Capítulo 3

Samara estaba aterrada y muy decepcionada.

El auto se movía, los hombres solo hablaban en secreto, y ella intentó trasladar su mente con los ojos cerrados, aquel momento cuando Jalil le dijo por primera vez que huirían.

En ese momento sonrió, recordaba la magnitud de su alegría, después de dos semanas en que su madre había soltado su mano para siempre.

Recordó como Jalil la abrazó, y también como la llamó “bonita”.

Su corazón se había calentado, incluso hablaron de que tendrían tres hijos cuando llegaran a Francia, y que vivirían en Marsella, cerca del puerto.

—Vamos, anda… —la voz del hombre a su lado la hizo abrir los ojos.

Se dio cuenta de que el auto estaba detenido, y que estaban en un gran estacionamiento.

Se apresuró a seguir al hombre, y luego se detuvo cuando vio una construcción enorme por detrás, que destilaba humo, luces, y música amortiguada por sus paredes.

—Es mejor que camines, Alí me dijo que te recordara, que si hacia un mal movimiento, tu novio sería carne para perros…

Samara miró al hombre alto, y aunque sus piernas temblaban, caminó obediente.

Ingresaron por una puerta pequeña, que incluso el único hombre que continuó con ella, tuvo que agacharse para pasar. Samara pudo escuchar la música más alta mientras pasaba los pasillos y su corazón solo se aceleró más al ver que este lugar oscuro, le gritaba problemas.

Una puerta se abrió a su izquierda, y el hombre la metió en ella.

Notó que había una mujer que contaba billetes desconocidos para Sam, y cuando la vio llegar, se detuvo detallándola desde los pies a la cabeza.

—Has llegado tarde… —la mujer le dijo ahora mirando al hombre.

—Ha sido una búsqueda larga. Ella viene de un pueblo, y tuvimos que hacer unas cosas antes.

—No me importa, solo espero que ella sea lo que prometiste… ahora lárgate de aquí que tengo mucho que hacer… el show comienza en una hora…

El hombre asintió obediente, como si esa mujer fuera su autoridad, y para cuando la puerta se cerró, Samara no supo si estaría mejor, o peor sin ese hombre.

—¿Cómo te llamas, linda? —Samara parpadeó varias veces mientras vio venir a la mujer.

Sus ropas eran un poco extravagantes y luminosas, eso sin hablar del maquillaje que se veía demasiado exagerado.

—Sa… Samara Raji…

La mujer tocó su cabello liso como si lo peinara, y luego le alzó el mentón para inspeccionarla con precisión.

—Eres muy bonita… angelical y… sensual…

Sus ojos se agrandaron sin entender a la mujer.

—Tienes unos ojos bellísimos… —continuó la mujer—. Ni siquiera pareces marroquí, si no es por tu atuendo… pero, como dicen todos, aquí se encuentran diversas bellezas exóticas…

Sam abrió sus ojos para hablar, pero ella negó dejándola muda.

—Les darás mucho dinero a los jefes… y si quieres volver después de esta noche, te recibiremos con gusto.

El sonido de su respiración agitada hizo que entrara en razón de repente.

—Yo… no lo entiendo… ¿Dónde estoy?

Esta vez la mujer le mostró un rostro serio, y tomando un suspiro, le dio la respuesta que tanto esperaba, pero no deseaba escuchar.

—Estás en uno de los bares más cotizados de Rabat… Samara… y esta noche, ya no te llamarás Samara, sino Aziza… y tu virginidad será subastada al hombre que pueda pagar un precio alto por ti…

***

André se sentó en un mueble estrafalario junto con Connor, mientras la música refrescaba un poco sus oídos.

No entendía ni mierd@ la letra, todo estaba en árabe, y nunca se había esmerado por aprenderla, pero la mayoría de los que atendían, entendían el inglés, e incluso lo respondían.

No había visto ninguna bailarina, pero los puros que estaba fumando eran los más exquisitos que jamás probó nunca y tampoco se quejó a tan horas tempranas de la noche.

Charló con Connor de cualquier cosa, y lo instó a que bebiera un poco, porque tenía choferes que los llevarían de regreso, pero Connor negó, aunque le aceptó una calada al famoso puro del que no había dejado de hablar desde que lo probó.

El viejo Aziz vino después de unos minutos a sentarse a su lado, presentándoles a otros viejos que estaban vestidos en una bata blanca, mientras relucían anillos de oro, cuestión que hizo torcer los ojos al millonario.

Parecía que el club tenía una noche prometedora, pero la rodilla de André comenzó a moverse rápidamente al ver que solo pasaban hombres de aquí para allí para allá y ni una mujer, al menos por equivocación.

—Este maldit* viejo me engañó… —dijo en susurro cerca de Connor, quien sonrió ante su inestabilidad emocional.

—¿Por qué no puedes disfrutar con amigos? —le preguntó de forma sarcástica mientras André rodó los ojos de nuevo.

Sin embargo, cuando la música se detuvo, y las luces se apagaron, su concentración se vio en el escenario, en una mujer que tenía cubierta la mitad de su cara por un pañuelo, y que comenzó a mover sus caderas, al ritmo de un instrumento.

Fue algo diferente ver que los hombres alrededor le aplaudían, y que ella iba de aquí para allá, casi partiendo su cintura.

—Lindo… —esbozó André tomando su trago, mientras recorría el cuerpo de aquella mujer, que estaba más vestida, que todas las prostitutas que había conocido.

Los pechos de la mujer saltaban cubiertos en su vestido con adornos, y los billetes iban cayendo a sus pies por todos estos viejos que solo daban las palmas hacia arriba.

—¿Cuándo se desnudará? —André le preguntó a Aziz mientras esté le sonrió.

—No lo hará… es nuestra bailarina favorita… y ellas no acostumbran a hacer estas cosas al público…

André hizo un gesto fastidiado y luego asintió.

—Pero… si quieres alguna mujer, pronto estarán disponibles unas cuantas que se presentarán después del show principal de esta noche.

El millonario alzó las cejas con aburrimiento.

—¿Show principal? —Aziz asintió.

—Aunque… estoy seguro de que no te interesará… no es tu tipo… solo espera un rato más y podrás elegir cualquier belleza que desees. Tendrás su cuerpo desnudo en una de mi suite especial.

—¿Por qué crees que no me interesará? —preguntó André sabiendo que nunca se acostaría en una de esas asquerosas camas, aun con los ojos en la bailarina, soltando el humo de su boca.

—¡Ah! Porque se subastará una flor nueva, mi querido Roussel…

André lo miró extrañado por su forma de hablar, y pensó que, si no pasaba el tiempo rápido, se iría de aquí corriendo.

Solo estaba soportando esta estupidez porque quería conservar los buenos tratos con el viejo, y además de que su alianza estaba sumándole muchos millones nuevos.

Unos minutos después, ese baile que no le sumo gracia, terminó, y a continuación, vino una vieja muy maquillada con un vestido largo a tomar un micrófono.

«Esto era el colmo», pensó André a punto de volverse loco.

Por alguna razón, los viejos a su alrededor, que era prácticamente los más ricos del lugar, hicieron una bulla rara cuando la mujer se hizo presente, y por el rostro alegre que cada uno de ellos tenía, André supo que estaban excitados por su presencia.

¿Por qué?, aún no lo comprendía

—¡Este lugar es una locura! —se giró hacia Connor, que parecía muy divertido.

—Lo es…

—¡Bienvenidos mis hombres! Esta noche, será especial como lo prometimos… a continuación, le presentaremos a la doncella dichosa, que se entregará en las manos, del hombre que dé la suma más valiosa de la noche… —comenzó la mujer en el escenario.

Los aplausos prosiguieron mientras André frunció su ceño y miró a Aziz que parecía un niño con un dulce nuevo. Sus ojos brillaban y solo hablaba de forma rápida en arabo con el otro viejo mucho más mayor que él, que estaba igual de extasiado.

Sin embargo, André solo pudo pensar una cosa.

Iban a subastar la virginidad de una mujer en esta noche, y esta era la primera vez que iba a presenciar tal situación.

Dos hombres entraron al escenario con una chica joven en el medio, que, a pesar de su maquillaje, parecía más pálida que una hoja.

Ella no tenía el cuerpo descubierto tampoco, pero su vestido largo, un poco pegado a su figura, la hacía destacar en todo el lugar. Él comenzó a detallarla con precisión, porque dos lágrimas adornaban sus mejillas, que se estaba esforzando por quitar en el momento.

Su cabello era castaño hasta su cintura, y por alguna razón, y no sabía si artificial, había hilos amarillos en su pelo haciendo que sus ojos claros, resaltaran su rostro. 

André no pudo negar en el momento de que aquella chica era hermosa, pero no parecía estar contenta con este show.

La vio mirar atrás varias veces como si estuviera intentando huir, pero aquellos hombres eran el muro que le hacían saber que no podía tomar el camino incorrecto.

—Una belleza exótica, labios gruesos y ojos verdes, su cabello podría estar entre sus dedos, mientras que su piel lozana, solo despertará su placer. Aziza… nuestra pequeña virgen y pura, comenzará a un precio de 50 mil dólares, solo por empezar…

André sintió la mirada de Connor un poco horrorizado, mientras él escuchó como el viejo sentado al lado de Aziz, levantó la mano diciendo: “100 mil dólares”.

El millonario bajó la mirada. Ni siquiera sentía placer por esta porquería de evento, y cerró sus ojos cuando escuchó a otro decir: “200 mil dólares…”

—400 mil dólares… —gritó Aziz a su lado, entre tanto las risas de sus amigos hicieron que André levantara la mirada nuevamente hacia esa chica.

Sus manos unidas y apretadas estaban blancas como la nieve, ella estaba muy cerca de ellos debido a la exclusividad de la mesa, incluso podía ver las gotas de sudor que emanaba su frente.

Ella quitaba cada nada las lágrimas en su mejilla, y su cuerpo saltó cuando un nuevo hombre, dijo: “500 mil dólares…”

Literalmente esto se estaba saliendo de control.

La mujer vieja a su lado solo estaba llena de un increíble entusiasmo, mientras la tensión se podía sentir en el aire.

Parecía que nadie iba a dar más de 500 mil dólares cuando la mujer comenzó la cuenta regresiva, y el viejo Aziz inundó sus oídos, haciendo que quitara la mirada de aquella chica.

—No pagaré tanto… es hermosa, sí, pero… ya vendrán otras después…

André lo observó por largo tiempo, y luego pasó la mirada a ese viejo repugnante que se estaba levantando dispuesto a reclamar su premio.

Su estómago se sintió revuelto. Quizás él era peor que ellos de acuerdo a su mente retorcida, pero estos viejos, le sacaban 50 años a esta chica, y además, ella parecía estar en contra de su voluntad.

La voluntad era esencial para André. Tan esencial como respirar.

Él no supo qué pasó por su cabeza, no escuchó más las estupideces que le estaba diciendo Aziz, ni tampoco la alerta de Connor cuando se puso de pie, y caminó al lado del hombre árabe que supuestamente estaba ganado la puja en la subasta.

La mujer mayor de colorete estaba a punto de anunciar el ganador, pero André la interrumpió, con un tono fuerte, conciso y seco…

—¡¡¡Un millón de dólares!!!

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