Capítulo 2: Golpe bajo

1. Golpe bajo.

ELIJAH.

Valentine se despide y comienza a caminar a la salida de la oficina y yo no tardo en seguirla, de camino al ascensor verifico la lista de los documentos que necesita y como dijo mi padre, todos están en mi poder. Espero poder serle de utilidad a Valentine y que me conceda la oportunidad de disculparme correctamente por mi mal actuar del pasado.

Y convencerla de que no le cuente nada a mi padre sobre lo que le hice cuando estábamos en el instituto, no quiero perder la posibilidad de regresarle a mi madre el legado de su familia, dado que William Potter solo está buscando la mínima excusa para quitarme de su camino.

Subo al ascensor junto a ella y la observo a través de las paredes espejadas, Valentine se ve impresionante. No queda absolutamente nada de la chica tímida y sin carácter que fue en el pasado.

—Valentine… lamento mucho mi comportamiento del pasado y todo el infierno que te hice vivir, durante estos diez años que han pasado desde la última vez que nos vimos, mi consciencia no ha dejado de reprocharme por todo el mal que te hice de manera injustificada —digo con vergüenza, mirándola a los ojos y ella me observa de manera despectiva—. ¿Podrías darme tu número de teléfono? Me gustaría invitarte a cenar.

Ella suelta una risa carente de diversión y el desprecio aumenta en su mirada achocolatada, siento que no será nada fácil ganarme su perdón y no la juzgo, yo estando en su lugar me habría dado una patada en los testículos.

—Abogada Baker para usted —musita haciendo énfasis en su apellido, recordándome de manera inmediata lo mucho que me burlé de ella por este y porque de manera irónica su padre es un panadero. La veo revolver su cartera en busca de algo y saca una tarjeta de presentación y me la da, pero esta no es suya, sino la de la firma de abogados en la que trabaja—. Este es el número de la firma de abogados, si desea que yo lo represente o algún otro colega, comuníquese a dicho número telefónico.

Ladeo la cabeza y sonrío, está rechazándome y siendo sincero conmigo mismo, no esperaba menos de ella. Me gustan los retos y ella claramente es uno para mí.

El ascensor abre sus puertas y soy el primero en salir, saludo a varios compañeros con los que me cruzo, mientras escucho el repiquetear detrás de mí de los tacones de Valentine.

Abro la puerta de mi oficina y la invito a pasar primero, dándome mi secretaria una mirada sorprendida y una sonrisa pícara. Probablemente, crea que ella es una más de mis conquistas.

—Puede tomar asiento en el sofá o frente a mi escritorio, mientras busco los documentos que necesitas —le digo y me acerco hacia el minibar que tengo dentro de la oficina—. ¿Desea tomar alguna gaseosa, vino o whisky mientras esperas o quiere algo más? Puedo pedirle a mi secretaria que le traiga lo que guste.

Ella me observa con duda unos segundos y toma asiento en el sofá, cruzando sus piernas y aparto la mirada, no quiero que piense que soy un acosador. Podré ser mujeriego, pero no falta de respeto.

—Una gaseosa, por favor —pide y se la llevo, colocándola encima de una servilleta en la mesita ratona—. Gracias, señor Potter.

—Si necesita algo, no dudes en pedírmelo a mí o a mi secretaria, señorita Baker —contesto y aparto de mi frente un mechón de cabello—. No sé cuánto tiempo me tome conseguir los documentos, así que póngase cómoda.

Doy media vuelta y abro la puerta del cuartito diminuto en el que se encuentran mis tres archiveros, sé perfectamente en qué lugar está cada uno, más decirle que me voy a demorar, solo fue una excusa para tenerla más tiempo aquí y pensar qué haré con ella.

Papá quiere que deje la vida loca y llena de escándalos y consiga una buena mujer, más no dijo que tengo que casarme o tener hijos con ella. ¿Aceptaría tener una relación falsa conmigo a cambio de dinero? Podría pagar sus deudas si las tiene y resolver sus problemas, ya que al final, yo ganaría más de lo que podría gastar en Valentine.

Pero, dudo que acepte ayudarme. Estoy a años luz de ser su persona favorita.

Me odia por hacerle bullying en la secundaria y humillarla cada vez que pude, creo en el karma y sé que estoy pagando todo el mal que hice cuando era un adolescente, así que no me puedo preguntar ¿por qué a mí? O, ¿por qué yo?, dado que sería hipócrita de mi parte.

—¿Le falta mucho? —Inquiere desde el sofá, mientras revisa algo en su celular—. Tengo una reunión con un cliente dentro de una hora, si no los encuentra, envíelos a la firma de abogados.

Salgo con las carpetas en mano y Valentine guarda en su cartera el celular, me siento en la cómoda silla de mi escritorio bajo su atenta mirada y presiono un botón en el telefonillo que me comunicará con mi secretaria, una mujer mayor que casi está por jubilarse.

—Eleonor, ¿podrías venir un momento, por favor? —Inquiero con amabilidad.

—En un minuto estoy allí, Elijah, estoy terminando de hacer lo que me pediste a primera hora —contesta y sonrío, amo a esa señora, es muy eficiente y me ha tratado como si fuera su hijo.

—Gracias por todo lo que haces por mí a diario, Eleonor —le agradezco con sinceridad y Valentine me observa con perplejidad—. Por favor, tráele a la abogada Baker un paquete de gomitas ácidas azucaradas, sé que tienes un montón de golosinas en una de las gavetas de tu escritorio.

—¡Atrapada! —Exclama y corta la llamada, supongo que, ahora, le tomará más de un minuto venir.

Si pudiera leer la mente de la mujer que está sentada en el sofá individual, estoy seguro de que estaría preguntándose qué clase de hombre soy ahora y por qué fui tan amable con mi secretaria cuando nunca tuve amabilidad con nadie los tres años que estudiamos juntos.

—Abogada Baker, de verdad necesito su número de teléfono privado, dado que me gustaría tratar con usted algunos asuntos personales fuera de su horario laboral —musito con serenidad—. ¿Puede dármelo, por favor?

Eleonor abre la puerta en ese momento y le entrega a Valentine las gomitas que pedí para ella, recuerdo que en el instituto solía comerlas como una adicta. La abogada le sonríe y le agradece, cosa que me hace sonreír.

—Eleonor, necesito que le saques copia a todos los documentos de cada carpeta y las ordenes tal y como hiciste con los documentos originales, por favor —le pido y ella asiente—. Si ves a otra secretaria desocupada, pídele que te ayude, dado que necesito con urgencia las copias organizadas. Ofrécele cien dólares a quien sea para que te eche una mano, que yo lo pagaré.

—Está bien, hijo —Eleonor se marcha con rapidez y vuelve a dejarnos a solas.

—No le daré mi número, usted mismo lo ha dicho, es PRIVADO y a cualquiera no se lo doy —responde con desdén y asiento, aunque ella no me lo dé, antes de finalizar el día tendré su número de teléfono, dirección e información sobre su estado financiero y el de su familia sobre mi escritorio—. Limítese a darme lo que se le ordenó hacer y deje de acosarme.

No contesto y ella vuelve a utilizar su teléfono, una clara burla hacia mí por la sonrisa burlona en sus labios, más no le doy importancia y comienzo a buscar en el navegador del computador investigadores privados en la ciudad, la suerte está hoy de mi lado, quizá alguno esté desocupado.

Anoto los nombres y números de contacto de varios en mi agenda privada, mientras siento la mirada de la abogada sobre mí, Pero, la ignoro, necesito trabajar.

Comienzo a redactar el contrato de compra para reunirme después con el asesor financiero y el abogado encargado de la parte legal de la multinacional para proceder con la adquisición.

—¿Por qué insistes en tener mi número? —Inquiere, más no despego la mirada de la pantalla del computador—. Por más que te disculpes, no vas a cambiar nada, el daño ya está hecho.

—Porque actué mal, quiero disculparme como es debido pese a saber que mis inútiles disculpas no van a cambiar el pasado —musito con sinceridad—. No soy la basura que crees conocer, Valentine Baker.

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