vayas ya, gracias por la ayuda! — dijo él y sin más la guío a la puerta y la dejó afuera.

Ella se quedó estática enfrenté de la puerta, totalmente ofendida por la actitud del recién conocido u con el mucho orgullo que tenía, levantó su barbilla y se marchó, que se las arreglará como pudiera.

Desde ese día no quería saber más de un hombre como el, no le agradaban en lo absoluto los malos padres y este era el perfecto desastre de uno, solo esperaba que mejorará esa faceta por el bien de los pequeños.

Salió del edificio y se dispuso a realizar su principal labor, ir de compras, ¡de pronto así su ánimo mejoraba un poco!

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