Irene
__ Más flores para la mujer más difícil de complacer en la vida. - dijo Rosy llegando con un florero, solo que esta vez no eran petunias, sino margaritas. - Cambió de estrategia. Eso le da un punto.
__ Puede enviar de oro y seguirán el mismo camino que las demás. - manifesté tomando las flores para llevarlas al basurero donde las lancé. - No quiero que vuelvas a recibir un solo ramo. Que las dejen en la calle, las revenda o quédate con ella, pero no las quiero de nuevo en mi escritorio. - gruñí con enojo. - O mejor vierte gasolina en ellas y lanza un cerillo.
__ Hey, hey. Bájale un poco a tu tren, chica. - exclamó con las manos al frente. - Estás más irritada hoy. ¿Quien te hizo enojar? Creí haber escuchado que la cita salió tal y como querías, no entiendo tu enojo.
Solté una bocanada de aire. Volví a llenar mis pulmones y solté el plumón que tenía entre las manos.
En verdad estaba molesta, aunque ni yo entendía porqué. Solo sentí esos retorcijones en el estómago que quemaron