Giovanni Andreotti entró a la habitación con una confianza que llenaba el espacio. Su porte imponente y la forma en que cada paso resonaba en el suelo hacían que Kathia, retrocediendo, terminara apoyada contra la pared, y sintiera la tensión, acelerando los latidos de su corazón. "¡Por un demonio! ¡¿Cómo se dio cuenta?!" Pensó ella… En su ingenuidad. La mujer castaña intentaba ocultar su nerviosismo, pero su corazón latía con fuerza, traicionando su fachada de calma. —¿Creías que un simple disfraz te haría invisible para mis hombres, mi linda profesora? —dijo Giovanni, su voz suave pero firme, mientras se acercaba a ella con una sonrisa pícara y llena de altivez, que desafiaba la resistencia de la mujer. Kathia lo miró fijamente… ¡No le gustaba mostrarse débil ante nadie! —No soy un objeto que puedas controlar, Giovanni. No hice nada malo, solo me reuní con mi padre, no es un maldito delito, ni una falta a ninguna cláusula del contrato —dijo la profesora, que aunque intentab
✧✧✧ Más tarde. Esa misma noche en Roma. ✧✧✧ El restaurante era un verdadero tesoro escondido en una de las calles de Roma. Las luces tenues creaban un ambiente íntimo y acogedor, mientras las velas parpadeaban sobre las mesas elegantemente vestidas con manteles blancos. El aroma de la cocina italiana envolvía el lugar, y los sonidos de conversaciones suaves animaban el espacio. Kathia Cárter se acomodó en su silla, luciendo más hermosa que nunca con un vestido turquesa que realzaba su figura. Mismo que tras un baño en el hotel, encontró listo y esperando por ella, junto a una elegante mujer que la ayudó con su peinado y maquillaje. Maldijo… ¡Maldijo a ese hombre y sus detalles!, le molestaba lo meticuloso y perspicaz que era, y al mismo tiempo… Ahí estaba ella, queriendo conocerlo más, quizá por curiosidad… Al menos, así pensaba la profesora. Giovanni, a su lado, parecía un verdadero caballero con su traje oscuro que acentuaba su imponente presencia. El menú era un des
—Estoy en mi tercer mes, y aunque estoy emocionada, también me siento un poco abrumada —sonrió con dulzura la mujer castaña, mirando fijamente el platillo de comida. Giovanni la observó con atención. —¿Abrumada? —dijo él, dejando claro su deseo por saber más. —Es complicado. A veces me siento feliz, pero otras veces me asusta la idea de ser madre, nunca he tenido bebés, todo es nuevo y… Especialmente porque no son tus bebés, temo que se descubra cuando nazcan y claramente no se parezcan a ti —dijo ella, sintiendo un nudo en la garganta. ¡No entendía porqué de pronto empezó a abrirse tanto con ese hombre! ¿Qué tenía él que la relajó hasta ese punto? Giovanni mantuvo su mirada fija en ella, como si cada palabra que decía tuviera importancia, y fuera merecedora de atención. —No le des importancia a ese hecho. El tiempo pasa rápido, y deberíamos empezar a pensar en todo lo que necesitarás para recibir a los mellizos. En un mes tienes otro ultrasonido, y estaré ahí también. J
Giovanni se acercó lentamente. Tap~ tap~ Cada uno de sus pasos resonando en el silencio del cuarto de baño. Su penetrante mirada gris clara no se apartaba de Kathia, que se sentía atrapada entre la curiosidad y el deseo. —¿No dirás nada al respecto, linda?, podría tomar tu silencio, como si… quisieras exactamente lo que estoy imaginando —dijo él, su voz baja y seductora, impregnada de una certeza que la hizo estremecer. Ella tragó saliva, sintiendo cómo su corazón latía más rápido. Giovanni Andreotti era un hombre que destilaba confianza y posesividad, y en ese instante. Sin embargo, la mente de la mujer, luchaba con la idea de lo que eso significaba. ¿Estaba dispuesta a ceder? Su mirada cautivadora le hacía olvidar el resto del mundo… Recordar todo lo que había sucedido, desde que él ingresó a esa habitación de hotel, tras ella recibir a su padre. —No deberías estar aquí, Giovanni… —dijo ella en voz baja, pero el desafío en su tono había desaparecido. —Pero aquí estoy pr
—Te gusta lo que ves, ¿no, señor Andreotti? —preguntó Kathia, desafiándolo mientras sus dedos trazaban delicadamente su torso, y sus ojos avellanas no se apartaban de los grises de él. Viéndolo deseoso. —Más de lo que imaginas, hermosa —respondió él, acercándose aún más, sus labios acariciando el lóbulo de su oído, enviándole escalofríos que la hicieron temblar. —Oh~ Giovanni… —cerró los ojos Kathia por un momento, disfrutando de sus caricias. Con un movimiento audaz, Kathia miró hacia el collar que Giovanni llevaba, nuevamente ese con un ancla que colgaba de su cuello. En un acto de desafío, se acercó y lo apartó con suavidad, dejándolo caer en el lavado. Él se quedó inmóvil por un momento. Le había quedado claro en más de una ocasión que a ella no le gustaba verlo llevándolo puesto. —Ahora, ese ancla ya no te sujeta. No la uses más… —dijo ella, riendo suavemente mientras sus dedos acariciaban su pecho desnudo. "Esta mujer, verdaderamente… Tiene su encanto" Pensó ese atr
La conexión entre ellos se intensificó, él la sostenía con firmeza. Sus manos comenzaron a explorar su cuerpo, deslizando sus dedos por su cintura, mientras su boca ahora recorría su cuello, dejando un rastro de besos que la hacían estremecer. —Eres simplemente irresistible —murmuró él, sus labios rozando su piel. Kathia cerró los ojos, disfrutando de la forma en que él la hacía sentir y le hablaba. Por supuesto, la mujer castaña pensaba que él lo decía por el momento de excitación y deseo desbordante, para complacerla a ella, para disfrutar del momento carnal mutuamente. Y hasta cierto punto, funcionaba, ya que su desnudo cuerpo respondía con ansias de más. Se reclinó hacia atrás, agarrándose del lavado abriendo bien sus piernas, mientras sentía cada embestida de ese hombre, que la volvía loca, calentándola; gimiendo a placer, permitiendo que Giovanni explorara su cuerpo con mayor libertad, lamiera su cuello, chupara sus senos. —¡Ah! ¡Gio!~ dame más… Mm~ —pedía ella, escucha
✧✧✧ Más tarde. Esa misma noche. ✧✧✧ La ciudad brillaba con luces titilantes que se reflejaban en las ventanas de la casa del señor Andreotti. Ambos se encontraban sentados en la cama, envueltos en suaves batas de baño. El aire estaba impregnado del aroma a champú y un ligero olor a frutas de la bandeja que habían dejado a un lado, donde reposaban algunas fresas y uvas, frescas y jugosas, esperando ser degustadas. Giovanni se giró hacia Kathia, observando cómo jugaba distraídamente con un mechón de su cabello. La mirada de ese hombre era intensa, pero había un aire de preocupación en él. —¿Estás bien? —preguntó, su voz suave, pero con un matiz de inquietud. Kathia levantó la vista, y sonrió levemente. —Sí, solo… estaba pensando en lo que hablamos antes —respondió ella, su tono un poco más sombrío. Giovanni se enderezó, sintiendo que la conversación que habían tenido antes de su cita, aún pesaba en el aire. —Sobre tu padre, ¿no? —dijo él, con un tono que dejaba claro
—¿Qué han encontrado? —preguntó el CEO Johnson, su voz fría y demandante. —Señor, hemos llegado a la casa del doctor Cárter y encontramos una caja fuerte antigua. Después de intentar varias combinaciones, logramos abrirla. Aquí hay documentos que son cruciales, relacionados con Kathia Cárter, creo que lo mejor, es que sea usted mismo quien los revise a detalle —respondió el hombre, su tono lleno de urgencia. William sonrió con malicia. Era el tipo de información que le alegraba. Cualquier cosa que pudiera ayudarlo a tener el control de Kathia una vez más, y joderle la vida al maldito de Giovanni. —No hay tiempo que perder. Manden esos documentos de inmediato. Es urgente —dijo ese hombre rubio, con un tono que no admitía discusión. Su mente ya calculaba las implicaciones de esa información. —Entendido, señor. Lo haremos ahora mismo —dijo su hombre, con una mezcla de alivio y ansiedad en su voz. Mientras tanto, los hombres comenzaron a organizar los documentos, asegurándose de n