Rafael quería decir algo más, pero en ese momento Julio abrió la puerta. Lo miró con malhumor.
—¿Todavía no te has ido a descansar? ¿Qué estás haciendo aquí?
—Maldito mocoso, ¡lo hago por ti!
Rafael se enfadó. Se preguntaba cómo podía tener un nieto tan ingrato.
Julio miró al mayordomo que estaba al lado y le ordenó:
—Lleva al abuelo de vuelta. No dejes que ande por ahí sin rumbo.
—¡Maldito mocoso! —Rafael levantó su bastón y se dispuso a golpear a Julio.
Justo cuando el bastón de Rafael estaba a punto de golpear a Julio, Sofía corrió rápidamente y se puso delante de él.
—Abuelo, todavía no ha sanado de sus heridas.
Finalmente, el bastón de Rafael no golpeó a Julio, no solo porque Sofía se interpuso, sino también porque en realidad no tenía intención de golpearlo.
—Por consideración a Sofía, no voy a discutir contigo. —Rafael sonrió y guiñó el ojo a Julio.
Realmente eres aburrido.
Rafael se fue y Sofía y Julio regresaron a la habitación del hospital. Ella abrió la fiambrera que ha