Azaleia
Si antes tenía pesadillas, esta era peor, la realidad la sobrepasaba. Hice lo que pensé al instante, preparé el té y le di un poco a ella. “Perdóname” susurré cuando la vi por última vez. No era mi criada, era mi amiga, sentía que era mi única familia. Al menos era libre, pensaba, le di algo importante.
Salí y afortunadamente Areta no estaba, el animal solía buscarme en la tienda y dormir a mis pies, aun cuando yo no le mostraba ningún afecto. Tenía miedo, terror quizás.
Yo… nunca fui tratada como un objeto, como una pieza de un juego que mueven a placer. Y ojalá fuera eso, jugaban con mi vida ¡Sin mi consentimiento! ¡Casarme! Por el nombre de la Diosa que locura era esa.
Entiendo que Marchelina tenía el deber de casarse, y seguramente ella lo haría, con toda la disposición del mundo. Pero el Duque jamás le hubiese impuesto esto, no la obligaría, él mismo se dedicaría a ver quien era el mejor candidato. Se aseguraría que su hija cayera en buenas manos.
Pero yo no era Marche