Sofía sonrió al saludar al viejo señor César.
—Abuelo.
—¿Sofía? —El anciano se sorprendió al verla—. ¿Ese chico te pidió que vinieras?
Sólo Julio sabía de su llegada a DF. Supuso que había informado a Sofía y por eso ella había ido a visitarlo tan pronto.
—Vivo justo al lado, en realidad. —Sofía señaló el edificio vecino, guardando silencio sobre sus asuntos con Diego.
El viejo César sonrió.
—No me extraña que eligiera este lugar.
Sofía se rio y cambió de tema.
—¿Cómo te encuentras? ¿Te sientes mejor?
—Soy un anciano, después de todo. Las cosas son lo que son. —El viejo señor César suspiró. Hacía tiempo que había aceptado su realidad—. Ven, siéntate.
Sofía se sentó frente a él, notando lo frágil que parecía.
—No tienes mucho de qué preocuparte a partir de ahora: lo más probable es que Julio sea el cabeza de familia de los César.
—Nunca me ha decepcionado —dijo orgulloso el viejo César.
Nunca le tuvo cariño a Fabián y de lo único que se alegraba era de su querido nieto Julio.
Aun así