Decir que Alessia no está nerviosa sería mentir, pero al menos sabe manejarse bastante bien. Cuando Amaro va a su cuarto a buscarla, después de haberse metido directo al suyo para prepararse, se queda como si fuera la primera vez que la ve.
—Estás…
—¿Quieres que me cambie? Es que tu cara…
—¡Dios, estás preciosa! —le toma la mano y se queda allí babeando—. ¡Maldición, Alessia! Esta noche no iré a divertirme, solo a matar con la mirada a cualquiera que se te quede viendo más de dos segundos —se acerca a ella, la hace girar y no puede evitar el gesto que hace con el rostro.
Cierra los ojos afligido y se muerde el labios inferior, aquel escote le llega justo a los malos pensamientos en el vestido rojo que se ajusta a su anatomía como si fuera un maldito guante. Alessia se lo queda viendo con expresión divertida, pos