“Apártate del camino, Grayson”, reprendió Jay a Grayson.
Grayson estaba a punto de hacerse a un lado cuando Angeline le ordenó: “No te atrevas. Ella me abofeteó y quiero devolverle esa bofetada. Mi reputación como Presidenta de Gran Asia no es una que cualquiera pueda pisotear”.
Un destello despiadado apareció en los ojos de Grayson, y abofeteó a la Señora Ares en la cara.
Jay casi se vuelve loco. Levantó las esposas y gruñó: “Déjame ir, Angeline Severe”.
Angeline resopló: “Ven a casa conmigo”.
Jay rugió: “Quiero irme a casa. No a tu casa, sino a la de mi madre”.
Angeline lo ignoró y tiró de las esposas con fuerza, lo que provocó que Jay se sacudiera hacia adelante.
Ella arrastró a Jay hasta el asiento trasero del Ferrari.
Jay miró las esposas con una mirada sombría...
“Abrélas, Angeline”.
“Las abriré cuando empieces a obedecer lo que te diga”.
¿Obedecer lo que dijera?
Los labios sensuales de Jay se curvaron en una mueca de desprecio. “Quizás en mi próxima vida”.
Angeline