ALFA RASTUS;
—Tengo que darle un entierro digno —dijo Agnes a todos en la sala de estar.
Parecía insegura pero terca.
Y por mucho que consideré romper la triste burbuja que Agnes había construido a su alrededor desde que Hazel cayó muerta ante ella ayer, la dejé vivir el momento.
Sin embargo, Susanna, que había estado con Aurelia desde ayer, tratando de consolarla porque decía que acababa de perder a una amiga, la regañó:
—¿Qué sería apropiado sino echarla de la manada? Yo-
—¡Susana! —Agnes lo regañó en voz alta.
Pero Susanna se encogió de hombros. —Ya dejá de culparte, Agnes. Sí, ella murió, pero es la misma persona que te apuñaló por la espalda. Tú has sido-
—Ella era mi amiga-
—Por lo que sé, ella no era tu amiga. Te estaba espiando —respondió Otis.
El rostro de Agnes se puso rojo. Ella estaba furiosa.
—¿Por qué estás tan...? —No pudo encontrar las palabras correctas así que apretó los puños. —¡Argh!
Para ser honesto, le habría dicho lo mismo que le decían nuestros ami