Marina dudó, mirando a Kathia con preocupación. —No sé, Kathia. No estoy segura de que pueda hacer el viaje tranquila. También estoy siendo vigilada por la gente de Stéfano. Y no quiero ponerme en peligro… Kathia sintió que la ansiedad la invadía. —Entiendo tus preocupaciones, pero necesito saber que está bien. William me llamó y me amenazó con lo que podría pasarle. No puedo quedarme de brazos cruzados, Mari… ¡Siento que si no sé nada de él, moriré de ansiedad! La expresión de Marina cambió al escuchar el nombre de William, y la amenaza. —Eso suena serio —dijo, su tono ahora más grave—. Si estás tan preocupada, tal vez debería ir. Aunque sea de lejos, podría averiguar qué está pasando. Kathia sintió un alivio inmediato al escuchar la decisión de su amiga. —¿De verdad harías eso por mí? —preguntó, con los ojos avellanas, brillantes de gratitud. —Sí, lo haré~ —respondió Marina, asintiendo con determinación—. No puedo dejarte sola en esto. Vamos a averiguar qué sucede. La co
Kathia sintió que su corazón se ablandaba un poco. Era difícil ignorar la preocupación que la consumía, pero también sabía que Giovanni estaba intentando protegerla y animarla. —Está bien —dijo la mujer castaña, con un susurro, sintiendo que su voz se suavizaba—. Pero necesito que hablemos de algo más positivo. Giovanni asintió, aliviado por su cambio de tono. —¿Te gustaría que pensáramos en nombres para los bebés? Kathia sonrió, sintiendo un ligero alivio. —Sí, eso suena bien~ Se acomodaron en la cama, y Giovanni sacó un libro de nombres de un cajón. Kathia se acercó un poco más, sintiendo el calor de su cuerpo. "¿Así que él ya tenía algo así preparado? ¿Un libro de nombres para bebés en su cajón de noche?" Pensó ella, sintiendo la dulzura invadir su pecho. —Vamos a ver —dijo él, hojeando las páginas—. ¿Qué te parece el nombre "Luca"?, significa: "portador de luz". —Es bonito —respondió Kathia, sintiendo que su corazón latía lleno de emoción—. ¿Y "Sofia"?, es lindo,
>>> Kathia Andreotti: Sus labios se separaron de los míos con una lentitud casi tortuosa, solté un suspiro, sentía mi cuerpo caliente de deseo, mis ojos no podían alejarse de ese hombre que me encimaba. Su mano, que yo misma posé sobre mi seno derecho, se movió hacia arriba lentamente, metiendo sus dedos en el tirante dorado de mi bata, lo bajaba con lentitud… El contacto de él, ese sutil roce me erizó la piel. Sus ojos estaban fijos en mí, esa penetrante mirada gris clara que me hacía estremecer, como si leyera mis pensamientos. Sentí mi corazón latir desenfrenado… Ah, ¿será que escucha mis latidos? Giovanni volvió a inclinarse hacia mí, besando mi hombro descubierto. —Me gusta tu olor, mi linda profesora —susurró entre besos, bajando más el tirante hasta dejar ese pecho descubierto—. Amo besar tu suave piel, cada centímetro de ella, que me pertenece. Sentí mi pecho subir y bajar por mi agitada respiración, me estremecí ante sus besos, que eran calculados de una manera,
Kathia yacía desnuda entre los brazos de su esposo, el señor Andreotti. Acababan de compartir un momento íntimo, y aún sentían la respiración agitada, sus cuerpos brillando por el sudor. Con un leve toque, sus dedos jugueteaban en el pecho de él mientras sus hermosos ojos avellana se posaban en su cuello. Se atrevió a romper el silencio que los envolvía, cruzando los límites que habían establecido entre ellos, esos del contrato que tenían. —No te he visto usar esa cadena de nuevo. ¿Es por lo que dije? Giovanni, con la mirada fija en el techo, asintió y luego volvió a mirarla. Los mechones oscuros y húmedos de su cabello caían rebeldes sobre su rostro. —No te gusta. Eres mi esposa, quiero respetarte. Kathia sintió que su corazón latía con más fuerza, una ola de emoción la invadió. Él no había dicho: "Debo". Había dicho: "Quiero". Esa pequeña diferencia significaba mucho más de lo que ella podía expresar. "Quizá solo lo estoy malinterpretando…" Pensó, obligándose a
Amor. Esa palabra giraba en la mente de Giovanni. "¿Me ama…?" "Estuvo ocho años con William. Amó a William, ¿y ahora dice que en un mes se enamoró de mí?" Pensó ese hombre, su expresión, indescifrable. Con cada segundo que pasaba, Kathia sentía cómo el nerviosismo la envolvía. Su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. —No. La respuesta de él llegó, fría y cortante, justo como ella lo había anticipado. Pero saberlo no mitigó el dolor punzante que la atravesó. Sintió una presión en el pecho, como si el aire fuera escaso. Quería mostrarse serena y madura, pero el dolor era abrumador. En cuestión de segundos, las lágrimas comenzaron a surgir de sus hermosos ojos avellana, resbalando por sus mejillas. —¿Por qué no? Como si el "puñal" no fuera suficiente, la profesora Kathia insistió, buscando una respuesta que la hiriera aún más. Giovanni, aún confundido, comenzó a alejarse lentamente de ella. —Amas a William. Hace solo tres meses deseabas formar una f
✧✧✧ Al día siguiente. Ciudad de Nápoles, Italia. ✧✧✧ Los primeros rayos de sol se filtraban a través de las ventanas del edificio renacentista. Dentro, en el centro del salón, Valentina Bianchi trabajaba rodeada de maniquíes, envuelta por el aroma de las telas y los hilos. Con una expresión seria de concentración, ajustaba unos pliegues con alfileres, visualizando en su mente el diseño que había ocupado sus pensamientos durante semanas. De repente, la puerta sonó y una de sus asistentes entró. —Señorita Bianchi, ha llegado un paquete desde la sede de los Andreotti. Valentina dejó caer la caja de alfileres, que se esparcieron por el suelo, olvidando por completo su trabajo. "¡¿Giovanni?!" Esa fue la primera idea que cruzó su mente. —No te preocupes, hermosa. Yo te ayudo —dijo una de sus asistentes, sonriendo mientras se agachaba para recoger los alfileres—. Ocúpate de tu paquete. —Gracias… —susurró Valentina, casi sin aliento, antes de dirigirse rápidamente a la mujer que ha
✧✧✧ En la actualidad. Esa tarde en la mansión del señor Andreotti. ✧✧✧ —¿Nombres? —preguntó Marina—. ¿Estuviste con él pensando en nombres para los mellizos? —sonrió mientras sostenía una taza de té, frente a ellas en la mesa de jardín, donde había deliciosos y coloridos bocadillos. Kathia asintió, tomando un sorbo de su té. —Sí… Pero no decidimos nada en concreto. La situación se volvió más… intensa y después —hizo una pausa, tomando aire—. Me abrí con él. Marina Davis se quedó boquiabierta. —¿Te abriste? —arqueó las cejas, sorprendida—. ¿Qué le dijiste? Kathia tomó uno de los pequeños bocadillos, jugando con él entre sus dedos. —Mari… Me enamoré de Giovanni. —¡No! —exclamó Marina—. ¡Kathia, es un contrato! Él te está utilizando y tú a él. Una relación así no terminará bien. La tristeza era evidente en los ojos avellana de Kathia. —¿Crees que no lo sé? —preguntó con la voz temblando—. Pero lo amo… ¿Qué puedo hacer? —dijo, inclinando la cabeza y mirando fijamente el líquido
—¿Que te ama? ¿Es una broma? —Stéfano arqueó las cejas, su incredulidad evidente en su tono y expresión. Giovanni dejó escapar un profundo suspiro, apoyando su codo en el escritorio. Sus dedos se deslizaron lentamente por su sien, buscando claridad entre la confusión que le generaban sus pensamientos. La pantalla de su computadora se iluminaba con reportes recientes sobre las actividades de William Johnson, pero su mente estaba lejos de esos datos fríos y objetivos. —Sé que parece absurdo —comenzó Giovanni, su voz apenas un susurro—. Ella pasó ocho años enamorada de William. Ocho años… No fueron uno, ni dos, sino ocho. —¡EXACTO! —Stéfano alzó la voz, como si intentara romper la burbuja de incredulidad que envolvía a su amigo—. No puedes creer en una mujer que de repente dice "te ama". Sabes lo mentirosas que pueden ser, especialmente si hay algo que desean. Lo comprobaste con Valentina. —Le creo —respondió Giovanni, con firmeza. Stéfano frunció el ceño, la confusión reflejada en