CAP 2 - Gran decepción

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* * * * * * * * * * Lorey * * * * * * * * * *

No sé cuánto tiempo había pasado desde que me senté a esperarlo en el sofá, pero, en este momento, lo único que sabía era que me había quedado dormida en una mala posición sobre este y aquello se reflejaba en el moderado dolor de cuello que sentía en este preciso instante.

—Ah… —me quejo al llevar una mano hasta mi nuca— Dios —siseo—, pero qué hora será —agrego adormilada mientras procedo a tallarme los ojos con mis manos para después observar mi reloj de pulsera.

Cuando hago ello, me quedo totalmente absorta ante la hora que este marcaba.

—¿Qué? —articulo sorprendida al levantarme rápidamente del sofá—. Esto no puede ser cierto —pronuncio al caminar hacia mis ventanas—. Esto no… ¡Ah! —me quejo al abrir mis cortinas y, por instinto, con uno de mis brazos, me cubro los ojos para evitar que la luz me siga dañando las vistas.

—¡Carajo! —exclamo no muy fuerte al alejarme de la luz por completo, ya que esta era demasiado fuerte estaba ocasionando que mi dolor de cabeza (por haber dormido en una mala posición sobre el sofá) se acrecentara.

—Pero… ¿Y Jake? —me pregunto de forma repentina al empezar a buscarlo con la mirada en nuestra sala.

—No creo que no haya llegado —menciono un tanto intranquila al empezar a caminar hacia nuestro segundo piso e ir hacia la habitación.

—Jake —lo llamo al subir las escaleras— ¡Jake! —exclamo, pero no obtenía respuesta— Jake —lo nombro otra vez al haber llegado a la segunda planta y empezar a caminar hacia nuestro dormitorio—. Jake, amor —digo al abrir la puerta, pero no lo veo por ninguna parte—. ¿Jake? —hablo un tanto nerviosa al entrar por completo al cuarto; sin embargo, él no estaba por ninguna parte.

—Jake —repito otra vez al ir hacia nuestro baño y abrir la puerta de este; sin embargo, este espacio también estaba vacío.

—Jake —siseo muy preocupada al tiempo en que decido salir de la habitación para poder regresar a la sala.

Al llegar a esta, lo primero que hago es tomar el teléfono para poder marcarle nuevamente, pero este sonaba apagado, lo cual logró acrecentar mi angustia.

—Dios, Jake, contesta —le pido muy nerviosa al llamarlo otra vez, pero, al igual que antes, no obtuve respuesta alguna— Una vez más, una vez más —me digo nerviosa—. Él va a contestar; tiene que contestar —determino; y me dispongo a intentarlo por tercera vez; sin embargo, lo único que escuchaba era la voz de la contestadora.

Ante esta situación, no espero más y lo primero que empiezo a hacer es subir las escaleras nuevamente para poder ingresar a nuestra habitación y tomar mi cartera con mis llaves de la casa y del auto para así, salir en busca de mi esposo. Y no era por querer controlarlo (como alegaba Charles), sino porque, realmente, estaba muy angustiada por el hecho de que no haya llegado en toda la noche y porque tenía el celular apagado.

Cuando llego a la sala con mi cartera lista, camino hacia nuestro perchero (el cual estaba a un lado de la puerta) y tomo mi abrigo para salir, de inmediato, de mi casa.  Estoy abriendo la puerta cuando, de forma sorpresiva, suena el teléfono de la sala. Al escuchar el sonido de aquel, vuelvo a cerrar la puerta para después, caminar en su dirección de forma apresurada.

—Hola, ¿Jake? —articulo enseguida (con suma preocupación) ni bien termino de llevar el teléfono a mi oído.

—Hola, Lorey —oigo la voz de mi esposo; y ello me devuelve el alma al cuerpo.

—Dios, Jake —murmuro como si un enorme peso y miedo abandonara mi cuerpo—. Estaba muy preocupada por ti —le digo al tiempo en que empiezo a sentirme más calmada—. No llegaste anoche y…

—Sí, sí, no llegué —responde en el acto—. Tenía mucho trabajo, Lorey, y apagué el celular para que no me molestaran —puntualiza un tanto fastidiado.

—Entiendo, entiendo —me limito a decir—, pero, al menos, me hubieras enviado un mensaje —le menciono sin sonar agresiva.

—Tenía mucho trabajo, Lorey —puntualiza cansado—. No podía perder el tiempo en avisarte —señala adusto; y aquello no me gustó—. Por favor, no quiero reclamos sobre eso ahora —me pide—. Tengo demasiado en qué pensar como para que vengas tú a añadir más problemas —agrega sin tino alguno.

—Jake… yo solo…

—Por favor, Lorey —repite—. No empieces otra vez; ahora no —señala cansado—. Mejor hablamos cuando llegue a casa.

—Está bien, está bien —le respondo—. Yo te espero —le preciso—. ¿Hoy llegarás temprano? —cuestiono de forma sorpresiva.

—Entonces Charles tenía razón —manifiesta un tanto divertido.

—No, Jake…

—¿Lo estuviste molestando ayer? —inquiere

—No, claro que no —contesto firme—. Solo estaba muy preocupada por ti y creí que él podría darme razón alguna, ya que tú no contestabas tu celular —le explico.

—Eso no justifica que estés molestando a Charles, Lorey —replica al instante.

—Jake…

—Deja de estarlo llamando —puntualiza—. Él no va a estar a tu entera disposición solo para que te informe sobre mí —señala con desagrado— y, por favor, deja tus reclamos…

—Yo no te estoy reclamando nada, Jake —contesto un tanto seria.

—Pues no es lo que parece, Lorey —refuta al otro lado de la línea.

—Solo estaba preocupada por ti —le informo más seria—. ¿Acaso no puedes entenderme un poco al menos? —interrogo un tanto indignada.

—Pues no tenías nada de qué preocuparte —rebate—. Yo estoy bien —aclara tajante—. Así que deja de estar molestando a Charles y su familia —señala fastidiado—. Porque él sí tiene una familia —añade con intención; y aquel comentario suyo me desconcertó y… dolió.

—¿A qué hora vendrás hoy? —cuestiono como para cambiar de tema— Yo preparé una pequeña sorpre…

—Deja de controlarme, Lorey —me interrumpe—. Y no sé a qué hora regrese a la casa hoy; me quedaré hasta muy tarde en la empresa —me informa.

—¿Otra vez? —pregunto por instinto; y lo oigo bufar al otro lado de la línea cuando le digo eso.

—Sí, otra vez —enfatiza

—Jake… —susurro incrédula— ayer fue nuestro ani…

—Por favor, Lorey… te dije que hablaríamos al llegar a casa

—Está bien… te espero entonces… —expreso decepcionada por saber que Jake (hasta ahora) ni siquiera se había acordado de nuestro aniversario.

—Haz lo que quieras, me tiene sin cuidado —contesta relajado—. Ahora, adiós; debo empezar a trabajar —indica—. Cosa que tú no sabes hacer —aclara antes de colgar; y aquello termina por hacerme sentir peor de lo que me encontraba.

Al culminar la llamada con Jake, regreso toda mi atención a mi sala (la cual se encontraba repleta de velas consumidas y de pétalos de rosas rojas esparcidos por el piso hasta las escaleras que daban a nuestra habitación). Por otro lado, el equipo de sonido aún seguía encendido y reproduciendo canciones. En este momento; por ejemplo, las notas de “This woman needs” de SHeDAISY (una cantante que acababa de descubrir hace muy poco) estaban llenando el compartimento de la casa, que había decorado con mucho esmero, para poder compartir una noche agradable al lado de la persona que fue mi novio por diez años, mi prometido por dos años y mi esposo… mi esposo por apenas 3 años y ya estaba sintiendo que todo esto era una especie de prisión llena de problemas, reclamos y discusiones.

—Jake… —susurro su nombre con nostalgia al mirar la mesa de nuestra sala y empezar a caminar hacia aquella.

Al llegar a esta, me dedico a mirar con atención todo lo que había preparado, especialmente, para él. Había comprado su champaña y botella de vino favoritas (las cuales no me resultaron nada cómodo, ya que Jake tenía un gusto especial por las bebidas caras; así que, prácticamente, me había gastado una buena parte de lo que había ahorrado durante el mes). Sigo repasando la mesa y poso mis ojos sobre el álbum de fotos que había preparado para él como obsequio de nuestro tercer aniversario de bodas. De inmediato, extiendo mis manos hacia aquel álbum, que yacía sobre la mesa, y lo tomo delicadamente para atraerlo hacia mi pecho y estrecharlo; y, de repente, empiezo a sentir cómo una especie de nudo parecía estar formándose en mi garganta.

Luego, tomo la botella de vino que había comprado para “nuestra velada especial” y regreso hacia el sillón en el que había pasado la noche más larga y pesada de mi vida (recuerdo haberlo estado esperando hasta las 11 y luego, el sueño me venció). Ya sentada en mi mueble, me recuesto en su respaldar, pongo el álbum a un lado (por un momento) para abrir la botella de vino (a la cual ya le había sacado el corcho con anterioridad, pero le había colocado una cubierta especial hasta que llegara Jake)

«Cosa que nunca pasó», me recuerda mi subconsciente.

Con la botella de vino abierta, subo mis piernas al sillón y las cruzo para después reposar el álbum sobre aquellas y así, empezar a revisarlo yo sola. Hice este presente con mis propias manos, ya que quería que fuera especial para Jake, creí que este podría ayudarnos, al menos un poco, a revivir los momentos felices que habíamos pasado desde que nos conocimos. Había pasado días recopilando y seleccionando nuestras mejores fotos; así como armando el álbum y escribiendo pequeños recordatorios de cada postal elegida.

Continúo pasando las hojas y me es inevitable no sentirme triste e impotente al ver cada una de ellas, las cuales, en su mayoría, correspondían a cuando éramos enamorados y, al darme cuenta de ese detalle, no puedo evitar quebrarme un poco. Tomo la botella de vino que tenía sobre mi regazo y la llevo hasta mi boca para beber su contenido directamente.

—Lo necesito… —susurro al verla— lo necesito —repito; y le doy otro trago para después, ya no soportar más y echarme a llorar desconsoladamente mientras continúo viendo cada una de nuestras fotos hasta llegar a nuestra primera foto de casados.

Ver la imagen, solo me pone más triste, ya que, aquel día, no fue el más feliz de mi vida como muchos piensan, sino que fue todo lo contrario. Esto debido a que, aquel día, recibí, por correo, los resultados de unos exámenes que me realicé y los cuales Jake también vio. Lo que pensamos sería un gran y maravilloso paso en nuestras vidas, el cual imaginé que estaría lleno de felicidad (considerando, obvio, que íbamos a tener uno que otro problema también), se terminó convirtiendo en el inicio de tres años llenos de discusiones y reclamos en los que… terminábamos hiriéndonos. Y… tenía que aceptarlo…

Tres años en los que, progresivamente, me iba sintiendo menos como mujer…

(Lloro mucho más).

—Ya no puedo —siseo entre lágrimas—. Ya no puedo —repito al seguir viendo nuestra foto de casados—. Ya no puedo —vuelvo a recalcar, pero, en esta ocasión, ya no tengo las agallas suficientes para seguir viendo aquel álbum; así que lo cierro con fuerza y después, lo estrecho fuertemente contra mi pecho mientras me dedico a llorar con mayor intensidad.

—Por qué —pregunto a la nada al seguir llorando—. ¿Por qué? —me pregunto otra vez e, inmediatamente después, vuelvo a tomar un poco más de la botella que sostenía en mi mano derecha—. Por qué —sigo articulando entre lágrimas al empezar a echarme sobre el sofá con el álbum de fotos en mis brazos—. ¿Por qué, Jake? —le pregunto al continuar sollozando— ¿Por qué? —agrego una vez más al tiempo en que me acomodo sobre el mueble en posición fetal—. Por qué —susurro; y luego, solo me dedico a continuar llorando para liberar la carga de 3 años de matrimonio frustrado.

Matrimonio frustrado, principalmente, por mi esterilidad… (la cual conocimos el mismo día de la celebración de nuestra boda al leer mis resultados enviados por correo).

Fue un golpe fuerte tanto para mí como para Jake, pero más para él, ya que, después de todo…

«Él sí desea descendencia y yo… yo»

—Yo no puedo dársela —completo destrozada, en voz alta, al llorar un poco más.

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Llevaba un par de horas echada sobre mi sofá. Mis ojos ya ardían de tanto haber llorado y la cabeza empezaba a dolerme muy fuerte. Aparte, me había terminado la botella completa de vino y un poco de la de champagne; así que ya no podía con más.

—Mi celular —balbuceo de pronto al tratar de levantarme como sea del sofá.

Cuando me pongo de pie con la poca estabilidad que me quedaba, tiro el álbum de fotos y la botella de champaña al piso sin querer.

—Rayos… sí que soy un desastre —siseo cual ebria al empezar a caminar tambaleante hacia donde estaba mi teléfono, ya que no recordaba en donde estaba mi celular ni mi cartera.

Cuando llego hasta el aparato, lo tomo de inmediato y empiezo a marcar el número de la única verdadera amiga que tenía.

—¡Y esta vez no me importa si no te gusta que Chiara esté aquí, Jake! —exclamo tratando de articular bien las palabras— ¡Au ¡Au! —me quejo al llevar una de mis manos a mi cabeza— Ya no debo gritar…, ya no… no debo, no, no debo gritar —hablo como puedo—. ¿Qué iba a hacer? —me pregunto de pronto al fruncir mi ceño y al ver el teléfono que estaba en mi mano— Ah sí —sonrío ampliamente— Chiara… —articulo el nombre de mi mejor amiga y, de inmediato, termino de marcar su número para luego llevarme el teléfono al oído.

—Para qué soy buena —escucho su agradable voz.

—Te necesito —le digo sin preámbulos.

—¿Yaaaaa? —contesta extrañada; y puedo predecir que aquella está frunciendo su ceño—. ¿Estás bien, Lorey? —cuestiona un tanto preocupada— Tu voz suena relativamente extraña —precisa— ¿Podrías acercarte más al teléfono? —me pide; y es lo que hago.

Probablemente no me escuchaba bien debido al ruido del estéreo, el cual estaba volviendo a reproducir “This woman needs”.

—Ahora… ¿se me escucha? —le digo un poco fuerte al haber acatado su petición.

—¿Lorey? —pregunta con mayor preocupación— ¿Acaso tú?

—Solo fue una botella de vino muuuy cara —me río— y champagne —preciso.

—Lorey… —susurra mi nombre

—Estoy bien, Chiara —le digo al ponerme seria—. Solo fue una botella de…

—Eso es lo de menos, Lorey —me interrumpe—. El asunto es… ¿por qué? —menciona; y, cuando dice aquello, me dan ganas de volver a llorar—. Lorey…

—Yo… —me sorbo un poco mi nariz— voy a necesitar de tus servicios de abogada —le digo, finalmente, y la línea se queda en absoluto silencio por unos segundos.

—Llego a tu casa en 30 minutos —informa—. Y no te preocupes, llevaré más botellas de alcohol —precisa; y yo sonrío al darme cuenta de que aquella había captado el mensaje sin que yo fuese muy específica.

—Gracias —le digo muy sincera.

—Te amo; ya voy saliendo —precisa; y después, cuelgo la llamada.

A Chiara nunca le agradó Jake; así que creí que celebraría cuando le dijera que necesitaba de sus servicios de abogada; sin embargo, no fue así… y eso… se lo agradecía, ya que no tenía ganas de celebrar porque, después de todo, estaba enamorada de mi esposo y me dolía haber tomado la decisión.…

—Bueno… a esperar otra vez —murmuro al ver mi reloj, el cual marcaba las 12 y 30 de la tarde—. Tal vez, deba pedir pizza —sentencio; y vuelvo a tomar el teléfono

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