Han pasado quince minutos desde que Liam convocó a la Señora Stone a su estudio, y ella aún no lo ha complacido con su presencia. Suspiró y tamborileó con los dedos sobre la fría superficie de cristal mientras que sus niveles de irritación aumentaban exponencialmente cuanto más la esperaba.
Volvió a mirar la hora en su teléfono.
Cinco minutos, se prometió Liam. Si la ama de llaves no aparecía en cinco minutos, saldría y la arrastraría por el pelo si era necesario.
Sin embargo, su paciencia se agotó un minuto después y se levantó de la silla.
"¡Dave!", llamó mientras se quedaba en la puerta y escudriñaba el pasillo vacío.
Su mayordomo apareció a su lado como una aparición, casi asustándolo con su voz tranquila y sus movimientos discretos. "¿Sí, Señor Anderson?".
"¡Por Dios, Dave!", refunfuñó Liam. "Tienes que hacer algo de ruido, sabes. ¡No puedes acercarte así a la gente!".
El hombre mayor se rio. "Lo siento, Señor, no quise asustarlo".
"¿Dónde está la Señora Stone?", p