Damon Lennox
Al abrir mis ojos a primeras horas de la mañana lo primero que sentí fue a Débora envuelta alrededor de mi cuerpo desnudo.
Sus manos me acariciaban lentamente tratando de provocarme, pero todo lo que pude hacer fue levantarme de la cama e irme directo a la ducha. El agua fría se sintió como un alivio para el calor que envolvía mi cuerpo. Y en cuanto salí me envolví en una toalla y fui directo a la habitación para ver como Débora se desenvolvía de las sábanas.
—Buenos días, cielo —saludó mientras se incorporaba y su cabello rubio y largo cubría sus senos.
Su sonrisa me invitó a volver a la cama, pero yo tenía cosas más importantes que hacer aunque quería ver como esos ojos azules me miraban desde abajo.
—Buenos días, Débora.
Luego de un guiño me di la vuelta y me adentré en el vestidor para colocarme ropa y poder bajar a la planta principal.
Inevitablemente mi mente evocó a mis pensamientos a una mujer pelinegra que ni siquiera había podido apreciar bien a causa de toda la