- ¡BASTA ANNALENA! ¡CALLATE! – Gritó Lorelei al ver que mis ojos comenzaron a inundarse de lágrimas y, prácticamente, me había quedado sin voz para emitir alguna palabra.
- Señora Müller, me va a disculpar, pero ¿Realmente este es el motivo de su visita? ¿Acaso no está siendo usted demasiado irrespetuosa?
Estamos en un funeral, aquí dentro descansa nuestra familia y creo que sería lamentable, que esta escena, sus palabras y acciones se colaran a la prensa en Nueva York, así que, si ya terminó, puede darse la vuelta y marcharse.
De lo contrario, Annalena Müller, le aseguro que mañana estará en todas las revistas de cotilleos y no es amenaza, es una advertencia. Sabe perfectamente que puedo hacerlo y lo haré. - Dice y aquella amenaza hace que Annalena abra de sobremanera sus ojos.
- ¡Héctor Plourde! ¡Tenía otro concepto de usted, jovencito! - Responde Annalena sorprendida.
- ¡Yo también, Annalena! ¡Yo también! Incluso de su hijo tenía otra idea, pero veo que las apariencias con los