—Buenos días.
—¿Dormiste bien? — indago la anciana.
—Sí, Magníficamente.
—Oh, entonces mi nieto no es tan exigente.
Alexander intentó ignorar los escalofríos que recorrieron su cuerpo cuando escucho las palabras de la abuela.
—Bueno… ayer…
—Estábamos cansados abuela. Pero, gracias por el camis