--- Héctor Plourde ---
Tan pronto como cuelgo, llamo a la única persona que sé que es capaz de mover las cosas y no tener que rendir cuentas por ello, además de que, ya había pensado en él para el tema de la familia de Ana. Entro a mi móvil y busco su contacto, finalmente lo encuentro y le marco.
- ¿A qué debo tu llamada? – Responde la voz al otro lado de la línea.
- Necesito dos favores… - Digo sin rodeos.
- ¿Cuáles? Si me hablas tan temprano, debe ser urgente…
- Necesito que traigas a Ana de Nueva York y el otro, necesito averiguar dónde está la familia de Ana. Todos iban en una camioneta rumbo a Acapulco, hubo un derrumbe y varios autos quedaron atrapados… - Digo sin darle tiempo a decir que no.
- ¡Maldita sea! – Dice cómo primera respuesta y sé que podría ser que se niegue.
Una vez, él y yo hablamos sobre Ana y ambos llegamos al punto de que él prefería no saber de ella. Era un capítulo en su vida que deseaba cerrar, y para mí era más que obvio que, era incómodo.
- ¿Qué? ¿Puedes o