Decir que Adriian y yo no nos llevábamos bien sería quedarnos cortos. Nos respetábamos, claro, pero eso era lo mínimo en Valtherium. Todo lo demás entre nosotros era una batalla de orgullos con uniforme de combate. Pero más allá de eso… éramos fuego contra pólvora.

La semana comenzó con la formación oficial de los equipos especiales. Una célula de élite, seleccionada por rendimiento, compatibilidad en combate y... tolerancia mutua, supuestamente.

—Unidad de operaciones especiales —anunció la instructora.

—¿Y no podían ponernos un nombre menos aburrido? —murmuró Mike desde un rincón, claramente aburrido.

—¿Qué esperabas? ¿"Los Orvium Rangers"? —le respondió Harold sin despegar los ojos del dossier que le habían dado.

—No suena tan mal, ¿eh? Podríamos hacer camisetas —replicó Mike, dándole un codazo a Harold.

Yo apenas sonreí. No porque no me pareciera gracioso, sino porque estaba ahí. Sentado en una esquina, con los brazos cruzados y ese maldito aire de “me importas menos que el polvo