Capítulo 5 - Dedicatoria silenciosa

No tenía idea a que se refirió David, pero tampoco le iba a dar mente. Le entregué el vaso con whisky a Deacon, los muchachos se organizaban para tocar. Me quedé de pie a espalda de mi esposo, él sentado y mis manos puestas sobre sus hombros. Tenía que convencerlo para ir al médico, en las últimas se cansa mucho.

—¡Blanca! —llegó Julieta a nuestro lado—. No me has presentado a tu esposo.

—Deacon, te presento a Julieta.

—Mucho gusto. —La estúpida miró de arriba abajo a mi marido.

—¡Oye respeta! —A Deacon le encantaba verme celosa.

—¡Tranquila!, yo solo tengo ojos para David.

—Pues, él se encuentra en la tarima.

—¿Siempre es así de celosa?

Le preguntó la brincona esta, a mi marido, quien se levantó y me regaló un delicioso beso.

—Me encanta que lo haga.

—¡Señoras y Señores! —comenzó a hablar Alejandro—. Esta tanda es de ustedes, pidan que este pechito cumple.

Todos se sentaron, Deacon volvió a sentarse, quedé en la misma posición. La pesada se sentó en una de las sillas de primera. Maju, Virginia, Patricia, Carlos y Fernanda se sentaron en la mesa y al lado estaban el resto de nuestros amigos, Vladímir, Benjamín, Aurelio, con sus esposas, Regina y esposo, además de Santos.

Alejo comenzó a realizar un ejercicio con su voz. Se escucharon las notas del acordeón de David y su mirada era un aviso de lo dicho hace un momento en la barra. Alejandro comenzó a cantar, y dichas letras comenzaron a hacer estragos, mis sentimientos empezaron a vibrar, era consciente de que no terminamos de la mejor manera, porque no hubo una aclaración.

— No pensé que al pasar el tiempo después de olvidarnos…

El corazón empezó a latir a mil y menos mal mis manos estaban sobre la camisa de Deacon, porque me fue imposible que sudaran.

— tú, la que apartaron de mi camino, me separaron de lo que quise y cualquier noche lloré…

En dúo cantó con Alejo y por una fracción de segundo nos miramos. Había tanta agonía en esa mirada. Y cuando comenzó a cantar él mi pulso se alteró mucho más.  Los muchachos comenzaron a cantar el coro, Alejandro se acercó a David de nuevo y mi corazón parecía un tambor.

Miré a Patricia, ella ya lo hacía, al igual que Virginia. —también comprendieron que esa canción era para mí—. Esto no… Blanca no pienses, no lo hagas. Deja el pasado donde debe permanecer, en el pasado. Más duro fue escuchar la voz sola de David cantando.

—Nostalgia siento al recordar, y evoco con tristeza el ayer de los dos…

Alejandro continuó con ese sentimiento que lo caracterizaba, y con disimulo me limpié las lágrimas. Alejo volvió a cantar con él y luego David lo hizo solo, Alejo cantó el coro. Sin duda lo que cantan era una razón, contestación y aclaración a un pasado inconcluso para mí. Esas palabras hacían latir el corazón a millón. ¿Por qué?... No pienses Blanca.

—Hoy te consigo de nuevo y es tarde, estás casada…

Ahora era solo la voz de David quien cantaba, sentí una mano en el hombro, al mirar era Patricia quien me dio ánimo. Fue evidente para quienes conocían nuestra poca historia.

—…  Y en mi silencio quisiera besarte y no lo puedo hacer…

El abrazo de Patricia calmó el temblor, una mano mía estaba sobre el hombro de Deacon… No podía pensar… Solo nos miramos por otra fracción de segundo y afirmó, como diciéndome, «esta es mi pena, ¿ahora me entiendes?» Pero yo no podía pensar, no tenía derecho a pensar. Alejandro continuó con otra canción, en esta ocasión vez fue Carlos quien subió a la tarima para cantarle a Fernanda la canción «Esposa mía».

……***……

Continué tocando, tenía que esperar a que el corazón se calmara, espero por lo más sagrado no haberle causado algún problema a Blanca, porque no me lo perdonaría. Estas dos canciones después de cantar «Historia de amor» los observé y se veían normales. Parece que él no se dio cuenta y Blanca ha reusado a mirarme de nuevo, Alejo terminó la tanda y ahora continuamos con el baile.

—¡Gracias! —dijo el cantante.

Puse el acordeón a un lado, bajé de la tarima, al ver que Julieta se venía encima, tomé a Maju y la invité a bailar.

—¿Le estás huyendo?

—Todos se han dado cuenta menos ella, —se echó a reír—. Ahora por invitarla con la intensión de tener una compañía para mí se van a tener que sacrificar y bailar conmigo.

Terminó la canción, la acompañé hasta donde César quien hablaba con Carlos, se reían por algo. Al ver que se acercaba de nuevo tomé la mano de Fernanda y estos cavernícolas no paraban de burlarse.

—Baila con ella para que se le quite la insistidera. —comentó Fernanda—. No me mires así que yo soy la cumplimentada no tenía idea quienes venían.

—Te salvas solo por eso, esa mujer es un fastidio.

El merengue era de Wilfrido Vargas. Así pasé casi una hora, bajo la burla de ellos, y bailando con todas las mujeres de la reunión, menos con mi Brisa. Pero nada era perfecto, una vez dejé a Regina en los brazos de su esposo y mientras regresaba donde el resto de mis amigos aguardaban, me abordó Julieta y el único que vio mi expresión de incomodidad fue Deacon.

—¿Me estás evitando o son ideas mías? 

—Un poco, y discúlpame, pero no me gustan las mujeres que se ofrecen.

—Sigues chorreando la baba por ella, ¿cierto? —La miré a los ojos—. ¿La canción fue para Blanca?

—Julieta discúlpame.

—¿Se ven a escondidas? —Lo que menos quería era un chisme y poner a Blanca en una mala situación—. ¿Eres el amante de todas ellas?

—¡Esto no te lo voy a tolerar! —La tomé del brazo y llegué a la mesa donde departían—. Muchachos Julieta tiene algo que decirles, —ella se puso nerviosa—. Anda ¡habla! No me gustan los chismes y menos cuando se tratan de mis amigas.

—¿Qué pasa? — Fernanda se levantó.

—Fue una broma y David no la aguantó.

—Error querida, —intervino Fernanda—. Si alguien aguanta bromas es mi amigo, pero ¿qué le hiciste?

—Julieta lo dices o lo digo, no voy a permitir ni un malentendido. Por qué a todas las mujeres que están aquí, las respeto. Con este tipo de maricadas no compagino. —Los presentes esperaban a que dijera algo—.  Ellos son mis amigos ¿entiendes lo que significa eso? —bajó la mirada, se disculpó y se retiró.

—¿Puedes decirnos que pasó?

—Solo porque no me gustan los chismes. Y eso se frena de frente. La descarada dijo que soy el amante de todas sus esposas.

Todos se quedaron en silencio y después de unos minutos soltamos la risa. Salió una salsa, varios de la otra mesa se levantaron.

—Nadie cree eso. —dijo César—. Y lo digo yo, el más celoso de todos.

—Chicas, les agradezco el que se preocupen por no verme solo. Hace mucho tiempo yo escogí la soledad en mi vida, pensé que con Socorro podría tener una vida de casados, pero fueron testigos del fiasco resultado. Aprecio demasiado el gesto y se los digo delante de sus esposos. No lo vuelvan a hacer.

—Perdóname, yo la invité —dijo Maju.

—Gracias, Maju, pero sé conquistar a una mujer, solo que no quiero una por ahora. —Después de un momento soltamos la carcajada de nuevo.

El resto de la velada transcurrió entre baile, cantada y a eso de las tres de la mañana me despedí. Continuaron, sin embargo, para mí ya había hecho alarde de todos mis límites, soporté celos sin fundamentos, rabias sin motivos, impotencias sin remedio y anhelos injustificados.

Ingresar al apartamento solo… Eso era lo que más costaba, pero ni modo. Me despojé de la ropa, me di una ducha y luego directo a la cama, debajo de las cobijas, me permití recordar. Hoy bailé con todas menos con ella, no podía darme el lujo de abrazarla. Podía poner todas las distancias del mundo, muy seguro jamás pase algo entre nosotros, pero ¿no desearla?... Eso era imposible no hacerlo, mañana muy seguro el padre vuelva a regañarme. —con los recuerdos del pasado y presente no sé en qué momento me quedé dormido.

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