Capítulo 2: El Olimpo no es nada comparado con esta mansión

Mi pesadilla se había vuelto realidad y yo simplemente me convertí en una mujer simple de esta sociedad. Mis sueños se habían acabado y muerto junto con mi vida. La verdad es que lo había arruinado. Mira que obligar a un rico a pedir perdón. Pero, siendo honesta, se lo merecía.

Por más rico que fuera, debía ser educado. Sin embargo, eso me había costado mi trato con los Jones, con ese Jones. Estaba acabada, mi vida estaba acabada.

—¿Sofi? — La voz de Ana hizo que levantará la vista de mi escritorio.

—¿Sucede algo?

—Bueno, parece que la fotocopiadora por fin dio su último respiro. — Fruncí los labios sintiéndome preocupada. Esto era una pesadilla. No teníamos suficiente dinero como para darnos este tipo de gastos, pero eran necesarios.

—Yo lo arreglaré.

—Bien. — Salió y cerró la puerta. Intenté pensar en cómo arreglar mi situación. Había metido la pata hasta al fondo luego de haber insultado a Austin en aquella fiesta. Jamás creí que sería de esa forma.

Aún así, debía hablar con él, disculparme y pedirle que fuéramos profesionales para que me brindara una oportunidad. Era una cuestión casi imposible, pero de todas formas debía intentarlo.

—Hola Gretel.

—¿Cómo te va Sofi?

—Más o menos.

—¿No lograste hablar con Austin?

—No. — La risa suave de mi amiga hizo que también me riera un poco de mi precaria situación.

—¿Necesitas otra chance?

—Si no es molestia.

—Claro. Mira, él se reunirá con posibles publicistas para la empresa en esta tarde en el hotel Messick.

—Eres un sol Gretel, te debo una enorme.

—Claro, cuando seas rica regalame un IPad.

—Trato hecho. — Luego de compartir otro par de palabras, colgué. Tomé de nuevo la propuesta que no pudo presentar junto con el catálogo. Retoqué un poco de mi maquillaje y alisté todo para poder reunirme con Austin Jones. Solo rezaba porque las cosas salieran bien y que al menos ese hombre no fuera alguien resentido.

Tome mis cosas y le avisé a Ana que volvería por la tarde. Con ello salí corriendo hacia la calle para tomar un taxi que me llevara a aquel hotel.

Una hora más tarde, me encontraba en el vestíbulo. Austin, seguramente estaría en el restaurante del lugar. Había escuchado que aquel sitio servía muy buenos almuerzos estilo italiano.

Me acerqué a la mesera para pedirle un lugar. Por suerte logré ubicarme a una distancia prudente de donde Austin se encontraba. Divisé al hombre. Parecía serio y no muy contento con la mujer que tenía al frente. Sus ojos verdes destacaban entre sus espesas cejas. Movía el índice de su mano sobre la mesa con impaciencia. La rubia frente a él hizo a un lado su cabello y se escuchaba su carcajada resonar en todo el lugar.

Austin parecía en aprietos. No lo pensé mucho y me acerqué a ellos. Cuando estuve a su lado los dos me miraron con los ojos bien abiertos.

—Austin amor, creí que no te vería de nuevo. — La rubia alzó sus cejas y miró a Austin un poco indignada.

—¿Amor? — El pelinegro me miró con un deje de diversión en sus ojos.

—Si, amor. Por qué no me llamaste. — Miró de reojo a la chica frente a él.

—Bueno, estaba siendo retenido, lo lamento. — Me tomó la mano dejándome aun más sorprendida. No pensé que me seguiría la corriente. ¿Tan desesperado estaba? —Bien señorita Stevens, lo siento mucho, pero mi chica quiere mi atención. Si necesito de sus servicios, yo se lo haré saber. — La mujer me miró y luego de lanzarme una mirada de odio se fue de ahí tomando sus cosas con mucha violencia. Los dos lo vimos retirarse.

—¿Amor? — Lo miré sonriendo hábilmente. Tomé asiento frente a él y lo miré directamente.

—Parecías estar en aprietos.

—¿Cómo lo notaste?

—Por tu expresión. — Alzó una de sus cejas y luego se cruzó de brazos dejando caer su peso en el respaldo de la silla.

—¿No te he visto antes? — Me mordí la lengua. Al parecer no era muy bueno reconociendo rostros. Pero ese pensamiento duro muy poco. El chico se levantó y abrió la boca sorprendido.

—Eres la chica de la fiesta. La que me llamó idiota.

—Lo siento por eso, ¿si? Fue muy descortés de mi parte, pero la verdad es que esa noche iba a ser muy importante.

—¿Y no lo fue? — Negué lentamente. —¿Acaso ibas a ver a tu novio? — Me reí divertida.

—Claro, si tuviera un novio. Pero no es eso. De hecho, esa noche quería verte a ti.

—¿A mí? No me digas, quieres presentarme tu propuesta de publicidad. ¿no? — Asentí levemente.  —Escucha, voy a rechazarla.

—Pero ni siquiera la has escuchado. ¿Acaso no puede separar su vida privada de la laboral? — Usé mi carta de convencimiento. Esperaba que eso me ayudara en esta situación, pero como esta era la vida real, las cosas no funcionaron.

—Sé hacerlo, pero no estoy interesado en trabajar con empresas pequeñas.

—¿Cómo sabes que mi empresa es pequeña?

—No es obvio, tu viniste a mí. Desesperada y dispuesta. — Me sentí herida y avergonzada. Tenía razón, pero eso se escuchaba tan mal.

—No quiero ser grosero señorita, pero no puedo ayudarte.

—Pero si solo me dieras una oportunidad. Yo puedo hacer lo que sea en verdad.

—Lo siento mucho. — Sin esperar a que pudiera decir otra cosa, se levantó y salió de ahí dejándome sin esperanza.

Una semana pasó desde ese incidente, esperaba que las cosas cambiaran. Había conseguido un par de clientes para una publicidad de cosméticos y productos del cuidado de la piel.

Con eso tal vez nos estableceríamos por al menos un mes. Pero y ¿luego? Las fiestas serían en un par de meses y no podía dejar a mi gente sin trabajo en ese día. Debía buscar nuevos clientes, aunque eso significara arrodillarme ante ellos.

Entré a la oficina para organizar lo que debía hacer el equipo uno cuando recibí una llamada a mi celular. Era un número desconocido por lo que no contesté al inicio, pero me llamaron de nuevo.

—¿Sí diga?

—¿Señorita Moon?

—¿Quién habla?

—Soy Austin Jones. — Parpadeé un par de veces mientras intentaba recomponerme. ¿Acaso había escuchado bien?

—Ah sí, qué necesita.

—Me gustaría hablar con usted en privado. ¿Es posible?

—¿Sobre qué?

—Me gustaría decírselo en persona, ¿es posible?

—Eso suena sospechoso.

—Lo sé, pero podría confiar en mí solo por esta vez. — Me lo pensé un momento y mi curiosidad me venció.

—Claro.

—Pasaré por usted a las cinco.

—Bien.

La hora llegó y un carro gris me esperaba en la entrada. Ana lo veía admirada al igual que yo. Se veía caro y nuevo.

—¿Te irás ahí sola?

—Recuerda el número de placa y llamame si no te hablo en un par de horas. — Ana me miró con los ojos bien abiertos y sin más caminé hasta el auto. Abrí la puerta y ahí, en la parte de atrás, se encontraba Austin Jones.

—Bienvenida señorita Moon. — El resto del viaje fue en silencio. Pregunté varias veces por la razón de mi presencia, pero él me pidió que fuera paciente.

Llegamos a una especie de mansión ubicada en medio de la nada rodeada de muchos acres. Incluso diría que era como si fuera un palacio. El Olimpo no era nada comparado con esa mansión. En verdad era enorme, rodeada de fustes que le daban ese toque magnifico a la construcción. Pronto supe donde estaba.

Era la casa de los Jones.

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