Su celular sonó y ella pegó un salto.
—Ghita… ¿llegaste? ¿Dónde estás? Sigo aquí arriba.
—Puedes bajar. — dijo su amiga con voz neutra. —No pasa nada.
Ella abrió la puerta con rapidez y bajó las escaleras saltando los escalones de dos en dos.
—¿Qué…?— la pregunta murió en sus labios al ver a su amiga con ropa de pijama larga; pantalones y blusa purpura y el pelo recogido en un moño. Dominic estaba detrás de ella rascándose la cabeza.
Y ahí estaba él, sentado en el banco de madera del pórtico, dándole la espalda y mirando el jardín.
—Creo que tienes un problema que resolver, linda. — dijo Ghita acercándose.
Nala miró a su amiga, esa que la había protegido durante tanto tiempo, esa hermana mayor que la vida le hab&iac