Tal vez las palabras de Julio tuvieron un ligero efecto, ya que Sofía finalmente se levantó del sofá y compartió el desayuno con él. Sin embargo, su estado de ánimo seguía sombrío y pasaron mucho tiempo sin decir una palabra.
—Hoy se va, ¿verdad? —preguntó Julio.
Sofía asintió, y Julio continuó:
—¿No quieres ir a despedirlo?
Sofía negó con la cabeza mientras desayunaba, respondiendo de manera indiferente:
—No voy. Como dijiste, no es una despedida definitiva, ¿para qué despedirlo?
Julio sacudió la cabeza impotente y decidió no insistir más en el tema.
Una vez que Sofía terminó de desayunar y se preparaba para regresar al sofá, Julio la detuvo y le propuso:
—Cambia de ropa, te llevaré a dar un paseo.
—¿A dónde? —Sofía levantó ligeramente los párpados, sin energía, claramente sin ganas de salir.
—Lo descubrirás cuando lleguemos. —Julio evitó responder su pregunta directamente y la condujo afuera. Juntos, subieron al auto y abandonaron Orihuela.
Pronto, Sofía se dio cuenta de a