Enzo deseaba esto más que Vera.
Como hace dos años, Delia estaba tranquila en Solara, estudiando y recibiendo tratamiento, sin que nadie pudiera competir con su importancia para ella.
No tenía que preocuparse de que alguien le quitara a Delia.
Era perfecto.
Sin embargo, sabía que Delia no volvería.
Exhaló un suspiro pesado y desestimó la idea: —No puede ser.
—Tienes un plan… seguro que lo tienes…
Vera sabía que Enzo era implacable.
Si él quería, ¡Delia podría desaparecer!
Al oír esto, Enzo se mostró sorprendido: —¿Qué plan tengo?
—Haz que…
Los oscuros pensamientos de Vera emergieron, pero sabía que Enzo estaba encariñado con esa perra Delia.
Finalmente, tras un momento de balbuceos, dijo: —¡Enciérrala! O… busca la forma de atarla…
—¡Imposible!
Las venas de Enzo se marcaron por la ira: —Te advierto, guarda esos pensamientos. Mientras ella esté en la Ciudad de Porcelana, asegúrate de que esté a salvo. Si ocurre un problema como el de la última cena, sea o no tu culpa, seré el primero en