Samara estaba en la puerta de la habitación cuando Sophie la despidió y deseó buenas noches, y por alguna razón extraña, la sonrisa no desaparecía de la boca de la mujer que había encontrado desecha en su habitación hace unas horas antes.
Cerró la puerta y luego giró por toda la habitación, y aunque allí en la conversación literalmente había desahogado un poco su alma, y aunque se sentía una poco más liviana de que alguien por primera vez escuchara toda su verdad, todavía sentía que deseaba volver a su casa.
Y no, no decía “casa” por referirse a la residencia de André. Decía casa, a los únicos brazos que cubrieron su cuerpo, a la única boca que la besó; a esos ojos que a pesar de todo estaban en su mente mirándola todo el tiempo, y a la protección que desde el primer día encontró en él.
Y así era todos los días, se levantaba pensando que este sería un mejor día, que sería fuerte, y que iba a salir de esta situación. Pero cuando llegaba la noche, se sentía más vacía, más seca, y sobr