El mayordomo se adelantó, abrió las grandes puertas dobles. El aire nocturno de París los recibió con una caricia fría.

La limusina esperaba al frente, con las luces encendidas.

Donovan estrechó la mano de Louis una vez más.

—Gracias por la hospitalidad, señor Leroy —dijo el CEO Ainsworth—. Y por su… flexibilidad.

Louis sostuvo su mano con firmeza.

—Gracias por su honestidad, señor Ainsworth —respondió—. Nos veremos en Londres, en el juicio. Y después… seguiremos hablando de negocios.

Rosalind ofreció una inclinación respetuosa. Louis se despidió con un gesto elegante, observándolos subir a la limusina.

La puerta se cerró.

Clack~

El auto se puso en marcha.

Rosalind recostó la espalda en el asiento, exhalando lentamente.

—Estoy agotada… —confesó ella—. Pero también… emocionada. ¡No puedo creer que vaya a colaborar con una familia como los Leroy en un proyecto de arte!

Donovan la miró de perfil, su vestido plateado reflejaba la luz tenue del interior.

Le tomó la