Celeste escuchó la puerta de su departamento cerrarse con fuerza, dejando un silencio doloroso en todo el lugar. Bañada en llanto, se deslizó por la pared hasta quedar abrazada a sus piernas en el suelo, llorando con amargura.
“Realmente pensé que sería diferente a los demás” Pensó sintiendo un hueco en su corazón.
Luego de un rato, sintiendo su garganta adolorida por tanto llorar y sus ojos hinchados e inyectados de sangre, levantó el rostro y le limpió los rastros de lágrimas. Observó el desastre que era su cuarto provocado por la lujuria y el amor que se habían tenido hacía tan solo un raro.
Se rió con amargura y se levantó a duras penas del suelo. Con el corazón apuñalado, se dirigió a la ducha, bañandose con agua fría para sacarse las marcas de aquellos dedos que la habían hecho caer en la perdición.
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Kristal se encontraba sentada en la mesa de su comedor, haciendo cuentas y sumando todas sus deudas cuando el timbre sonó. Agotada, abrió la puerta, encontrándose con Celeste.