Capítulo 0002

Tatiana

Habían pasado ya muchos años, había luchado por sobrevivir, y luego de mucho esfuerzo, yo ahora vivía sola en una pequeña casa, a y trabajaba en el único restaurante de este pequeño pueblo.

—¡Tatiana, menos mal que te encuentro! Tenemos estas semanas una reunión muy importante de varios empresarios de varios pueblos cercanos y necesito que todos esté a la perfección— me decía mi jefa Gaby.

Ella era una señora mayor, la dueña del restaurante… y la persona que más me había ayudado desde que llegué aquí. Mi vida era tranquila, mucho mejor desde que había dejado la manada.

Me había dejado quedar en su casa, me ayudó a entrar en la escuela local y me dio trabajo. Y me trataba como si fuera su familia. Haría lo que fuera por esta mujer.

—Voy a dejar una lista de tareas para que le des a las otras meseras, sabes que confío en ti y eres la mejor, así que te dejaré a cargo— decía guiñándome un ojo.

—Por supuesto, Gaby—

—¡Unos empresarios, pero qué buena noticia!— Me decía Mariela, mi compañera mesera y mi mejor amiga.

—Espero que sea muy atractivos, dios… estos uniformes no nos hacen lucir bien— decía ella mirando nuestro vestido opaco y poco llamativo.

Mi amiga era baja y delgada, con el cabello liso y corto y unos lentes redondos. Tenía apariencia inocente y también de nerd, y era la mejor chica del mundo.

—Yo me conformo con que me entre y me quede relativamente bien— decía yo.

—¿De qué hablas chica? ¡Ya quisiera yo tener tus curvas Tati!— decía ella chocando sus caderas con las mías y yo me reía.

Por supuesto que con el tiempo no había cambiado, seguí haciendo la chica curvy, pero ahora no me sentía mal con mis curvas… o al menos lo intentaba.

Cuando salía del baño veía mi largo cabello oscuro, mi amplio pecho, mis caderas, y mis piernas anchas. Aquí nadie se reía de mí, sino que simplemente era Tati, la mesera y chica que vive sola cerca del bosque.

De repente, escuchaba un ruido y cuando abrí la puerta veía a dos chicos que conocía muy bien, estaban parados en la entrada, ella con una camiseta grande, él con un short.

—¡Mis niños! ¿Qué hacen aquí? ¿Y por qué tienen esa ropa?— les preguntaba riéndome de ellos y los abrazaba con fuerza. Los hermanos habían crecido bastante y para mí ya eran unos gigantes.

—¡Vinimos a visitarte por supuesto!— decía Marina.

—¡Y es culpa tuya que nos dejas unos shorts pequeños! ¡Ya no nos quedan, hemos crecido, hermana!— decía Henry casi ofendido. Yo les dejaba ropas afuera y escondida, porque siempre venían en su forma de lobo, y así no andaban desnudos por ahí.

Por supuesto que ellos habían venido a visitarme siempre que podían. Cuando fueron más grandes lo primero que hicieron fue venir a buscarme. Yo pasé… años mirando al bosque, rezando porque vinieran, que encontraran mi olor.

Les escribí cartas y estuvimos en contacto. Yo los amaba tanto, eran mis chicos.

—Vengan… vamos a cenar—

—Solo quería decirte Tati... que tengo entendido que va a haber una reunión de alfas aquí en este pueblo, justamente— me decía Marina nerviosa.

Oh Demonios.

—¿Alfas? Ohhh los empresarios son alfas…— ahora que lo pensaba, tenía lógica. Este pueblo era prácticamente el territorio que no era de ninguna manada, el más cercano a muchas manadas. Un simple y tonto pueblo humano.

—Creímos que sería pertinente avisarte... tú sabes… solo ten cuidado y que nadie te moleste, ¿okay?— decía Henry preocupado, dándome un beso en la mejilla y dejándome con mis pensamientos.

—Es solo una reunión de alfas… la mayoría de los hombres lobos ni se acordará de mí— decía mientras intentaba dormir.

—¡Por la diosa luna cómo comen!— gritaba en la mañana mientras ellos engullían el desayuno que les había preparado y ahora atacaban mi refrigerador.

—Tenemos que crecer hermana... además cocinas delicioso— decían ellos y yo les daba un beso despidiéndome para ir a los preparativos de la gran reunión de los alfas, llamados empresarios para los humanos.

—Quédense aquí pórtense bien, si hay muchos alfas alrededores mejor tener cuidado, y dejen un poco de comida afuera para los lobos—

A veces venían lobos y otros animales a visitarme, a mí no me gustaba mucho adentrarme en el bosque, pero me gustaba estar cerca de ellos.

Ese día trabajé arduamente para que todo queda perfecto, ya estaba nerviosa y todas las personas en el pueblo tenían gran expectativa de cómo serían los grandes empresarios que venían a este pequeño pueblo a reunirse.

A la mañana siguiente todo estaba preparado, y de repente empezamos a ver que llegaban autos y camionetas muy grandes donde se bajaba hombres y mujeres de todo tipo. Pero había una característica clave... y es que todos eran fuertes y atractivos, como ningún humano lo era. Yo sabía la razón, por supuesto, pero el resto no.

—Demonios... ¿De dónde dijeron que eran estos empresarios? Parecen dioses que bajaron del Olimpo— me decía Mariela muy emocionada.

—Compórtate que tenemos mucho trabajo que hacer— respondía yo acomodando las mesas.

—Es en serio Tati... ¿Los has visto? Esos hombres son inmensos y se les marcan los músculos... y esos tatuajes...mi buen dios….— decía ella y la veía acalorada. Cuando de repente apareció Gaby bastante nerviosa.

—Tati…hemos estado organizando las mesas, pero ¿podrías quedarte en la entrada y darle la bienvenida a ellos?—

Que me lleve el demonio. La idea no me gustaba, mi objetivo era estar el mayor tiempo posible en la cocina y detrás del bar para que nadie me viera, pero ella contaba conmigo, yo no podía defraudarla.

Así que de repente me vi como la anfitriona en la entrada de restaurante mientras estos seres magníficos me observaban como si yo fuera una mosca muerta, mirándome de arriba a abajo. Y yo solo tenía mi uniforme viejo de mesera, desgastado y feo.

Empecé a llamar uno a uno a los alfas mencionados por los nombres que tenía en una lista e iba indicando sus asientos y sus mesas. Pero el corazón se me detuvo cuando llegué a un nombre que no esperaba ver.

—¿Sebastián Marden?— pregunté con vos temblorosa y agitada, y prácticamente el resto de las alfas se hicieron a un lado para que él pasara.

Sebastián había crecido aún más, y al contrario de mi caso se había puesto aún más atractivo. Tenía un cabello oscuro magnífico y sus ojos azules prácticamente brillaban.

Lucia bronceado y ridículamente musculoso, la camisa prácticamente no podía ni cerrarse y veía cómo le sobresalían tatuajes de su cuello y su pecho. Básicamente era un modelo. Mariela tenía razón… era como un dios griego.

Por la diosa luna en el cielo… era mucho más alto que el resto y caminaba sabiendo que era un hombre importante, fuerte y atractivo. Tuve que contener un ligero jadeo solo de verlo. Podía imaginar que a Mariela se le deberían estar saliendo los ojos.

Por supuesto que esto tenía que pasar... yo debía haberlo previsto. ¿Eres tonta Tatiana o qué? Si iban a venir todas las manadas de esta región… Medianoche tenía que venir.

En cuanto Sebastián me vio... observé su cara de desconcierto. Sin duda no esperaba que yo estuviera aquí... y la expresión que tenía era de molestia e inclusive de asco.

Yo sentía que temblaba y cuando se acercó más a mí, yo di varios pasos hacia atrás con terror. Imágenes de él arrastrándome fuera del territorio y dejándome en medio de la noche en el bosque.. aparecían de nuevo en mi cabeza.

—Tú... aquí... — dijo como si viera a su peor enemigo. Su voz era profunda y sentí un estremecimiento.

Me vio de arriba a abajo y podía detallar que sus ojos se oscurecían, parecía ser como si evitara respirar para no sentir mi olor. Pareciera que solo reaccionó cuando su beta, su mano derecha David, le habló.

—Gracias… iremos a nuestro puesto— dijo el beta. Sebastián estaba tenso y no paraba de verme, volteando a cada rato. Yo seguí llamando al resto de los alfas, pero quedé conmocionada y nerviosa.

Por supuesto que apareció también uno de la manada más poderosa. Marco Razzio…cuando lo vi caminar, su cabello rubio y algo en él… lo supe. Siempre me había preguntado quién podría haber provocado los incendios.

Pero ahora… después de tantos años, tenía mi sospecha. Esos los lobos tenían un pelaje claro, y veía que era el más rubio de todos aquí ¿Podría ser posible?

Recuerdo haber escuchado que Marina decía que los Razzio eran muy amigos de los Marden. Marcos y Sebastián deberían ser más que conocidos. Dos futuros alfas.

¿Pero qué podría hacer? Si decía algo… capaz me matan aquí mismo.

Y uno puede ser un humano débil… pero era mejor cuidarse. Mejor que digan por aquí corrió, que aquí murió.

—Ohh, pero si tenemos aquí a la humana gordita y mentirosa... — me susurró con una sonrisa maligna, balanceando una copa de vino en su mano.

Cuando de repente la tiró exactamente sobre mí, manchando mi cara y uniforme con la sustancia rojiza. Yo parpadeaba aterrada mientras el resto de los alfas ni escondían como se reían de mí.

—Siempre vas a ser una asquerosa… pero te doy razones para que te bañes— me dijo y se fue riéndose. Yo me limpiaba la cara y mi pecho se agitaba.

Algo me decía que los otros alfas sabían: la tonta humana que arruinó a la manada Medianoche. La gordita que mintió y fue echada. Ellos me habían salvado de la muerte en el bosque… y yo les mordí la mano.

Me fui desesperada al baño, casi temblaba y no pude evitar llorar. Mi pesadilla había vuelto y de la peor forma ¡no podía creer mi mala suerte!

—Vamos Tati... ellos no tienen nada que ver contigo y no tienen forma de hacerte daño de nuevo. Tendrán su reunión y se irán como si nada hubiese pasado y no lo volverás a ver…— me decía a mí misma.

Cuando iba saliendo, tropezaba con Gaby, quien parecía estar buscándome.

—¿Estás bien querida?— me veía preocupada, tomando mi cara. ¿Cómo explicarle? Había contado poco de mi pasado, solo dije que hui de una familia disfuncional y unos padres malvados.

—Sí sí estoy bien... —

—¡Mi niña! Pero mira como ha quedado tu uniforme… ven que creo tener uno de repuesto — decía ella tomándome de la mano.

Cuando ella me entregaba el uniforme yo de antemano temía que no me fuera a quedar.

—Yo solo creo que…—

—Por favor solo pruébatelo... ahora los empresarios están pidiendo que los ayudemos con algunas cosas. Prometo que te voy a dar un bono magnífico Tati— dijo ella, y ya habíamos quedado en que le debía todo a esta mujer, así que nada qué hacer.

Desde el momento que me coloqué la pieza sabía que esto no iba nada bien, la falda me quedaba muy ajustada, y corta, muy corta. La camisa prácticamente no me cerraba, ¿cómo voy a salir así frente a todos ellos?

Ya Sebastián me había mirado con odio, y casi podría jurar que el resto de los alfas se van a reír de que yo pertenecía alguna vez a la manada de él.

Aunque honestamente... ¿Por qué tendría que importarme? Él no es nada mío, y yo no soy importante para ellos. Seguramente ni se acuerdan de mí. Eso… eso es lo que tenía que pensar.

—Al diablo Sebastián Marden…— dije en voz alta mientras me acomodaba lo mejor posible, y arreglaba mi cabello.

Cuando de repente la puerta del baño se abrió y yo pensé que podría ser Gaby o quizás Mariela... pero me encontré cara a cara con nada más y nada menos que Sebastián, que me miraba fijamente, detallando mi atuendo y respirando de forma agitada.
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