Sofía se detuvo y suspiró, exasperada:
—¿Sí? ¿Ahora te toca pelear conmigo?
Amalia retrocedió cuando Sofía empezó a chasquear los puños:
—No soy rival para ti. Ahora déjame en paz o la próxima vez no recibirás solo una advertencia. —espetó Sofía.
Esta vez, Amalia se quedó atrás mientras Sofía se dirigía a su coche. Sabía lo peligrosa que era aquella amenaza.
Sofía estaba a punto de volver a casa cuando alguien se acercó a la puerta de su coche:
—¿Renata? Sigues aquí —exclamó sorprendida.
Renata sonrió torpemente.
—Bueno, no es tan fácil conseguir un taxi aquí en el campo.
Traducción: ¿Te importaría llevarme de vuelta?
—Sí. Los taxis no tienen muchos clientes por aquí —Sofía abrió la puerta del asiento del copiloto —. Sube entonces.
Renata entró, encantada, dejando a Amalia en un segundo plano.
Sofía no tardó en llegar a la autopista.
—¿Adónde? —preguntó a Renata, aunque no obtuvo respuesta. Cuando Sofía se volvió para mirar, vio a Renata adormilada contra la ventana.
Sofía se agua